Grecia, Islas griegas, Creta

CRETA

 

El nacimiento de Grecia.
Creta es una de las grandes islas del Mediterráneo, tiene una forma alargada y es bastante montañosa. Como he comentado en otras crónicas, mi amiga Gloria llegó a la conclusión de que Creta no está en ningún continente o más bien es parte de tres continentes distintos. Mirando el mapa del Mediterráneo se puede ver que está a igual distancia de Europa, Africa y Asia. En realidad ha pertenecido a países de esos continentes en diversas etapas de su historia. Pero Creta es esencialmente griega.

Yo he llegado a la conclusión que en Creta nació Grecia, allí se desarrolló la esplendorosa cultura minoica que precede a la Grecia arcaica. Además mi idea se confirma porque Zeus, el dios más importante de la mitología griega nació allí y así ocurrió con otros dioses similares, incluyendo a personajes como Hércules, hijo de Zeus. Por eso Creta es “la isla de los dioses”. 

Creta ha sido siempre griega, pero durante varios siglos estuvo dominada por los venecianos y después por los turcos. Pero a mí me parece que sigue siendo más griega que nunca y  al parecer, la influencia turca e italiana desapareció totalmente y su folklore, netamente griego, es muy hermoso y alegre y los hombres tienen bailes exclusivamente masculinos, pero también los hay de parejas.

Los cretenses son los griegos más abiertos y simpáticos. Es una población que tiene características especiales, es uno de los casos de mucha longevidad, a pesar de que ese es un rasgo de los países más ricos y ni Grecia ni Creta lo son. Sin embargo, parece que la dieta mediterránea ha jugado a favor de la salud de la población, el trigo, vino y aceite, que es el trinomio básico de los alimentos se complementa con pescados y frutas. 

A mi me gustaba mucho ir a los pequeños pueblos y entrar en los bares y ver a los cretenses, casi todos delgados, de bigotes negros y siempre con botas, bebiendo su bebida nacional, el ouzo, que es un anís que se bebe con agua. Las mujeres son menos vistosas y las de más edad aún siguen con la costumbre de vestir de negro. También hay muy buenos vinos blancos, rosé y tintos, algunos dulces. Allí se toman estos tragos lentamente mientras conversan latamente, nunca vi mujeres integradas.

Un amigo cretense me contaba que ellos fueron los que desarrollaron la más efectiva lucha de guerrillas en contra de la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial. En esa guerra los ingleses experimentaron un gran fracaso al intentar defender la isla y en pocos días los paracaidistas alemanas los expulsaron. Sin embargo, parece que a los alemanes no les fue tan bien pues tuvieron más de  6.000 bajas y los ingleses unas 3.500, pero el mayor sacrificio lo sufrieron los cretenses. A pesar del éxito alemán, nunca más intentaron operaciones con paracaidistas pues fue una cátastrofe militar. 

Cnossos.
Cnossos es la ciudad o palacio más importante de los minoicos. El primer acceso a esa cultura es muy impactante y es imprescindible visitarla.

Cnossos es un conjunto de ruinas que dicen mucho, efectivamente las piedras y las ruinas hablan, pues el guía les explicará como era el palacio y uno se impresionará a ver trozos de esa construcción en perfectas condiciones y hasta recién pintados. Se trata de la reconstrucción que hizo su descubridor, el arqueólogo inglés Arthur Evans, reconstrucción que ha sido muy criticada, pero a un simple turista como yo, le muestra muy bien como era la vida en la sociedad minoica hace unos 4.000 años atrás. Las excavaciones permiten apreciar el sistema de abastecimiento de agua potable para el palacio así como un sistema de alcantarillado eficiente. Hay una gran cantidad de salas y piezas del edificio, que ha contribuido a la idea del laberinto que está en la historia minoica. También hay grandes vasijas que parece se utilizaban para el aceite y el vino.

Como en otros casos, Schliemann (sobre quien nos hemos referido en la crónica de Micenas) creía que los relatos de Homero y la mitología griega tenían un fondo de verdad, así ubicó a Troya (una de las troyas) y realizó los descubrimientos de las tumbas reales de Micenas,  él también creyó que Cnossos existía donde se había señalado en los relatos antiguos, basado en esos datos y los avances hechos por un arqueólogo griego, Evans hizo este descubrimiento y con ello abrió unos milenios ocultos de historia de la humanidad. 

Sin embargo, esta visita, de por sí muy interesante, es incompleta si no se vista a continuación el Museo Arqueológico. Allí hay multitud de piezas de diverso tipo que se han encontrado en las excavaciones: joyas, vasijas, vasos, armas; herramientas, etc. Lo más impactante, sin duda, son las pinturas que muestran aspectos de la vida cotidiana, pero que son espectaculares al mismo tiempo, por su diseño y colorido: Aquí se pueden comprobar las vestimentas usadas, los peinados, el deporte, la moda imperante, hasta los maquillajes y sus estilos. También hay estelas y cerámicas con escrituras que precedieron al alfabeto griego. Y otros elementos que permiten ilustrar la actividad económica, especialmente la navegación y el comercio.

Mis viajes a Creta.
Como en el caso de otras islas, mis estadías en Creta son de dos tipos, las recaladas en cruceros por el Egeo, con una estadía de sólo un día, pero con la virtud de que me incorporaba a los grupos que realizaban tours, de manera que había un aprovechamiento máximo del tiempo incluyendo una vista panorámica por Heraklión, su capital, una vista a Cnossos, al museo de Arqueología y hasta a mercados y tiendas de souvenirs. Todas estas actividades con guías muy versados y generalmente muy orgullosos de contar las grandezas y aportes de Grecia a la Humanidad. Uno de estos tours los realicé en compañía de mi esposa.

La otra visita, más prologada fue cuando asistí a un Seminario en el extremo Este de la isla, en un pequeño balneario llamado Kolimbari, Allí hay un Monasterio Ortodoxo cerca de un pueblo más grande que se llama Platanias. En esa oportunidad visité un pequeño pueblo llamado Estrella, el puerto de Candia (Jania o La Canea) Heraklion y Cnossos. 

En un monasterio griego.
El seminario mencionado se realizó en  un monasterio que contaba de dos edificios principales, el monasterio antiguo, situado junto al mar y en el cual había una docena de monjes, todos ellos grandes, un poco obesos y con largas barbas blancas o negras según la edad. El Monasterio era de la Edad Media y  estaba en una pequeña península, con altas murallas, porque en esa época existían frecuentes asaltos de piratas turcos. A un par de cuadras estaba el anexo, que era un edificio moderno con alojamiento para un centenar de personas, amplias salas y grandes comedores, de manera que allí se hicieron todas las sesiones. Los delegados eran más de un centenar proveniente de todos los continentes. Por extraño que parezca la delegación de Chile era una de las mayores, con  seis personas. Mi amigo Montetriste y yo no tuvimos cabida en el Monasterio y debimos alojarnos en un hotel en el pueblo próximo. Lo que fue muy conveniente porque así podíamos conocer un poco más la vida de los cretenses, aunque he de reconocer que casi todos los habitantes de la aldea hablaban el alemán como lengua extranjera, porque de ese país provenían muchos de los turistas.

Mi amigo Montetriste le hacia honor a su apellido y siempre andaba cabizbajo y amargado, había sido seminarista de los padres capuchinos y por alguna razón se había salido, lo que al estar en contacto con un monasterio parece que agravaba sus nostalgias y arrepentimientos. Siempre parecía casi ausente, pensando en otras cosas, excepto en las sesiones del seminario, que parece que lo hacían revivir.  

En las mañanas, muy temprano emprendíamos la caminata por un camino paralelo a la costa, entre pequeños bosques y cultivos. A veces pasaban automóviles con participantes del seminario que nos invitaban para llevarnos, pero siempre preferíamos caminar porque era muy agradable ver el mar y las colinas. Era comienzos de primavera y aún estaba fresco, pero todo estaba verde y ya había algunas flores.

Después de las sesiones matinales, venía el almuerzo, que habitualmente lo teníamos junto a otros latinoamericanos y después había tiempo para estar una media hora  a orillas del mar pues el Monasterio estaba a pocos metros. En las tardes comíamos muy temprano y aún con luz nos quedaba tiempo libre que Montetriste y yo aprovechábamos para ir a recorrer los cerros cercanos. Había un camino de tierra que se internaba en los cerros y eran completamente solitarios, sin ninguna casa ni cultivos,  creo que además nunca pasó ningún vehículo ni persona por el camino. La vegetación era muy baja y tupida, de tal modo que era imposible caminar fuera del camino pues las plantas eran espinosas. Caminar en absoluto silencio y soledad era muy agradable, después de pasar todo el día escuchando exposiciones y tomando notas o interviniendo en los temas de nuestras especialidades.

 Un día descubrimos que en la cumbre de una colina había un sitio cercado, todo lo demás no tenía cercos, entramos y en una explanada había algunas banderas, entre ellas la griega y un pequeño monolito. Lamentablemente estaba escrito en griego y no entendimos nada, solo una fecha: 1944. Es probable que se tratara de algún acontecimiento de la segunda Guerra Mundial. Otro día volvimos al lugar pero estaba cerrado, a pesar de que nunca vimos a nadie, alguien venía a cerrarlo.  

Al anochecer regresábamos a Kolimbari, a nuestro hotel. Yo invitaba a Montetriste a tomar un trago al bar del pueblo, pero era abstemio y quería estar solo y se encerraba en su habitación, de manera que yo iba  y disfrutaba escuchando a los viejos que conversaban, a pesar de que no entendía nada. Me tomaba un ouzo con agua lentamente y más tarde regresaba a mi pieza a leer y dormir. 

Candia.
Un día que terminamos más temprano las actividades del seminario convencí a Montetriste que fuéramos a Candia, un puerto que quedaba a unos treinta kilómetros y que yo recordaba porque había leído novelas de las guerras entre turcos y venecianos por ese puerto. El bus que salía de Kolimbari nos llevó muy rápido y pasó por una costa llena de roqueríos y playas, con poblaciones dispersas y explotaciones agrícolas, al llegar a Kolimbari le pregunté al chofer a que hora había bus de vuelta a Kolimbari y me dijo que había a cada hora. Nos dirigimos al puerto y era exactamente como yo me había imaginado, una bahía pequeña, con espigón de piedra que la protegía del mar abierto y la ribera configuraba casi un círculo con una costanera, sin tráfico y con una hilera de casa bajas de dos o tres pisos, de tonalidades ocre que se reflejaban en las tranquilas aguas. Recorrimos toda la costanera, llena de bares y restaurantes con mesas a la calle aunque no había mucha gente, en un extremo de la bahía había edificios un poco más altos: eran talleres, que en el pasado habían sido astilleros  y más allá se veían las murallas que alguna vez habían defendido el puerto. En la bahía no había barcos, sólo unos pocos botes y caiques (barquitos a motor para una docena de personas). Se notaba que el mar no era profundo y no podrían entra barcos modernos de gran calado, pero imaginaba que las galeras venecianas o los bajeles turcos lo podrían haber hecho sin dificultad. El sol del atardecer hacía ver los talleres y murallas de un color dorado, el silencio y la ausencia de vehículos a motor creaba un ambiente que parecía arrancado del pasado de mis novelas heroicas en las que los venecianos  defendían la fe frente al ataque otomano.

Cuando empezó a oscurecer, las tinieblas avanzaron con gran rapidez y los negocios prendieron sus  focos que formaban un semicírculo doble de luces, ya que se reflejaban en las quietas aguas. 

Volvimos a la estación de buses y… estaba cerrada. Finalmente encontramos a alguien que nos dijo que los buses a Kolombari funcionaban hasta las 21 horas y ya había salido el último. Como supuso que éramos turistas adinerados nos recomendó tomar un taxi en un lugar próximo. Después de lamentarnos un rato, tuvimos que seguir el consejo y volvimos en taxi, que no resultó ser muy caro.

Estrella.
Una tarde, nuestra amiga Gloria, otra integrante de la delegación chilena,  nos propuso hacer un paseo en automóvil. Ella era una persona muy hábil y con sentido práctico. Como había muchos europeos que habían arrendado autos, se lo pidió prestado a un suizo. Montetriste estaba más deprimido que de costumbre y no quiso ir ni tampoco Carmen, otra chilena, ni los otros amigos y así que Gloria y yo emprendimos el paseo a través de las montañas, ella se había conseguido un mapa y ya tenía una meta: llegar a una aldea llamada Astiria ( en español significa estrella).

Después de serpentear por caminos de tierra llegamos a nuestro destino. No era como Gloria imaginaba, una aldea de casas blancas con calles estrechas. Era un conglomerado de unas treinta casas modernas dispersas y sin ningún orden, con grandes huertos y campos cultivados,  el centro se limitaba a un espacio del camino un poco más ancho con un bar –por supuesto, no puede haber lugar en Grecia sin un bar- en lo alto de una colina. Desde luego el bar era simplemente una pieza y afuera un par de mesas  y sillas pintadas de azul, Una señora vestida de negro nos atendió y yo pedí mi consabido ouzo y Gloria una Coca Cola pues conducía el auto. Rápidamente Gloria conversaba animadamente en inglés con la señora y ésta le contaba al historia del pueblo y de las familias, empezando por la más rica. 

Un poco desilusionados retornamos a Kolimbari, pero nos agradó el lugar, que era de colinas suaves y cultivadas, mientras que el resto era de cerros ásperos y sin cultivo alguno.

Heraklion.
Esta es la capital de Creta y su nombre se refiere a Hércules. Es una ciudad grande de continuos bloques de edificios blancos de cinco a diez pisos separados por espacios verdes y a lo largo del mar. El puerto en cambio es antiguo y hay restos de las fortalezas que alguna vez lo protegieron y hay casas bajas muy antiguas, algunas con algún estilo veneciano, con balcones grandes en el segundo piso. Cuando he viajado con mi esposa, hemos pasado varias horas haciendo un recorrido en bus y a pie con una guía que nos contaba larga historia de la ciudad (son varios miles de años). Generalmente después se dispone de tiempo para recorrer el puerto y comprar recuerdos, más adelante se hace un corto viaje en bus a una fábrica de cerámicas y el guía intenta convencernos de que allí se le hacen grandes rebajas a los turistas y los precios son muy baratos. Hay muchas piezas muy hermosas, copias de modelos antiguos incluyendo pequeñas figuras de polvo de mármol de las Cicladas o de los grandes filósofos y escritores de la Grecia clásica. En la fábrica se visitan los hornos donde se cuecen las cerámicas y se ve trabajar a quienes pintan platos y objetos que después se vuelven a cocer.

Heraklion cuenta con muchísimos hoteles y en temporada suele estar todo lleno. Desde la ciudad salen buses en todas direcciones y en el día se puede visitar los restos de la cultura minoica dispersos en la isla, como también desfiladeros famosos o hermosas playas en los cuatro costados de la isla. 

Fin de viaje.
En los cruceros, después de los tours, los buses llenos de turistas los dejan junto al barco que zarpa al anochecer y todos  van a cenar e intercambiar impresiones para después ir a sus camarotes, ver televisión en griego y si se ha comprado alguna botella de vino o ouzo, tomarlo como bajativo, conversando sobre los lugares visitados y las impresiones que nos han causado.

En el viaje que hicimos al Seminario mencionado, nuestra amiga Carmen, le había encargado a un amigo belga, que se vino antes del término del evento, que nos reservara habitaciones en Heraklion y así lo hizo. Yo temía que como Carmencita,  es de la aristocracia chilena, hubiese encargado reserva en un hotel de cinco estrellas, pero gracias al amigo belga no fue así. Era un buen hotel y muy barato porque estábamos en la temporada baja. 

Los cuatro amigos teníamos el plan de ir a recorrer las islas griegas después del Seminario, pero tuvimos una baja de inmediato. Nuestro amigo Montetriste nos confesó que no podía soportar más tiempo estando fuera de Chile y lo único que deseaba era retornar de inmediato.

A los tres restantes nos pareció increíble que alguien desechara esa posibilidad, después de haber hecho el gigantesco gasto del pasaje (él se lo había pagado, no como los otros que nos habían invitado).  Además tenía vacaciones y contaba con muchos recursos. 

Pero así es la vida, unos disfrutan viajando y otros sufren si lo hacen. Montetriste era primera vez que salía del país y dice que “no se hallaba”, es decir se sentía ajeno a todo esto y supongo que añoraría a su familia. De esta manera, regresó a Chile de inmediato y se fue con una sonrisa de felicidad de dejar un país tan hermoso como Grecia. 

Esa noche, Carmencita, Gloria y yo fuimos al barrio antiguo de Heraklion y comimos una  ensalada griega y musaka (budín de berenjenas, tomates y crema) acompañado de vino de Creta. Carmencita, nos contó algo terrible, ella sólo toma un cuarto de la copa con vino y los otros tres cuartos con agua. ¡Horrible! Es primera vez que veo un caso de un chileno así… pero Montetriste era abstemio, lo que ya es un caso extremo. ¡De todo hay, aunque aquí no podemos decir que sea en la viña del señor!

Santiago, 14 de agosto de 2008.

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