Bulgaria.

Un viaje a Bulgaria

 

UN VIAJE A BULGARIA.

bulgaria1Foto: Sofía, centro y edificios públicos, 2007

 

Un país lejano. 

¿A quién se le ocurre ir a visitar Bulgaria?

Creo que a pocas personas, pero a mí se me ocurrió ir a visitar ese país. Dado que mi base estaba en Grecia, dudé entre ir a Bulgaria o Rumania. Todos los viajeros que me aconsejaron manifestaron sus preferencias por Rumania, pero la distancia y el tiempo me empujaron a elegir Bulgaria como destino. Mi única justificación de peso para visitar Bulgaria es que  parte de su territorio era la Tracia griega en la antigüedad y hay restos de ese pasado. El otro interés era ver la evolución que había experimentado un país comunista al reinsertarse en el capitalismo.

Partí desde Tesalónica, en Grecia, en un viaje en tren. Los griegos me señalaron con cierto desprecio que ni siquiera se podía confiar en la hora de partida porque el tren era búlgaro y efectivamente, así ocurrió, el tren partió con un par de horas de atraso. Tampoco era segura la hora de llegada a la capital de Sofía?, la capital de Bulgaria, pues el deterioro de la línea férrea obligaba a ir lentamente.

Apenas llegamos a la frontera,  pasaron los guardias búlgaros pidiendo los pasaportes, un policía armó un gran escándalo porque mi pasaporte no tenía fecha de entrada a un país europeo (rara vez timbran los pasaportes en los países de Europa occidental). Pero en realidad el escándalo ni me preocupó y simplemente esperé y finalmente timbraron el pasaporte. Yo conozco cabalmente la burocracia y sé que en estos países hay una política clara de facilitar el turismo, pero hay que soportar las formalidades y rituales que son expresión de su poder. (También era posible que estuvieran insinuando el pago de alguna coima, lo que yo no haría por ningún motivo). 

El paso por Bulgaria.
El tren entró a Bulgaria y empezó una estepa interminable, con algunas colinas, casi todo gris, sin pasto y algunos arbustos sin hojas, a pesar de que era el comienzo de la primavera. Las escasas explotaciones agrícolas, se veían ruinosas y los pocos trabajadores en los campos no parecían que contaban con medios modernos. La información geográfica señalaba que había muchos bosques, pero estaban en otras regiones del país.

No era una entrada que tuviera buenos augurios. Pero después de varias horas de viaje, al aproximarnos a Sofía, el paisaje fue más deprimente, había mucha basura y todos los terraplenes al costado de la vía férrea estaban impregnados de millones de pedazos de plástico y las primeras casas que se veían eran muy ruinosas. 

Un amigo búlgaro que vive en Chile, me había dicho que el clima de Sofía era similar al de Santiago, sólo un poco más frío. En realidad era mucho más frío, quizás acrecentado por el predominio del gris en todos los ámbitos, los edificios, las calles y la vegetación. Todo parecía atrasado, una Europa del pasado y con mucho del subdesarrollo. La excepción parecía ser la estación central de Sofía: un gran edificio, con multitud de locales comerciales, jardines, pasos subterráneos y elevados, grandes salas y oficinas. Lamentablemente, la gran mayoría de los locales estaban vacíos y todo el complejo parecía misterioso y peligroso por su soledad.

Traté de establecer de inmediato la reserva para mi próximo destino que era Estambul, en Turquía. Me costó bastante lograr que en la casilla de informaciones me indicaran donde hacer la reserva y después de pasear por varias boleterías llegué a la oficina para viajes internacionales. Había cuatro funcionarias, pero me fue imposible establecer una comunicación pues parece que sólo hablaban  búlgaro, finalmente se levantó la última funcionaria y ella era la única que hablaba inglés en la oficina internacional. Así resolví mis problemas. 

Yo había hecho la reserva de hotel en Tesalónica y tomé un taxi para llegar allá sin problemas. Era un gigantesco y lujoso edificio de unos treinta pisos, igual que muchos hoteles de cadenas internacionales de cinco estrellas. Esto fue una sorpresa pues el precio era el más barato que he pagado en estos viajes, creo que unos  treinta euros diarios. En realidad el hotel era de primera en infraestructura, aunque no muy eficiente en sus servicios y pésimo en términos de información. Por ejemplo, consulté como ir al metro, pues suponía que pasaba cerca y las recepcionistas no sabían donde quedaba y tuvieron que llamar a un botones que conocía el barrio (el metro quedaba a un par de cuadras). No tenían ni un solo folleto informativo y su respuesta  a casi todas las consultas era negativa.

Una vista panorámica.
Sin embargo, la habitación, en un piso muy, alto era muy buena, amplia, con un inmenso ventanal que permitía ver toda la ciudad, un gran televisor, un escritorio y un excelente baño completo. Por lo menos pude vivir con harta comodidad.

Durante mi estadía,  casi todo tuve que resolverlo  intuitivamente o mirando lo que otros hacían, nadie habla inglés ni francés y menos español. Hay que entender que Bulgaria ha estado sometida o muy ligada a Alemania o Rusia en las últimas décadas, de manera que los idiomas extranjeros más conocidos son el ruso y el alemán. 

La primera visión de la ciudad, desde lo alto de la torre en la cual residía era la de una ciudad amplia, con grandes avenidas, con poco tráfico vehicular, con grandes barrios con los típicos edificios iguales hasta donde alcanza la vista, que es la forma como se resolvió el problema de la vivienda en los regímenes comunistas. La parte antigua era más baja y más compacta.

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Foto: Sofía, Mezquita central, 2007.

El centro de Sofía.
Inmediatamente salí para dar mi primer paseo por la ciudad. Lo hice a pie para entender como era el sistema de transporte y  me dirigí a lo que presumía era el centro. Por todas las calles importantes corrían vetustos y pesados tranvías, probablemente con varias décadas de uso. En general al aproximarme, lo que efectivamente era el centro, se observaban edificios bajos y relativamente antiguos, aunque algunos estaban remodelados para dar cabida al comercio, que como en otros países que salían del comunismo tenían un comercio muy rudimentario y numerosos negocios estaban en los sótanos de las casas y las mercaderías se ofrecían  desde las ventanas que estaban a nivel del suelo, de manera que el comprador debía agacharse o hincarse para pedir lo que deseaba.

Al llegar al centro monumental de Sofía se veían simultáneamente edificios de distintas épocas, mezquitas turcas, iglesias ortodoxas, sinagogas y especialmente  grandes edificios públicos que albergaban el gobierno, el parlamento, las cortes de justicia, teatros y museos. También estos edificios eran de diversas épocas recientes, probablemente del siglo XIX a los tiempos actuales. Entre estas edificaciones había grandes espacios, avenidas con tráfico más intenso y parques y plazas. Es un centro sin estrecheces, como ocurre habitualmente con las ciudades antiguas. Quizás los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial habían ayudado al ordenamiento urbanístico (Bulgaria apoyó a Alemania en las dos guerras mundiales.) 

La gente era muy similar a los turcos que había visto en Estambul y otras ciudades turcas. En realidad tienen un origen similar, pero llegaron después y se “eslavizaron”, es decir asumieron la cultura eslava y el cristianismo, a pesar de que durante unos quinientos años estuvieron  bajo el dominio del imperio turco.

Esta parte central de la ciudad, sin embargo, no es armónica, hay algo de desorden  y el atravesar estos grandes espacios es complicado dado el enredo de direcciones del tráfico. El centro parece haber surgido bajo la inspiración de exaltar la grandeza de Bulgaria, cuyos habitantes se enorgullecen de ser llamados “leones” por su fiereza pasada, aunque actualmente es un país pequeño (la séptima parte del territorio continental de Chile y la mitad de su población aproximadamente). Pero como todos los países de los Balcanes, que tenían fronteras muy móviles según los avatares bélicos, fue mucho más grande y se extendía desde el mar Negro al mar Adriático. Además hay una propaganda que exalta el pasado antiguo, cuando gran parte de la actual Bulgaria era la Tracia griega y se menciona a Espartaco como héroe nacional. 

Después de sucesivos paseos y visitas a este centro, conocí los sectores aledaños, barrios antiguos, con viviendas muy deterioradas que parecía que     hacía unos cien años que no las volvían a pintar. El centro, en cambio, estaba mejor mantenido, especialmente los edificios monumentales.

Casi todos los días de mi estadía, por una u otra razón fui al centro, a hacer algunas compras, visitar lugares recomendados, conocer sus templos e iglesias y recorrer sus museos. El tranvía era un medio excelente, en los paraderos había horarios y éstos se cumplían rigurosamente. Los boletos se debían comprar en una oficina central y perforarlos al subir al tranvía. Nunca vi a nadie que eludiera el hacerlo y una vez pasaron inspectores revisando. Era un sistema distinto de los que se usan en Europa Occidental y en Chile, simple pero efectivo. Lo esencial son los horarios pues así el usuario puede planificar sus viajes. En Chile, el Transantiago presume de una alta tecnología y ha tenido fracasos estruendosos y hasta ahora se niegan a establecer horarios, que son la única forma de control popular.

¿Cómo comer en Sofía?
En estos intentos pasé por un nuevo mercado, al cual entré y era muy acogedor. Totalmente cerrado, allí uno estaba libre del frío exterior. Había toda clase de tiendas modernas, cafés, restaurantes, librerías y principalmente negocios de alimentos. Era un refugio muy  apreciado para enfrentar el clima frío, lluvioso y ventoso, se veía lleno de gente comprando o tomando café. 

Pero este mercado excepcional era… una excepción.

En realidad, casi la única comida aceptable durante mi estadía, fue el desayuno del hotel, con buffet libre, lo que permitía poder servirse varias tazas de café (siempre tibio), un yogurt ácido, pan y diversos dulces, así como cereal y pequeñas manzanas o naranjas y beber un vaso de jugo artificial.

No era por el precio de la comida que no encontré otros lugares para el almuerzo o la comida. Los había, aunque escasos, pero todos estaban en búlgaro y nadie entendía el inglés o francés. De manera que opté por comprar una especie de pizza, en un negocio con ventanas a la calle, y agua mineral que combinaba con pastisque había encontrado en un negocio central. Todos los días comí lo mismo. Sólo una vez, en Plovdiv, encontré un local moderno que ofrecía comida rápida americana, junto a la estación. Había un gran aviso ofreciendo “chicken soup” y como hacía frío venía muy bien. Entré y pedí ese plato pero la mesera no entendió y dentro del local todo estaba en búlgaro, justo un cliente terminaba su “chicken soup” y no alcancé a indicarle que era eso lo que quería, La mesera, una joven muy simpática preguntó algo a los parroquianos y vino un joven que dijo que sabía inglés y con él me las arreglé para hacer el pedido, aunque él casi no sabía nada de ese idioma. La mesera conversó conmigo y con gran dificultad pude entender que su hermano vivía en Estado Unidos, en Arkansas y me pregunto de dónde era, yo le explique mi nacionalidad chilena y ella no tenía la menor idea de ese país exótico, le dije que estaba en América del Sur y ella entendió que era un estado de Estados Unidos, vecino de Arkansas, de manera que con esta ubicación geográfica terminó nuestra conversación y logré que me trajera un café. ¡De manera que Chile está junto a Arkansas!

 Museos e iglesias.
Como es sabido, los nazis exterminaron a los judíos en todos los países que ocuparon. En muchos de estos países destruyeron las sinagogas y hasta intentaron eliminar los cementerios judíos. Sin embargo, quizás debido a que Bulgaria era su aliada, los nazis no exterminaron a todos los judíos del país. En Sofía se conservó a gran sinagoga, que algunos amigos de esta religión me habían pedido que visitara. Lamentablemente, su ubicación, pegada a varios edificios impedía tener una visión del templo y a pesar de mis intentos, siempre la encontré cerrada, de manera que su grandeza sólo pude apreciarla muy parcialmente.

Un gran edificio, ubicado a un par de cuadras del centro monumental es la catedral Alejandro Nevsky, de la iglesia ortodoxa. Es una inmensa iglesia muy occidental, blanca con algún parecido con la Sacré Coeur de París. Creo que es relativamente moderna, no más allá del siglo XIX y me intrigó que se llamara así, dado que Alejandro Nevsky es un héroe legendario ruso que derrotó a los suecos y lituanos, pero también es un santo de la iglesia ortodoxa. 

Otra iglesia interesante es la Pequeña Iglesia Rusa, es una construcción reducida, pero con una estructura similar a las grandes iglesias de Moscú, con sus cúpulas de cebolla, en diversos niveles y tamaños. Toda la iglesia estaba pintada de los colores más alegres que uno puede imaginarse. Lo que contrastaba con la pesadez y solemnidad de los otros templos ortodoxos, musulmanes y judíos.

La Gran Mezquita, legado de la ocupación turca de  quinientos años, es una construcción cuadrada, en piedras de tonos café oscuros con las finas  torres en sus  extremos. La otra gran iglesia ortodoxa parecía una copia de la mencionada mezquita, pero sin las torretas. Allí vi un domingo en la mañana una gran cantidad de fieles. Era el domingo de ramos y todos iban con los ramos de hierbas amarillas, A la salida se formó  una larga fila de feligreses que se presentaban ante una mesa, donde un pope, gordo y de abundante barba negra, bendecía uno por uno los ramos que le presentaban.

 El Museo de Bellas Artes, que ocupa un gran edificio que abarca casi una cuadra, en realidad era bastante reducido, pues sólo se podían visitar una decena de salas, casi todo de pintura búlgara contemporánea o del siglo XIX. En general eran cuadros tradicionales, de calidad, pero no había grandes maestros, ni muestras de pintura de vanguardia. El museo estaba excepcionalmente bien tenido y limpio y parecía ser un palacio del siglo XVIII o XIX.

El Museo Arqueológico es muy interesante, aunque me costó encontrarlo abierto, pues tenía un horario muy reducido. Es un edificio de dos pisos y basta con un par de horas de vista para ver todas sus salas. Casi todo está referido al pasado griego y son resultado de excavaciones recientes. Hay hermosas estatuas, estelas y lápidas de piedra, urnas y vasos pintados. El genio heleno está presente en estas obras, pero siempre se aprecia su carácter provincial y no alcanza la perfección de las obras que se guardan en los grandes museos de Grecia  y de otros países.  Sin embargo, era lo más interesante que pude apreciar en Sofía. Como de costumbre, todo estaba en búlgaro y nada era comprensible, pero apareció un grupo de unos veinte turistas españoles con una guía que en ese idioma explicaba algunas obras principales de la colección, de manera que distraídamente aproveché este tour guiado en mi idioma. 

Visita a Plovdiv.
Según los folletos de turismo, la ciudad de Plovdiv es la más bella de Bulgaria, de manera que decidí ir a conocerla. En el hotel no tenían ninguna información  y decidí ir a la estación ferroviaria en los tranvías que ya sabía como operaban. En la oficina de informaciones me indicaron que en diez minutos  había un tren con ese destino. Fui a la plataforma correspondiente y allí había un tren esperando. No había ninguna información y a quienes les pregunté no entendían nada. Finalmente encontré un conductor que hablaba inglés y le consulté si ese era el tren a Plovdiv, me indicó que no y que el que iba  a es ciudad salía una hora después. Finalmente, conforme a lo indicado por este señor me dirigí a esa ciudad y llegué en un par de horas.

En realidad era una ciudad atractiva, sin pretensiones como Sofía, muy provincial, pero con un ambiente más cordial, Abundaban las tiendas normales, los cafés y restaurantes, parques y plazas. Las calles eran arboladas y las viviendas, en general viejas, habían sido bellas en algún pasado cercano, Hasta algunas estaban pintadas y remozadas. 

Seguí caminando  en dirección a lo que suponía podría ser el centro y efectivamente llegue a una gran plaza, apta para desfiles y ¡Milagro! Encontré una oficina de información turística, allí me dieron un mapa mimeografiado del centro de  la ciudad y pude recorrerlo sin problemas.  En el pasado allí hubo una ciudad griega y después romana y en varias partes se habían realizado excavaciones, Se podía ver el ágora con restos de construcciones y algunas columnas en pie. Lo único que estaba intacto o reconstruido era un pequeño teatro circular que estaba debajo de una concurrida calle peatonal. Finalmente me dirigí la antigua acrópolis. Allí quedaba poco que mostrar excepto piedras trabajadas o talladas. A pesar de que era baja se podía ver un amplio panorama de la ciudad, de casas familiares y pocos edificios rectangulares como los que abundaban en Sofía.

El camino de regreso bajaba por una calle amplia, empedrada y con casas viejas pero atractivas, pequeñas plazoletas y tiendas de artesanía y galerías de arte. Esta calle desembocaba en la calle peatonal principal que había recorrido y que en la tarde estaba llena de gente y en las mesas dispuestas fuera de los cafés había grupos de jóvenes bebiendo cervezas o tomando café o helados. Tenía un aire parisino. 

La partida.
Mi plan de viaje era ir a Estambul desde Sofía y así lo hice. Lamentablemente el Balkan Express con ese destino sólo era nocturno y yo prefiero siempre viajar de día porque he visto muchos casos de robo en los viajes nocturnos, pero no había otra posibilidad.

Como estos trenes hacen recorridos muy largos, atravesando varios países, lo normal es que haya grandes atrasos, que en este viaje fue de unas tres horas complicadas, porque la información era imprecisa y había individuos que se ofrecían para llevarlo al andén correspondiente, pero yo había tenido experiencias con asistentes similares en otros países pues después exigen fuertes propinas por una ayuda de cinco minutos. Finalmente encontré el tren y mi compartimiento, que sólo en el nombre era de primera clase, pues era un viejo carro con cuatro literas en cada compartimiento, como los de segunda que se usaban en la Comunidad Europea hace diez o veinte años. Lo único aceptable que en cada compartimiento iban sólo dos pasajeros, 

El compañero de viaje resultó ser un señor maduro, con el cual establecimos rápidamente muy buenas relaciones. Era iraní y de profesión ingeniero. Cuando joven  había tenido que huir de su país por participar en las revueltas fracasadas en contra del Sha y se había refugiado en la Unión Soviética. Después había vivido en Alemania y ahora en Bulgaria, donde tenía a su familia. Iba a Turquía pues trabajada en instalaciones de calefacción y aire acondicionado en edificios. Cuando supo que era chileno y contrario a la dictadura de Pinochet me mostró que estaba totalmente informado de la situación chilena.

Como buen ingeniero le puso un alambre a la puerta del compartimento pues me dijo que era peligroso abrir la puerta durante el viaje pues había robos. 

Yo me  había puesto el pijama y estaba durmiendo, cuando me despertaron y el ingeniero me informó que estábamos en la frontera y que había que bajarse para los trámites. Esto no es usual, pues generalmente los policías y aduaneros suben a los trenes en las fronteras, pero había que aceptar la situación pues el encargado del carro pasó indicando que había que bajarse. Era muy tarde, las tres o cuatro de la mañana y hacía mucho frío y yo ridículamente era el único  en pijama en una cola de un centenar de viajeros. Les pedí al amigo ingeniero y al encargado del carro que me guardaran el lugar y regresé a vestirme y abrigarme para soportar el frío.

Pasó más de una hora y el encargado del carro nos informó que el policía encargado aún no llegaba aunque Bulgaria tenía una clara política de fomentar el turismo. Un norteamericano que estaba en la cola con su esposa me contó que precisamente él estaba trabajando en la instalación de los programas de inglés en la enseñanza media como parte de la incorporación de Bulgaria a la Comunidad Europea que se aproximaba. Yo lamenté que empezaran con el gangoso inglés yanqui y no con el puro inglés británico. 

 Finalmente apareció el policía sin dar ninguna explicación  y la cola empezó a avanzar y al cabo de dos horas en la fría noche pudimos volver al coche. Lo increíble es que como no hay calefacción en estos trenes, el encargado del carro había hecho una pequeña fogata con leña en su compartimento y recordé un amigo periodista que me contó que le había tocado viajar en tren en Bulgaria durante la época comunista, en invierno y el frío era terrible pues no había calefacción.  ¡Por suerte ahora ya estábamos en primavera! Pero aún no existía calefacción en los trenes.

A la mañana siguiente atravesamos la  Turquía europea y me impresionó el progreso que había experimentado el país desde mi último viaje. En todas partes se veían grandes plantaciones y cultivos y un gran  auge de la construcción. Empezamos a entrar en Estambul y se notaba progreso por todas partes, había barrios totalmente nuevos con edificios de muy buena apariencia y carreteras atestadas de vehículos. Al llegar, mi amigo de viaje, trató de que su socio alemán, que lo esperaba, me llevara al hotel en su auto, pero el alemán se negó rotundamente. Entonces el iraní me consiguió un taxi y trató  en turco el precio con el chofer, de manera que me simplificó muchísimo mi llegada a esa ciudad. 

De todo este viaje, mi conclusión es que quizás habría sido mejor ir a Rumania o quedarme más tiempo en Grecia.


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Foto: Sofía, Centro, edificios públicos y museo de Bellas Artes.

Patricio Orellana Vargas
7 de mayo de 2008

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