Grecia, Mikonos.

Mikonos, no problems!

 mikonos

lustración: Patricio Orellana Vargas “Isla de Mykonos, las Cíclades”, óleo 50 x 40 cms.

 

MIKONOS, NO PROBLEMS!

 

La isla de Mikonos.
La isla de Mikonos es la más visitada de las Cíclades. Sus atractivos son múltiples si se considera que por sí es un polo turístico de primer orden, pero además está junto a la isla de Delos que mantiene muchas ruinas de la Antigüedad, de manera que se encuentran varias épocas juntas: la antigüedad, la época feudal y hasta la modernidad simultáneamente. En primer lugar está  el pueblo de Mikonos, compuesto de casas cúbicas de color blanco con sus puertas y ventanas de color azul y sus calles estrechas y culebreantes, presentando en cada vuelta visiones de una aldea detenida en el tiempo. Abundan las flores que cuelgan de los balcones o crecen junto a las puertas, generalmente hibiscos rojos, granates y rosados y también geranios de tonos similares. Se cuenta que las calles han sido diseñadas así desde un pasado remoto y tiene dos finalidades: lograr que la brisa que llega del mar pierda su fuerza y permita transitar a los habitantes sin sufrir los fuertes vientos en invierno, la segunda razón ya no tiene validez: estas calles curvas y enredadas constituían un laberinto en el que los piratas que atacaban a Mikonos se extraviaban y era más fácil combatirlos. Entrar en la ciudad es penetrar en un mundo muy homogéneo: sólo calles estrechas, casas de uno o dos pisos directamente conectadas a la calle con pequeños espacios donde hay iglesias muy pequeñas, algunas donde apenas caben cuatro o cinco personas y los actos litúrgicos se hacen desde la puerta y el pope se dirige a los feligreses que están en la plazoleta. Estas iglesias constituyen otro atractivo arquitectónico, son igualmente blancas, con las formas más variadas y con cúpula o techos pintados de azul o de rojo ladrillo. Además, de repente, se pueden revisar desde algún ángulo, los molinos que están en una colina próxima. Este conjunto de formas blancas: casas planas, iglesias y molinos dispersos en las colinas, constituyen cuadros que se anticiparon por siglos a las concepciones cubistas de Picasso, Bracque y cuyo precursor fue Cezanne. Este cubismo es característico de muchas de las islas griegas, especialmente de las Cícladas.

 
Recorrer esta pequeña ciudad, en realidad no implica ningún riesgo de extravío, por lo cual es de suponer que los piratas se perdían por otros motivos. La ciudad es pequeña y como dice Toynbee, la dimensión humana de una ciudad es cuando se la puede recorrer a pie sin excesivo esfuerzo, en no más de una hora. Este factor le da una verdadera dimensión humana, la que carecen las ciudades modernas, donde las ciudades menores ya tienen cientos de miles de habitantes y se extienden por inmensas superficies.

Además, en Mikonos, desde muchos ángulos se divisa el mar o las colinas de los molinos y es fácil orientarse y recorrerla tranquilamente. En verano,  está repleta de turistas, especialmente de jóvenes europeos del norte, hay gran actividad comercial y hay numerosas tiendas en todas sus calles. Sólo hay  vehículos pequeños de carga y  en escaso número. Abundan en cambio las personas caminando, la excepción es Petrus o Giorgius. Es un pelícano blanco que recorre las calles provocando pequeños tumultos hasta que los turistas entran en confianza y lo tocan o acarician, claro que de repente este pelícano, pega algunos picotazos sin consecuencia, provocando un griterío, generalmente femenino.

El pelícano es mantenido permanentemente (y reemplazado cuando corresponde) porque se le considera la mascota de la ciudad.

En los atardeceres y noches los restaurantes, especialmente en el barrio denominado “Pequeña Venecia” se llena de comensales en mesas que están a la orilla del mar o en las plazoletas próximas. Las casas de este sector tienen balcones de madera que miran al mar y como todas las casas tradicionales no son de más de dos pisos. A mediodía, en cambio los comensales almuerzan bajo techo por el fuerte sol. En la mañana y en la tarde mucha gente va a los bares y restaurantes que están en el puerto y los turistas permanecen allí durante horas gozando de un aperitivo o comiendo comidas griegas y disfrutando de la vista del puerto, los pescadores y sus barcas y de la llegada de los barcos y de las oleadas de nuevos turistas.

En cada rincón hay pequeñas tiendas de souvenirs, bares, cafés, boutiques y los clientes abundan comprando todo lo que se ofrece, desde cerámicas, tejidos, cuadros, hasta joyas preciosas. 

El entorno determina un ambiente de cordialidad entre las personas, quizás influidas por el carácter de la ciudad y también porque es pequeña y familiar, careciendo del tráfico vehicular y de las grandes calles anónimas. En poco tiempo se conoce muy bien la ciudad  visitado sus plazas, iglesias y capillas, la colina de los molinos y hasta se alcanza a estar una hora en el pequeño museo local.

Como en muchas ciudades balnearios hay un ambiente de disfrute y no existe la urgencia, nadie camina con celeridad, todos van lentamente, conversando y mirando. Siempre está el rumor de gente hablando con alegría.

Yo he visitado Mikonos en varias oportunidades,  he estado sólo un día en las paradas de un crucero, o en  viajes entre las diversas islas,  otra vez estuve varios días. Así me ha correspondido ver la isla en primavera, verano y en otoño, viendo sus distintos rostros que cambia con el clima y con la cantidad de turistas. Estos cambios son casi instantáneos. En una oportunidad llegué en un crucero al anochecer y la ciudad estaba solitaria y media dormida, pero cuando los mil o más viajeros que venían en el crucero bajaron a la isla, se empezaron a prender las luces y a abrir sus numerosas tiendas, cambiando de un pueblo aletargado y otoñal en un activo centro turístico y comercial. La noche se presentaba oscura y fría pero junto con el avance de la noche y la oscuridad surgía la luz, la actividad y el calor. Así pude ver la flexibilidad de la ciudad y sus cambios en cosa de minutos.

Mikonos, no problems.
Pero Mikonos tiene fama de ser la isla del pecado y esta fama parece que ha sido la llave de su prosperidad. En Europa todos saben que Mikonos es el paraíso de los homosexuales y es su balneario preferido lo que ha provocado la fuga del jet set europeo que la visitaba.

 
En la Grecia antigua, la homosexualidad era una actividad normal y la juventud de los varones era una etapa en la que la homosexualidad era habitual. Parece que no existía ninguna condena social, aunque en algunos diálogos de Platón los personajes hacen bromas sobre el tema. Hasta la misma Ilíada presenta casos de homosexualismo entre los rudos guerreros aqueos. Sin embargo, no puede creerse que esos valores tengan la misma vigencia actualmente. Unos mil quinientos años de influencia de la Iglesia Católica Ortodoxa ha condenado lo sexual no santificado al campo del pecado, especialmente el homosexualismo como pecado de anormalidad y perversión.

Pero la realidad económica hace olvidar hasta los más sagrados valores en todo el mundo y Mikonos no está ajeno a ello. Como turista que sólo ve exterioridades, yo he observado que los griegos de Mikonos son todos católicos (así lo indican las estadísticas oficiales) y uno observa una iglesia pujante y con gran presencia. Un día caminaba por las calles de Mikonos y vi una boda, el pope, de  barba negra y con sotana también  negra, pero con otros ornamentos  de colores más vivos: casulla, estola  y un alto gorro dirigía la ceremonia  y los novios estaban hincados a sus pies, mientras los feligreses rodeaban con  una actitud respetuosa  y solemne. Toda esta ceremonia se realizaba en la puerta de la pequeña iglesia, ya que en su interior no cabían más de diez personas y la gente estaba de pie en la plazoleta.  En muchas otras oportunidades encontré en las iglesias a personas que rezaban, especialmente mujeres maduras o viejas.

Es muy extraño entender que esta misma gente ha recibido con toda amabilidad a los homosexuales y que convivan con el máximo respeto mutuo. Es quizás, un ejemplo de tolerancia, sin duda fundada en el pragmatismo griego que capta que su actitud es la que permite el desarrollo de este turismo, lo que para ellos es su principal actividad económica. De allí nació el lema de la isla: “Mikonos no problems”. Desde entonces se creó toda una infraestructura para atenderlos y hasta playas especiales para homosexuales.

En una oportunidad yo llegué a Mikonos con dos colegas, habíamos estado participando en un seminario en un convento ortodoxo en la isla de Creta y al terminar decidimos ir juntos a recorrer otras islas y nuestro viaje comprendió las islas de Rodas, Kos, Paros y Mikonos, hasta llegar a Atenas. También aprovechamos de pasar a la ciudad turca de Bodrum y en Atenas tomamos la decisión de ir a El Cairo, de manera que fue una verdadera gira por el Mediterráneo.

Valentine en Grecia.
Una de las colegas tenía un profundo interés en conocer Mikonos porque le había gustado mucho una película, creo que inglesa, llamada “Valentine”, que trataba de una dueña de casa inglesa que sólo podía conversar con la cocina, porque su marido era un machista que la consideraba muy poco. La liberación de Valentina consistió en aprovechar la oportunidad de ir con una amiga a Grecia y así llega a Mikonos, donde logra liberarse del machismo familiar. Hay escenas muy hermosas de Mikonos que habían impactado a nuestra amiga, se había propuesto ir algún día a esta isla y ahora cumplía su sueño y nos empujó a ir con ella. 

 
En Rodas tomamos un ferry y cuando nuestro barco llegó a Mikonos, no era temporada turística y en el puerto había varios isleños ofreciendo alojamientos en sus casas. Los tres habíamos decidido que Gloria era la mejor para hacer estas tratativas y una vez más demostró su habilidad. Una griega madura nos llevó a su casa y a mí me correspondió una habitación que daba a una terraza que era exclusivamente para mí. Desde allí se veía todo el pueblo, el mar y las colinas que rodean a Mikonos, en la tarde a la sombra de mi pieza se podían pasar horas mirando el paisaje lleno de tranquilidad. Y en las noches se veía todo el pueblo iluminado.  Mis dos amigas tomaron otra habitación en el primer piso y tenían una estrecha amistad con la dueña de casa.

Como yo había estado varias veces en Mikonos fui el guía en el primer día de recorrido. Nuestra amiga Gloria, que era una joven muy buena moza y vestía veraniegamente, a pesar de que estaba algo fresco, tuvo un encuentro con el pelícano que hemos mencionado. Varias personas acariciaban y jugueteaban con Petrus, pero parece que Petrus no simpatizó con Gloria y le pegó un picotazo en sus nalgas, lo que provoco la risa de la gente y un alarido de Gloria, pero el picotazo no tuvo ninguna consecuencia y durante el resto del paseo escuchamos en varios idiomas como contaban la aventura de la hermosa  rubia que había sufrido el pellizco descarado de Petrus y las risas eran frecuentes, aunque Gloria no le encontraba ninguna  gracia a su encuentro con el pelícano, pero tampoco se disgustó porque no había sufrido ningún daño.

En la playa.
En ese ambiente de amabilidad y cordialidad, sumado a lo reducido del entorno es fácil informarse dónde ir y al día siguiente decidimos dirigirnos a una playa lejana, atravesando en bus la isla. Llegamos a un pequeño pueblo desierto y en pocos minutos alcanzamos la costa que era una sucesión de pequeñas playas muy arboladas. Una de mis amigas quería bañarse desnuda y me exigieron que yo me quedara en una playa distinta pero cercana. En realidad era muy agradable estar en la playita solitaria, pues los árboles y arbustos proporcionaban una agradale sombra y después de disfrutar el agua transparente y fresca, totalmente distinta al agua fría de las playas de Chile central, pero a la vez de una temperatura fresca, diferente del agua tibia de los trópicos que también es desagradable. El color calipso y la transparencia del agua creaba un ambiente delicioso que armonizada con la temperatura del aire, que aunque no era verano era de una agradable tibieza.  Tendido a la sombra  disfrutaba leyendo el libro de Robert Graves sobre mitología griega cuando llegó una señora madura, grande y gorda (o quizás sólo corpulenta) que se tendió en la arena a pocos metros. Se desvistió completamente y sin ninguna vergüenza por su obesidad  disfrutó del sol por un rato y después se fue a nadar. Regresó corriendo y sonriendo me dirigió algunas palabras en alemán, idioma que desconozco totalmente, le pregunté en inglés, pero ella no sabía ese idioma, de manera  que quedamos incomunicados. Sin embargo, tomó mi libro, que estaba en castellano y  me indicó con señas que era un libro muy bueno. Después se tendió al sol para secarse y más tarde regresó a ponerse a la sombra y a leer un libro.

Al atardecer mis amigas pasaron a buscarme para regresar a Míkonos y quedaron sorprendidas al verme junto a una mujer desnuda y durante el resto del día bromearon respecto de la imaginaria conquista que había hecho y de mi gusto por las gordas.

La curiosidad femenina.
La otra amiga insistió en que al día siguiente debíamos ir a la playa Paradise, donde se desarrollaba la película que mencionaba permanentemente. Hicimos las consultas del caso y averiguamos a que hora salía el bus que iba a esa playa, ya que quedaba a algunos kilómetros de distancia. Cuando llegamos, vimos una gran playa de arena con bañistas disfrutando de un mar calmo y de intenso color esmeralda. Junto a la playa, donde comenzaban las colinas había numerosos restaurantes y pequeños hoteles, justo como los presentaba la película mencionada. En una de ellas tomamos desayuno y pronto conversamos con el dueño, un griego de bigotes (como todos los griegos maduros) y nos recomendó visitar la otra playa llamada “Super Paradise” que era una playa nudista frecuentada por los homosexuales. Democráticamente decidimos embarcarnos en un caique (lancha a motor para unos diez pasajeros) en el pequeño puerto y emprender el viaje a “Super Paradise”, ya que no tenía acceso por tierra.

 
El capitán de la lancha, otro griego de bigotes, se fue conversando afablemente con nosotros indicándonos los islotes y playas por las cuales pasábamos. Parece que compartía los sentimientos de Petrus porque miraba con mucho interés a Gloria y era especialmente cordial con ella. Finalmente, llegamos a Super Paradise, una playa similar a la otra, pero en un lugar más desolado, sin comercio. En la playa había muchos bañistas tendidos en la arena o bañándose y jugueteando con las pequeñas olas.   

Luego nos dimos cuenta que no había ningún embarcadero y que para bajar había que hacer equilibrios por un tablón inclinado. Claro que para las damas, el  marinero griego estaba prontos para bajarlas en brazos.

Entramos en la playa con mucha timidez y preocupación pues teníamos los prejuicios propios de los chilenos  y  suspiramos aliviados porque no todas las personas estaban desnudas pues había algunas vestidas o con trajes de baño. Nos tendimos en la arena y miramos sin hacer muchos aspavientos, tratando de pasar desapercibidos, lo que parecía innecesario pues nadie se preocupó de nosotros.

¡Plastic, plastic!
La gran mayoría de los nudistas y bañistas eran hombres, sólo había dos o tres grupos de hombres y mujeres. Así pasamos varias horas al sol mirando el paisaje y a los bañistas pues debíamos esperar el retorno del caique para volver a Paradise. Era imposible dejar de observar que un gran número de los hombres eran jóvenes y muy atléticos, también había otros más maduros, pero siempre denotaban un gran cuidado de su físico, era notorio que no había hombres obesos. Lo más chocante es que muchos de los nudistas tenían grandes penes que les llegaban a las rodillas, sin embargo, no hubo ningún acto impropio de ninguno de ellos. Todos estaban muy tranquilos disfrutando del sol y el mar apaciblemente y conversando amablemente.

 Al atardecer apareció nuestro caique y nos embarcamos de regreso. El capitán nos recibió cordialmente y a mi me preguntó si estaba en “three pillows” (lo que significaba si las dos niñas que me acompañaban eran algo así como mis amantes simultáneas).Yo le dije que era el abuelito de ambas y el griego se mostró muy satisfecho y empezó a ser cada vez más atento con Gloria y hasta la invitó a salir esa noche. En uno de los intervalos yo me atreví a expresarle la curiosidad que me roía ¿Por qué los homosexuales tenían esos penes tan grandes? ¿La práctica homosexual se los desarrollaba a ese extremo? El capitán me miró despectivamente, como a un ingenuo del tercer mundo y  escuetamente me dijo: ¡Plastic, plastic!

Patricio Orellana Vargas

Julio del 2006

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