Francia, Los Pirineos.

El país de los cátaros

 

albi

Patricio Orellana Vargas, “Catedral y palacio arzobispal de Albi”, óleo, 50 x40 cms

EL PAÍS DE LOS CÁTAROS.

País y cátaros.
En nuestra cultura chilensis el concepto de país se refiere a Estado. Los países son los que forman las Naciones Unidas, por ejemplo. Sin embargo, en el francés e inglés país corresponde también al concepto nuestro de región. Así, los franceses y españoles pueden hablar del país vasco o en Francia del país Quint, el país de Foix o el país Cátaro.

 
El país de los cátaros no existe porque los cátaros ya no existen. Pero aquí nos referimos a la región que actualmente en Francia se llama Midi-Pyrinnées, Rosellón y Languedoc, incluyendo otras zonas próximas como Albi y que hasta el siglo XIII tuvieron una minoría cátara muy importante.

En varias oportunidades he viajado a esa región, especialmente a su centro, la ciudad de Toulouse. Una razón especial de estos viajes ha sido que allí vive mi amigo Bertrand, un colega francés con el cual trabajamos juntos durante el gobierno de Allende. El era un joven asesor del gobierno francés en los proyectos que llevaba a cabo en Chile, había sido un activo participante de la gran movilización juvenil de 1968, que había cambiado a Francia y al mundo. Bertrand es una persona muy comprometida y valiente. Durante el golpe militar se atrevió a ayudar a muchos perseguidos a los cuales salvó la vida  y hasta fue amenazado por las autoridades militares de ser sancionado por sus actividades y se le citó para iniciarle un proceso en los tribunales militares, pero se presentó acompañado del Encargado de Negocios de la Embajada de Francia , lo que inhibió al militar encargado de cumplir con sus amenazas, pero por su propia seguridad y consejo de su gobierno, debió irse del país, pero se fue con Chile en el corazón. Posteriormente en Francia, fue elegido alcalde de una de las comunas del Banlieu (periferia) de París y desde allí hizo una gran labor de solidaridad con Chile y con los asilados chilenos en París.

Yo lo visité varias veces en París, pero después desempeñó cargos en diversas regiones de Francia, hasta que se estableció definitivamente en Toulouse, centro de la industria espacial y aérea de Europa. Él me invitó repetidas veces y consideraba una ofensa si cuando iba a Europa no pasaba a visitarlo y esa es la razón por la cual Toulouse es para mí una ciudad muy querida. Además, Bertrand me llevó en numerosos viajes a conocer toda la región y en diversas  oportunidades visitamos Albi, Carcasone, Armagnac, Tarbes, Cordes,   Montségur, Pau y otros muchos lugares.

Viajar a un país como turista, muchas veces significa que nunca se puede conocer a los habitantes del país, en cambio, para mí ir a Toulouse significaba,  además, entrar en la intimidad de un hogar francés y compartir con mis amigos, con los cuales ya tenemos una amistad de más de 30 años e incluso una hija de ellos y mi hijo menor son muy amigos pues se conocen desde que nacieron. La hija de Bertrand, Judith nació en Chile y se siente medio chilena.

Estar con una familia es conocer cómo es realmente la vida en Francia, pues se comparte sus quehaceres, sus comidas, sus paseos y hasta conoce sus trabajos, ya que varias veces me llevaron a conocer la industria espacial y la biblioteca donde mis amigos trabajaban.

En estos viajes, además de disfrutar del paisaje, Bertrand y su esposa Giselle,  me contaban detalladamente la historia de la región que ellos conocían en detalle. En numerosas oportunidades hicimos paseos por la misma ciudad de Toulouse llamada ciudad rosa, porque casi enteramente estaba construida en ladrillos de tonos rosados. Además este material de construcción ha sido tan hábilmente utilizado que sus iglesias y palacios son todos verdaderas obras de arte, ya que al revés de la piedra, el ladrillo ha permitido construir  edificios altos, curvilíneos y elegantes, acrecentada su belleza por el color característico que cambia con la luz. 

Claro que esta belleza arquitectónica a veces me jugó malas pasadas, en una oportunidad Bertrand me invitó a almorzar en el centro y acordamos juntarnos a las 12,30 en la puerta de la catedral, pero yo confundí la catedral de Saint–Etienne con  la Basílica Saint-Sernin  y lo esperaba en esta última. Cuando advertí mi error debí caminar una docena de cuadras a la mayor velocidad posible y cuando llegué Bertrand estaba indignado. Como él había vivido en Chile y conocía nuestra fuerte impuntualidad, no la podía soportar, porque los franceses son mucho más puntuales que los ingleses, que son mencionados como ejemplos de puntualidad. Otra característica de los franceses es que dicen la verdad y a pesar de que la cortesía es una virtud francesa, no se tiene objeción en manifestar su indignación ante nuestras fallas culturales. Simultáneamente este enojo de mi amigo francés no significaba un quiebre de nuestra amistad, sino que expresar la verdad es parte de una buena fraternidad.

 Los franceses dicen que Lyon es el estómago de Francia, para expresar que allí está la mejor tradición culinaria francesa, lo que significa que es lo mejor de lo mejor. Yo he estado en Lyon  pocas veces y no he podido apreciar mucho la cocina de esa región, pero creo que Toulouse no está lejos en este aspecto. Todo lo que comí en casa de mis amigos era perfecto y también lo era la comida de los restaurantes a los cuales me invitaron. Lamentablemente no recuerdo los nombres excepto de las diversas tarrines, paté fois, los patos y la cazolette (creo que se escribe así), una comida popular de porotos con carne y muchas especies. Además, en casa de mis amigos siempre aparecía al final de la comida una bandeja con los más diversos quesos, que incluía los de diversas regiones de Francia como Normandía, Bretaña, Dordoña, Alsacia y los Alpes. También los vinos eran de Burdeos o Borgoña, aunque a veces servía los vinos Gaillac de la zona.  Con ellos aprendí disfrutar el pastisse de aperitivo, costumbre que es muy costosa de mantener en Chile.

Los cátaros.
En esta región, a los pies de los Pirineos, se mantiene el recuerdo de los cátaros y mi amigo Bertrand decía que él era el último cátaro, pues éstos habían sido totalmente eliminados por la iglesia católica. A Bertrand la historia de los cátaros lo conmovía profundamente, especialmente su espantoso genocidio. Durante las visitas que hice a Toulouse, Bertrand me llevó a muchos lugares donde quedaban ruinas de los antiguos cátaros, lo que me permitió rendirles un homenaje a estas víctimas de la intolerancia y a la vez conocer muy bien su país: el país de los cátaros.

 
En el siglo XII en esta región prosperó la iglesia de los cátaros, los que también existían en Aragón, Cataluña, Norte de Italia y en algunas regiones de Los Balcanes.

La religión cátara provenía de Los Balcanes y su origen inicial pudo ser Irán. Como fue considerada una herejía por el cristianismo, el catarismo desapareció y todos sus escritos fueron destruidos por ser  pecaminosos, sólo dos textos se conservan en una biblioteca de Lyon, pero no explican mucho la naturaleza del catarismo ni sus prácticas. De manera que actualmente, aunque hay una profusión de escritos sobre el catarismo es poco lo que puede sostenerse con certeza.  Tenía algunas conexiones claras con el cristianismo, así por ejemplo aceptaban  el evangelio   de San Juan, pero tenían una concepción del mundo maniqueísta, existían el mal y el bien en permanente pugna y Satanás era el que gobernaba la tierra y sólo el reducido cielo quedaba al bien. La práctica del bien era la salvación, no en forma de un paraíso, sino en la superación personal, que a través de etapas de trasmigración, permitía llegar al nivel de perfección del bien, lo que proviene del hinduismo y de las concepciones pitagóricas.

El término “cátaro” viene de la palabra griega “catarsis” que se refiere a la purificación que en la Grecia antigua se realizaba cuando un lugar o santuario había sido  violado por acciones humanas   

En el siglo XII, el catarismo estaba fuertemente asentado en  el Midi y zonas cercanas. La iglesia católica vivía un período de profunda corrupción y su prestigio era muy reducido. En estas circunstancias los cátaros predicaron con el ejemplo, en vez de propiciar la máxima católica de “amar al prójimo como a sí mismo” los cátaros practicaron la concepción de “amar al prójimo más que a si mismo”.

Consideraban que el trabajo manual era dignificador y que la vida era una constante perfección individual. Los cátaros eran llamados los “perfectos y las perfectas” o los “hombres buenos”, lo que refleja la legitimidad de que gozaban en el Midi y el Languedoc. Parece que no eran fanáticos, en el sentido de combatir al cristianismo, al contrario, estaban inmersos en la sociedad católica con total tolerancia mutua, sin tener problemas. Incluso su símbolo era una cruz compuesta de cuatro pétalos alargados y que aún se usa como símbolo del Rosellón. el Languedoc y el Midi.

Tampoco parecen haber sido belicistas, sólo se defendían de los ataques, pero nunca intentaron tomar el poder u organizarse militarmente para agredir. Sin embargo, eran épocas de intransigencia y la iglesia católica los consideraba herejes y cuando los atrapaba los condenaba a la hoguera. En el Midi y el Languedoc pudieron subsistir porque contaban con el respaldo de la población, los señores feudales e incluso de las iglesias católicas locales, pero la Santa Inquisición dictaminó que debían ser eliminados y emprendió una cruzada liderada por el Papa y por el rey de Francia en el siglo XII. Los señores feudales del norte de Francia se incorporaron masivamente a esta cruzada para conquistar nuevos feudos y finalmente en el siglo XII todos los cátaros fueron eliminados, muchos de ellos en hogueras.

Albi.
Los cátaros también fueron llamados albigenses por la ciudad de Albi, donde había algunos, aunque la mayoría estaba más al sur.

Esta ciudad es también  construida de ladrillo rosado y su centro conserva algunos edificios de la época feudal. La iglesia católica para celebrar el triunfo frente a los cátaros y para mostrar su poder, construyó allí una gran iglesia, la catedral de Albí, la que, junto con el palacio arzobispal constituye un monumento impresionante por su altura y su tamaño. Sus altas torres rosadas elevan al cielo el poder de la Iglesia. Esta gran construcción, a la orilla de un río, es a la vez, expresión de poder y grandeza, pero está suavizado por el color rosa del ladrillo y por el entorno ribereño, donde siempre hay pescadores que simbolizan la paz vigente. Además el palacio arzobispal, que puede visitarse, está lleno de jardines colgantes de frente al río. (Véase la ilustración de esta crónica).

La catedral  es también muy dulce, con su gran altura y su claridad  en su nave central.  Ya no queda mucho del origen, que quería demostrar el triunfo del cristianismo y la eliminación de sus enemigos herejes, aunque estos enemigos parece que nunca mostraron el fanatismo religioso y la intolerancia de la Iglesia. Pero la herejía cátara ya está olvidada y más olvidada aún está el genocidio de los cátaros.

Otro atractivo que integra este complejo arquitectónico histórico es el Museo de Toulouse-Lautrec. Anexo al palacio arzobispal está este museo, donde se guarda  la más completa colección  de las obras de este extraordinario pintor.  A Toulouse-Lautrec podemos mirarlo con ojos contemporáneos y lo entenderemos como la tragedia del minusválido que supera sus propias limitaciones, demostrando su genialidad a pesar de las debilidades impuestas por sus deformaciones. Lautrec vivió el mundo bohemio del París de la segunda mitad del siglo XIX, mundo bohemio que propiciaba el goce de la vida en la amistad, las mujeres, las fiestas y especialmente los bailes, que los impresionistas como Renoir y Monet muestran en algunos de sus cuadros, pero que él reinterpreta desde un punto de vista realista, superando la visión más neutra de los impresionistas.

La limitación física (sus piernas cortas que lo transformaron en un enano) le impidieron incorporarse plenamente a esta vida y no tuvo los éxitos amorosos de la bohemia. En  su rechazo, fue capaz de incorporarse a ese mundo como un observador muy sagaz y ese período de la historia de Francia no podría comprenderse sin sus cuadros, donde Jane Avril , Valentín el “deshuesado” y la “Gouloue”,  hacen contorsiones y muestran una agilidad que Lautrec, sin duda envidiaría. Pero Lautrec no sólo se inscribió como el observador que registraba una época, también participó en su cambio y en su dinámica. Es el gran iniciador del arte del affiche, litografía gigante que se pegaba en las paredes, promoviendo determinados espectáculos o productos. En alguna medida, el affiche significó sacar la pintura de la sala de exposiciones y llevarla a la calle.

Una visita al museo de Toulouse-Lautrec en Albi, es a la vez un homenaje a su grandeza y el disfrute de muchas de sus obras pictóricas.

De manera que una visita a Albi vale la pena en muy diversas dimensiones: histórica, artística, arquitectónica, religiosa, sentimental  y hasta  en la intimidad de la vida provincial francesa, ya que no es un destino turístico de primera envergadura.     

Carcasonne.

Esta fortaleza, es en cambio, uno de los atractivos turísticos principales del Midi. Es el más completo castillo medieval que se pueda encontrar en Francia y su restauración permite visitar, no las ruinas del pasado, sino el pasado viviendo con gran vitalidad en el presente. Carcasonne es un complejo arquitectónico de la mejor ingeniería militar de la época que incluye toda una ciudadela. Gracias a mi amigo Bertrand, varias veces he visitado esta fortaleza, que según dicen es la más grande de Europa. Tiene un origen galo-romano, pero su construcción fundamental en piedra es del siglo XII. A diferencia de las construcciones rosadas características del Midi, Carcasonne es de color gris, ya que es de piedra, lo que le da un carácter adusto y guerrero. Sin embargo, su reconstrucción, hecha por arquitectos del norte de Francia en el siglo XIX,  le incorporó unos techos cónicos agudos a las grandes torres, lo que no es característico del Midi (donde no llueve como en el norte de Francia) y en alguna medida hizo al castillo más elegante y menos militar.

Un paseo por las murallas es una aventura con la historia. En una oportunidad que fuimos con mi hijo menor, Bertrand contrató un guía especial, el que nos detalló cada lugar que visitábamos. En primer lugar es una fortaleza con doble muralla, las que están separadas por verdes prados llamados”lices”. La finalidad militar de esta doble muralla era tener una segunda defensa en caso de que la primera muralla cayera. Si eso ocurría, los defensores pasaban a la segunda muralla, que es más alta y desde allí podían eliminar a sus enemigos que quedaban atrapadas en “los lices” o en la muralla más pequeña.  Además las murallas tenían una salientes como nudos que tenían la finalidad de desviar y reducir la potencia de las bombas que podían llegar (en esa época los cañones´, como antes las catapultas,  lanzaban piedras redondas o bolas de fierro) y el bombardeo tenía como finalidad demoler la muralla.

El guía, que era muy simpático y divertido, nos contaba todos los detalles con anécdotas muy sabrosas, así la segunda muralla estaba plagada de trampas si los atacantes lograban llegar a ella. Había profundos hoyos en cada curva, de manera que si los soldados iban corriendo, no podían detenerse ante este obstáculo y caían a un abismo que terminaba en un conjunto de lanzas en los que se ensartarían. (claro que ahora están cerradas esas trampas),  pese a los cual el guía nos contaba que en sus tours, generalmente dos o tres turistas no llegaban al final, pues caían en estas trampas, de manera que nos rogaba que tuviéramos cuidado.  En todo el camino de ronda, en lo alto de las murallas, había además, otras defensas sorpresivas,  detrás de pequeñas trincheras había el espacio exacto para que dos o tres arqueros acribillaran a los atacantes que corrían por el camino de ronda. El guía se metía en la trinchera y nos mostraba como se protegían los defensores, pero como él era muy grande, parte de su cuerpo sobresalía y nos explicaba que estas defensa estaban hechas para soldados de un metro y medio, que era la estatura media de los franceses en esa época .

El castillo, según el guía se llama Carcasonne en recuerdo de una princesa que dirigió la defensa ante un asedio. Después de varios meses los defensores carecían casi totalmente de alimentos y sólo quedaba un par de cerdos. La princesa ordenó asarlos y el aroma les llegaba a los sitiadores, los que también tenían problemas de alimentación. Después de estimular el apetito de los sitiadores exhibió en las murallas las carcasa de los dos cerdos, doraditos, crujientes y chorreando grasa derretida. Los atacantes no podían creer lo que veían y menos aún cuando la princesa ordenó bajar los cerdos y se los regaló a los sitiadores para que tuvieran su festín. La conclusión de los atacantes fue que el castillo estaba tan bien provisto de reservas que no podrían vencerlo por el hambre como era su estrategia y se retiraron sin seguir la lucha.

Además de este paseo por el camino de ronda, se puede visitar el recinto del castillo condal, que es el edificio donde vivían los condes o príncipes de Carcasonne, allí hay un museo y una antigua iglesia, Esta parte es un recinto separado con una gran barbacana que lo une a la ciudadela, de manera que constituía como una tercera muralla o último refugio integrado por altas torres inaccesibles.

La ciudadela, aunque estructurada como una aldea medieval, es un gran mercado integrado por numerosas tiendas especializadas en los servicios propios del turismo actual: restaurantes, bares, supermercados de alimentos, tiendas de souvenirs y de toda clase de artículos locales que puedan interesar a los visitantes. También se conserva la Basílica de Saint Nazare que contiene antiguos vitraux y hermosas estatuas del siglo XIV.

Carcasonne fue muy importante por ser la mayor fortaleza en esta frontera de Francia, perdió su valor estratégico cuando la frontera fue desplazándose hacia los Pirineos, quizás ese hecho permitió que Carcasonne se conservara y no sufriera transformaciones ulteriores hasta que fue reconstruida.

Perpignan.
Cuando  mi amigo Bertrand, estaba trabajando, lo que es su pasión,  pues sólo duerme 4 horas diarias, yo salía a conocer otros lugares y viajando en tren por el día visité varias ciudades del Rosellón, región francesa al borde del Mediterráneo y próxima a España. Esta región es muy bella y su proximidad con Cataluña la hace muy similar culturalmente a esa región española.

 
También visité las ciudades del país de Foix, región a los pies de los Pirineos.

Una ciudad muy atractiva es Perpignan, ya que en su tradición fue una ciudad catalana y española, sólo en el siglo XVII pasó a ser definitivamente francesa. La ciudad tiene el calor del sur y el aire alegre de los catalanes. Hay paseos peatonales y se conservan iglesias y palacios medievales. Lo más atractivo y singular es le palacio de los reyes de Mallorca, que data de la época en que Las Baleares estaban bajo el control catalán y aquí residían sus reyes. Este palacio es muy sugestivo porque se ingresa atravesando una muralla que da al patio de honor donde se levanta el palacio ordenado en varios niveles con arcos de medio punto, las del primer nivel y las siguientes, góticos o rectos. Finalmente se llega al cuerpo principal en lo más alto. Es un palacio en el centro de la ciudad, aunque conserva las murallas características de los grandes castillos renacentistas.

Como otras ciudades de la región, su historia está llena de guerras e invasiones, ya que es el camino directo entre Francia y España. En las últimas guerras entre España y Francia, en el siglo XVII, la guarnición española resistió durante largo tiempo el asedio francés y aunque gran parte de su población murió de hambre, el final fue la rendición con honores de los defensores que conservaron la vida. 

Lourdes.

Parece raro incluir  este santuario católico en mi crónica sobre el país de los cátaros, pero en realidad hay que respetar la geografía. Lourdes está a los pies de los Pirineos, en una zona que hubo cátaros hace 800 años, pero desde entonces y antes, es una región muy católica.

Es extraño, que pese a su importancia, Bertrand nunca insinuó hacer un viaje a Lourdes, aunque él es católico observante (aunque en broma dice que es cátaro) al extremo de haber sido misionero de Santiago de Compostela,  con su esposa fueron a pie a Galicia, siguiendo la tradición de los peregrinos medievales.

He visitado Lourdes en dos ocasiones, por insistencia de mi esposa que es católica observante, de manera que cuando elegimos un tour  desde Italia a España, seleccionamos aquel que se detiene uno o dos  días en Lourdes, lo que hemos hecho en dos oportunidades y no me arrepiento.

Lourdes es un lugar sagrado, las apariciones de la Virgen  a una niña del lugar, parece una relación entre la divinidad y la ingenuidad infantil, amplificada por la creencia y el convencimiento de los campesinos de la región. Emilio Zola, en su época, escribió una diatriba sobre este milagro y rechazó especialmente su comercialización y el absurdo interés de la Virgen en que le hicieran un templo en su homenaje..

Sin embargo, es evidente que la llegada masiva de peregrinos genera casi automáticamente un intenso comercio de artículos religiosos, souvenirs y establecimientos para alojar y alimentar a estos peregrinos, a los que ahora se les suman los turistas. Esto ocurre con los lugares similares, incluso independientes de la religión respectiva.

Lourdes está  a los pies de Los Pirineos, es una pequeña ciudad que conserva su castillo medieval y algunos restos del pasado, aunque, naturalmente la urbanización ha sido intensa para levantar residencias y hoteles de todo tipo. Sin embargo, la gruta de Massabielle está en un amplio campo conservado como era en la época del milagro a mediados del siglo XIX. En este lugar, se produce un efecto mágico, no sólo por la ambientación conservada, sino porque el río le da una dinámica vivificante que se complementa con los numerosos grupos de peregrinos. En realidad allí se observa el carácter universal de la iglesia católica.  Hay grupos de negros, de asiáticos, de latinoamericanos, de europeos y se escuchan los más diversos idiomas. Hay muchos grupos parroquiales encabezados por el párroco de remotos lugares que lo acompañan  diez, veinte o un centenar de feligreses, llenos de fe y entusiasmo por haber llegado a ese lugar que consideran sagrado. Aunque uno no sea religioso, no puede dejar de percibir este ambiente de fe compartida y de grandeza de la religión católica.

Es impresionante ver un coro de adultos mayores proveniente de Irlanda que entona cantos populares en homenaje de la virgen o a un numeroso grupo de alemanes que olvidando su idioma rotundo, guardan silencio observando los acontecimientos. También es impactante  ver la cantidad de personas minusválidas que acuden masivamente en sus sillas de ruedas, muchos conducidos por voluntarios. Todos acuden a las fuentes y se mojan con el agua milagrosa y todos llevan numerosas botellitas que llenan de esa agua. Los envases los venden en los más diversos tamaños, de vidrio o plásticos, con la imagen del milagro impresa en una de sus caras, estos envases son  desde algunas diminutas botellas  hasta bidones de diez o más litros, pero cada cual saca el agua directamente en la fuente.  Yo también llevé algunas botellitas con esta agua, ya que algunos amigos católicos en Chile las recibirían con profundo respeto.

A pesar de la muchedumbre, el parque y el río logran dispersar los grupos y acallar las voces, creando un ambiente con amplios espacios, luz y un suave murmullo de los que rezan, cantan o hablan, trasmitiendo una fe que se extiende por todo el mundo como puede apreciarse el rostro de los visitantes. El río Gave, de un color verde nilo, corre veloz por los prados y su murmullo es el telón de fondo que unifica los rumores humanos. En realidad los turistas parecen perder su simple presencia de observadores y son incorporados a una masa de creyentes que vive su fe. Para algunos resulta un poco chocante la exhibición de piernas y brazos artificiales, muletas y aparatos para andar, que han dejado aquellos que allí han logrado superar sus limitaciones o enfermedades.

Cordes.
Hemos comentado que los cátaros estaban dispersos e integrados en la sociedad del Midi y regiones próximas. Sin embargo, hay excepciones, algunos lugares estuvieron poblados casi exclusivamente por cátaros y una ciudad, Cordes fue la gran ciudad cátara en cuya entrada estaba el símbolo del catarismo. Con Bertrand y su señora fuimos un día a visitar las ruinas de esa pequeña ciudad que está más al norte de Toulouse y Albi, en una región de colinas y montañas bajas muy verdes, con valles llenos de cultivos diversos. Cordes era una pequeña ciudad que estaba en una colina y era un recinto amurallado y sus casas eran de piedra y madera. Desde sus derruidas murallas se ve la próspera región a sus pies.  Si bien de Cordes queda muy poco,  como sede de la herejía,  se salvó de un desarrollo urbano posterior y no se volvió a poblar, lo que por lo menos preservó sus ruinas.  sin embargo, ellas poco 

 pueden aportar a la historia de los cátaros, probablemente era un gran centro  de la industria de la talabartería y quizás cordelería.

Se cree que en su plaza se celebraban los ritos de la secta y se presume que consumían alucinógenos que los hacían caer en trance. Pero no hay restos de templos o iglesias, sólo de viviendas. En cualquier caso, visitarla es emocionante por su historia y porque las ruinas están cubiertas de vegetación que le da un ambiente entre misterioso y sagrado. Vale la pena estar allí un par de horas respirando un pasado borroso y heroico, heroico no por las hazañas bélicas, sino por el sacrificio de toda una feligresía por sus convicciones religiosas frente a la intolerancia católica.

Montségur.

Para culminar el viaje por el país de los cátaros, Bertrand me llevó a Montségur, el lugar de la inmolación final de los cátaros. El viaje en auto desde Toulouse a los Pirineos recorre una zona bellísima, que se transforma en una región montañosa, con bosques, valles verdes, cerros y montañas en forma más o menos caótica. Hay grandes peñascos, mayores que una catedral, colocados en la cumbre de algunas colinas.

Llegar a Montségur no es fácil, hay que ir con el mapa, permanentemente informándose de la dirección que hay que seguir entre ese terreno abrupto. Quizás los cátaros pensaban que Montségur sería, como su nombre lo indica era el refugio seguro para mantener el culto cátaro, libre de las persecuciones católicas. Pero si así fue, se equivocaron.

Los cruzados cristianos llegaron a este último baluarte cátaro y le pusieron sitio. Los cátaros refugiados tras las altas murallas defendieron con tesón su fortaleza, pero la superioridad del ejército cruzado era inmensa. Finalmente, con excepcional magnificencia, los cruzados aceptaron la rendición y prometieron respetar las vidas a los cátaros, de manera que se ordenó a los prisioneros optar por el arrepentimiento y volver a la religión verdadera siguiendo el sendero de la derecha, mientras que los fanáticos que insistían en la herejía debían seguir el sendero de la izquierda, el que conducía a la hoguera. Del poco más de dos centenares de cátaros sobrevivientes, todos siguieron el sendero de la hoguera y murieron por su fe ante el estupor de los cristianos, los que excepcionalmente le habían dado esta generosa oportunidad, poco habitual en ellos, ya que cuando habían tomado la ciudad de Beziers, por ejemplo, ante el problema de cómo matar sólo a los cátaros y no a los cristianos que se confundían en la mencionada ciudad, el arzobispo de Narbona, asesor papal de la cruzada, resolvió el problema ordenando la ejecución de todos los habitantes, ya que el Señor, en el cielo,  podría distinguir a los cristianos de los herejes.

El castillo que los cátaros habían construido en Montségur aún se mantiene en pie por  estar construido con piedras ciclópeas y parece indestructible. Lo lamentable para los cruzados es que no encontraron nada en el mencionado castillo, aunque se sabía que los cátaros habían trasladado allí sus valiosos bienes, incluyendo el santo grial. Hasta ahora hay buscadores de tesoros en la región, esperando encontrar las fabulosas riquezas de los cátaros.

Hoy el castillo de Montségur es un concurrido lugar de peregrinación, no de una religión, ya inexistente, sino de manifestación de respeto hacía la fortaleza de las convicciones y el rechazo al fanatismo intolerante.    En el lugar donde se presume estuvo la hoguera a la cual se arrojaron los cátaros hay una placa que recuerda su sacrificio.

Mis sucesivos viajes al país de los cátaros me ha impactado tanto, que siempre uso algunos de sus principios, tal como el de dar pero no recibir o amar al prójimo más que a sí mismo. Naturalmente que esto no significa un compromiso con la religión cátara, en primer lugar porque es desconocida y en segundo lugar porque no soy religioso. Sin embargo, a mis amigos les digo que yo soy el último cátaro, aunque casi ninguno entiende este concepto. Pretendo no contradecir a Bertrand, ya que él se define como el último cátaro. Mi solución es que él es el último cátaro francés y yo soy el primer y último cátaro chileno.

Patricio Orellana Vargas

Santiago, agosto del 2006

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