Francia, Alsacia

Alsacia, la muy disputada

 

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Patricio Orellana Vargas.”Roquewihr, mi hijo y mis amigos”, (óleo, 50×40 cms.)

ALSACIA, LA MUY DISPUTADA


El país de la disputa.

Alsacia, es el  país que durante siglos ha sido disputado por Francia y Alemania y millones de personas han muerto en esta lucha, que tenía además otras causas. Pero el mundo cambia en forma increíble, hoy  Estrasburgo, capital de Alsacia, es la ciudad donde está el Parlamento Europeo y  es un símbolo de la unidad de Europa Occidental y Central.

 Los odios y las guerras han quedado en el pasado y un nuevo espíritu impera en esta región y para nosotros, chilenos, es un ejemplo porque que vivimos en permanente recuerdo de nuestras disputas con nuestros vecinos peruanos y bolivianos, por una guerra acaecida hace más de 120 años y consideramos que la unidad latinoamericana es una utopía inalcanzable. Sin embargo, para franceses y alemanes, con recuerdos muchos más frescos y con familias que veneran los nombres de sus miembros muertos en la última Guerra Mundial, la unidad ha sido posible. Es una lección para todos los que en Chile rechazan cualquier idea de unidad, argumentando razones basadas en recuerdos añejos y olvidando que cultural, racial y lingüísticamente, tenemos estrechos lazos que hacen perfectamente compatible esta unidad que es rechazada simplemente por incapacidad de nuestras clases políticas de proponer grandes proyectos a  sus pueblos y en el caso de Chile, considerar que las diferencias económicas, dado el relativo nivel de desarrollo chileno es superior al de sus vecinos, aunque, éstos, a su vez,  tienen una distribución del ingreso más justa que la chilena.

Sin embargo, el ejemplo de la unidad europea se rechaza a priori, sosteniendo que corresponde a otras realidades, cuando esas realidades eran, evidentemente, mucho más desfavorables a cualquier idea de unidad.

Alsacia fue una de las causas de las grandes guerras y según los resultados de éstas pasó de manos alemanas a francesas y viceversa. En 1870 Prusia derrotó a Francia en una guerra relámpago y le arrebató Alsacia, en 1918, Francia, con el apoyo inglés, norteamericano y ruso, a su vez, derrotó a Alemania y recuperó  a Alsacia, pero Hitler volvió a incorporar a Alsacia a Alemania y éste país debió devolverla en 1945.

Así en el curso de un siglo los alsacianos han pasado de ser franceses a alemanes dos veces y otras dos veces han pasado de ser alemanes a ser franceses.

Cuando he visitado Alsacia me he preguntado ¿Quiénes son los alsacianos? ¿Son alemanes o franceses? ¿Son sólo europeos? O hasta he consultado ¿No son suizos?

Esta última pregunta la he hecho porque el paisaje y muchas aldeas alsacianos tienen un marcado color suizo porque Alsacia está en el vértice donde se tocan Francia, Alemania y Suiza. Posiblemente en la época feudal, las ciudades alsacianas tendieron a aproximarse a la Confederación Helvética, pero ya estaba construyéndose la unidad de Francia y era una potencia gravitante, aunque algunos feudos pasaban al poder de príncipes alemanes o a feudos eclesiásticos. Pero también hay que reconocer, que si algo de Suiza hay en Alsacia, es de la Suiza germánica, su paisaje es casi la prolongación cultural de la selva negra, sus aldeas y ciudades recuerdan los cuentos alemanes de los hermanos Grim y a las aldeas de diligentes artesanos que construían los relojes cu-cú y juguetes perfectos.

Pero lo que interesa es saber que piensan los alsacianos ¿Se sienten franceses? ¿alemanes? ¿suizos? ¿Se sentirían europeos simplemente?

Claro que es muy difícil saber sus opiniones, porque la comunicación no es fácil con un pueblo notoriamente germánico. Sin embargo, las respuestas que recibí no favorecía ninguna de las cuatro posibilidades mencionadas. La respuestas fueron claras: ni alemanes, ni franceses, ni suizos:  se sienten alsacianos.

Naturalmente que esta consulta no tiene ningún valor estadístico pero respondía nis dudas de simple turista.

La versión oficial, sin embargo, es insitir en que son franceses y así lo registra la literatura y el cine francés, que han destacado la fidelidad de algunas familias aristocráticas a Francia, así como ciudades (Colmar por ejemplo) durante el período 1870-1918. Sin embargo, los alsacianos debieron servir masivamente en el ejército alemán y más tarde, durante la breve ocupación hitleriana, los alsacianos debieron incorporarse al ejercito nazi. Es probable que en estos períodos, el cine y la literatura alemana presentaran otra imagen.

Creo que actualmente se da la paradoja que al crearse grandes bloques, como la Comunidad Europea, las minorías regionales tienen mucho más posibilidad de desarrollarse y lograr más autonomía, creo que eso ocurrirá con los alsacianos, los galeses y escoceses, los vascos y catalanes, los corsos, etc.  Estas autonomías se han desarrollado a tal extremo que en Europa han surgido nuevas naciones que eran minorías insertadas en otros países, eso ocurre con Eslovaquia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro, Croacia, Bosnia, Estonia, Letonia y Lituiania, etc. El gran bloque continental da libertad a sus pequeños elementos y probablemente el patriotismo tradicional pierde relevancia.

Alsacia y la solidaridad.
Yo he visitado Alsacia en numerosas oportunidades y la razón de ello ha sido la solidaridad. En efecto, cuando en Chile se produjo el golpe militar, en 1973, decenas de miles de chilenos debieron salir del país y para preservar sus vidas buscar refugio en otros países. A pesar de que los países desarrollados no simpatizan con la inmigración, muchos de ellos abrieron sus puertas y brindaron refugio a estos exiliados. Así lo hicieron numerosos países europeos y también Canadá, Australia, Nueva Zelanda y otros. También acogieron a inmigrantes chilenos los países de América Latina. En Francia, los exiliados se distribuyeron según la política gubernamental y Alsacia acogió a un contingente de exiliados chilenos.

Entre estos exiliados estaba un matrimonio amigo, ambos habían estado presos y fueron sometidos a terribles torturas, después de años en las cárceles, lograron que Francia les concediera visas y con sus dos hijas se establecieron en Alsacia. Yo mantuve correspondencia con ellos y siempre me invitaron a visitarlos, lo que hice en varias oportunidades y además en otras debí ir a Estrasburgo por razones de mi trabajo en Derechos Humanos, a entregar documentación al Parlamento Europeo y especialmente al centro de documentación de derechos humanos que existe en esa ciudad.

En Alsacia conocí a muchos exiliados chilenos y a través de ellos, naturalmente conocí a algunos alsacianos. Mis amigos, Víctor y Elvira, son extremadamente generosos y aún siguen invitándome a que los visite. Ellos volvieron a Chile, pero nunca pudieron restablecerse en nuestro país. Sus hijas se habían quedado en Francia y se habían casado con franceses, lo que fue el otro factor determinante para que regresaran a Francia, donde ya tenían el status de residentes.

Estos  amigos, quizás por los sufrimientos que debieron soportar, tienen una actitud de increíble generosidad y de afán de vivir. La cultura francesa (o alsaciana) se ha impreso en su vidas y saben disfrutar. Así, mientras estuve con ellos, todos los fines de semana salíamos a recorrer Alsacia, especialmente las encantadores aldeas de la ruta del vino blanco, las que se conservan como eran en el siglo XVI y cada una de las cuales tiene historias de independencia, guerras, alianzas e invasiones. Además estas historias están complementadas con leyendas que calzan perfectamente con el marco de esas aldeas con casas de cuentos y castillos. Recordar todos los lugares visitados es casi imposible, sólo mencionaré algunos y también algunas ciudades que visitaba los días laborales, cuando mis amigos estaban trabajando, yo viajaba en tren a conocer otras ciudades alsacianas.

Riquewihr.
Los viajes con mis amigos, grandes conocedores de Alsacia, eran por las regiones más bellas del país, llegando a las aldeas y a los lugares más atractivos: las viejas casas mantenidas impecables a través del tiempo, las viñas donde se podían degustar los vinos riesling,  gewurztraminer y los que en Chile llamamos vinos del Rhin, los pequeños museos aldeanos donde se conservaban las herramientas de labores vinícolas, labranza y artesanía de varios siglos atrás. Riquewihr tiene todos estos atractivos, con la ventaja de ser una pequeña aldea de menos de dos mil habitantes, por lo cual se puede recorre en un par de horas y visitar sus museos, torres, castillo y restos de su murallas, junto a sus casas con paredes curvadas y techos de tejas rojas y también un poco curvos con los años. En algunas torres hay nidos de cigüeñas pues a Alsacia se le denomina “el país de las cigüeñas”.

Las casas son de tres o cuatro pisos, con armazones externos de madera y con uno o dos pisos en el entretecho, con ventanas colocadas allí como vigías entre las chimeneas. Si allí vivían familias en cada casa, la prosperidad debió ser muy grande y la riqueza de los alsacianos se justificaba plenamente por su espíritu de trabajo, su disciplina y su gran capacidad para ahorrar y acumular riquezas. Quizás hubo pobres, pero si es así, la pobreza no deja huellas visibles, ya que sólo se conservan las buenas construcciones.

Las calles empedradas, con pequeñas plazas con fuentes y por donde corren canales que proporcionaban el agua y donde las mujeres lavaban la ropa y que a la vez eran los fosos defensivos de la ciudad y del castillo.  

En una oportunidad volvimos a visitar esta aldea, pues es la joya de Alsacia, en compañía de mi hijo menor y con nuestros dos amigos, Víctor y Elvira que nos brindaban toda clase de información, como los mejores guías turísticos. (Ver ilustración de esta crónica).

El castillo de Haut Koenigsbourg.
Este inmenso y solitario castillo está situado en la cumbre de una montaña de los Vosgos y domina una vasta planicie. Es un castillo bastante aterrador, tétrico y hasta artificial, de gusto teutónico. Quizás en el pasado fue distinto, ya que perteneció a nobles suizos, pero durante la ocupación prusiana, el emperador ordenó su reconstrucción, la que tenía una clara finalidad: demostrar el poder de Alemania (Prusia) y establecer que se quedarían para siempre.

Es probable que esta visión terrorífica se deba a que lo visité con mis amigos un día de invierno. Si afuera hacía frío, el interior del castillo era un freezer. Supongo que calefaccionarlo debería costar un dineral. Además es oscuro y cada salida al exterior lo lleva a una terraza que lo ponía a merced de un viento frío que produce  un congelamiento adicional. Las grandes salas y piezas, con escasos muebles, también algo falsos, son oscuras y tenebrosas.

El castillo parece artificial, en primer lugar por sus dimensiones, es de varias cuadras de largo y sus murallas constituyen una triple red, cada vez más altas, pero más altas son aún  sus inmensas torres. Su reconstrucción es del siglo XX y ya no tenía ningún sentido militar o estratégico, sólo establecer la grandeza del emperador alemán, Guillermo II para quien fue construido. Contrastan estas grandes masas con las dimensiones de las aldeas y de los edificios de ellas, parece, en síntesis algo ajeno a la dulzura de Alsacia. Quizás el castillo original fue totalmente distinto

Colmar.
Colmar es ya una gran ciudad, con barrios modernos que muestran el desarrollo de Francia. Sin embargo, el centro de la ciudad conserva un agradable barrio antiguo muy arbolado y con mansiones blasonada y otras similares a las de las aldeas alsacianas. Un edificio antiguo y distinguido es la antigua aduana y otros tiene hermosas arcadas en el primer piso. La pequeña Venecia es otro sector encantador, se puede pasear por las riberas del canal por estrechos senderos ribereños de casas típicamente alsacianas, con su estructuras de maderos. Abundan antiguas iglesias con bellos vitrales.

Colmar fue liberado por las tropas francesas libres en 1945 y hay un gran monumento que recuerda la entrada de los tanques que derrotaron a los nazis.  


Mulhouse.

Esta ciudad industrial no reviste mucho atractivo turístico, sólo como ejemplo del desarrollo de la industria textil, pues aquí se desarrolló la impresión de colores en los paños. Hay un museo que contiene millones de ejemplos de las impresiones realizadas durante los dos últimos siglos. Hay varios museos de Bellas Artes, Historia, Ferrocarriles, etc.

 

Los campos de batalla.
Como país disputado por dos grandes potencias, en Alsacia se dieron grandes batallas y con mis amigos visitamos algunos de estos lugares, no los de la guerra del 14 porque su cercanía temporal y la mortandad que provocó le hace perder cualquier interés, en cambio, visitar los lugares donde se libraron batallas en la guerra de 1870 parece más interesante, por su lejanía en el pasado y porque era una guerra en la cual el heroísmo aún jugaba un rol destacado, lo que después fue reemplazado por la tecnología. En la guerra de 1870 todavía había cargas de caballería y duelos de artillería y lucha cuerpo a cuerpo. Uno de los lugares que visitamos fue Wissensbourg. Actualmente es un verde valle con praderas, bosquecillos y colinas arboladas. Hay hermosas casas blancas de techos rojos salpicando todo el paisaje. En distintos puntos abunda los monumentos recordatorios de la batalla, donde se encontraron un pequeño ejército francés y uno alemán, cuatro veces más numeroso. En una colina hay un monumento dedicado a un regimiento de zuavos (soldados coloniales franceses) que perdieron casi todos sus efectivos sin retroceder. Emilio Zola, en su libro “La dèbacle” relata un duelo artillería, los cañones alemanes tenían un alcance muy superior al de los franceses, resultando que las balas francesas no alcanzaban a llegar a las líneas alemanas, mientras que los cañonazos prusianos llegaban a las defensas galas y en pocos minutos destruyeron toda la artillería francesa. Aquí también la tecnología superó al heroísmo.   

 

La línea Maginot.
Una viaje al cual accedieron mis amigos, fue ir a la línea Maginot, aunque ellos la habían visitado varias veces. Llegamos a una colina y allí, muy disimulado había un portón, era la entrada a uno de los fortines de la mencionada línea.

Se pensaba que esta línea defensiva era formidable y que impediría la invasión alemana

que amenazaba que iba a ocurrir con el ascenso de Hitler al poder. Se utilizó la última tecnología bélica y se basaba en el supuesto de que la invasión alemana sería por Alsacia y Lorena. Considerando la experiencia de la Guerra del 14, se presumía que sería una guerra de posiciones de larga duración. De manera que Francia construyó esta línea de fortines subterráneos e interconectados, con cañones de gran envergadura. Se consideraba que las tropas estarían protegidas en refugios subterráneos que contaban con toda clase de comodidades: agua potable, electricidad, ventilación, alcantarillado,  baños, cocinas, panaderías, comedores, dormitorios y hasta solariun para evitar que la falta de sol afectara la salud de los combatientes. Incluso había una línea férrea subterránea que unía los fortines y podía transportar municiones y tropas rápidamente. Penetrar en esta fortaleza es visitar un monumento a lo terrible que es la guerra y la inmensa cantidad de recursos que se despilfarran para matarse unos a otros.

Delante de la línea había campos minados y  obstáculos anti tanques de fosos y rieles clavados que impedirían  el avance de las fuerzas mecanizadas.

La línea sirvió de muy poco, porque los alemanes atacaron a Francia violando la neutralidad de Bélgica y penetraron por la planicies de la Champagne. Sin embargo, los franceses han levantado un memorial  en homenaje a la línea, en una  casamata que con sólo 30 defensores fue capaz de detener  durante tres días a una división alemana.

El ecomuseo.
Otra visita de mucho interés fue al eco museo que se encuentra en plena campiña en la aldea de Ungersheim. Es un museo gigante en superficie, pues contiene varias decenas de construcciones de la antigua Alsacia. Son casas aldeanas de diverso tipo, granjas de diversas regiones y que realizaban diversas actividades: viñas, ganadería, agricultura. También hay talleres artesanales, lavandería y plazas. 

Es una visita al pasado costumbrista de Alsacia. Los funcionarios de este museo son alsacianos vestidos con trajes típicos de las regiones y de las actividades  que se presentan. En una casa se pueden escuchar conversaciones en los diversos idiomas de la región: alto alemán, dialectos alsacianos germánicos y dialectos alsacianos que tienen relación con el francés. Había una mujer lavando la ropa a mano, como se hacía antaño, de rodillas junto al cauce de un canal, en pequeñas casas construidas con ese objeto y que después vi en algunas aldeas, donde aún se conservan (ver ilustración de esta crónica).

Esta aldea – museo es una síntesis de la arquitectura y las costumbres de una región que tiene su propia personalidad e historia. Este tipo de museos no es exclusivo de Alsacia, en Gales, vi otro que estaba compuesto de construcciones originales que se habían desarmado y transportado el museo. En Barcelona, hay otro distinto: el pueblo español, compuesto de construcciones realizadas con planos de las antiguas construcciones de distintas regiones de España. El ecomuseo de Alsacia es más modesto, pero parece mucho más genuino porque allí se siguen practicando las antiguas actividades económicas, especialmente artesanías de la Alsacia feudal,.

 

Patricio Orellana Vargas
patoorellana@vtr.net

Santiago, Septiembre de 2006

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