Italia, Campania, Nápoles.

NÁPOLES

 

La tierra del sole mío  y del amore.

Italia es múltiple, a tal extremo que durante su larga historia, desde el siglo V al siglo XIX estuvo dividida en numerosos estados que cambiaban según los equilibrios políticos europeos y la influencia de la Iglesia Católica. Italia no existía como unidad política, sino que era un mosaico de pequeños países eclesiásticos, monárquicos, republicas autoritarias y hasta colonias de potencias extranjeras. En Italia se establecieron los árabes, los normandos, los alemanes, los austriacos, los españoles, los franceses, etc.

Esta diferencia siguió existiendo después de la unificación hacia 1870. El norte era industrial y trabajador, mientras que el sur era subdesarrollado, pobre y alegre. Esta diferencia sigue presente ahora cuando hay sectores importantes del norte próspero que sueñan con una Italia de la cual separan el sur, que es una rémora, librándose de los flojos de Campania, la Puglia, Calabria y Sicilia. Entonces, la Padania (el nuevo país) dirigido por los milaneses ya no debería compartir su riqueza. Tenían un afiche muy claro: una gallina ponía huevos de oro en el Norte y caía hacia el Sur, que los disfrutaba. Esto es lo piensan los ideólogos de la Liga del Norte que respaldan a Berlusconi. Pero imaginar Italia sin el sur es como pensar que una persona sería mejor si le amputan las piernas y le quitan la movilidad y la felicidad. En el sur está el sol, los colores brillantes, la herencia griega, la buena comida, el bel canto y hasta el amore. Allí tiene establecida su residencia la alegría de vivir.

Este sur tiene una capital: Nápoles, una ciudad  con tente gente, tenta voce Los napolitanos llenan las calles y su voz suena en todos los ámbitos, se ha dicho que los napolitanos no hablan el italiano, que es un idioma tan musical,  sino que cantan el napolitano, que es un dialecto que ahora está en retirada, pero que sigue manifestándose en la entonación cantada con que hablan.

Mi primera visita.
Hace muchos años, la primera vez que visité Italia, me alojaba en un monasterio en Roma y tenía el deseo de cumplir mi aspiración de juventud que era conocer Pompeya. Andaba escaso de fondos, pero tenía un pase para viajar en tren (en esa época eran válidos por un mes y se podía viajar todos los días) de manera que decidí ir a Pompeya y volver el mismo día, porque no tenía alojamiento en Nápoles. Después de visitar Pompeya, esa tarde volví a Nápoles para tomar el tren de regreso, pero como tenía varias horas de espera, fui a recorrer el barrio cercano a la estación, en esa época la estación no era subterránea y moderna como ahora, estaba rodeada de calles pedregosas, algunas estrechas y llenas de gente. Como no había comido nada, entré en un restaurante,  que se notaba que era muy popular y en la ventana tenían los platos que ofrecían. Fue la primera vez en mi vida que comí lasaña, era un plato muy caliente y rebosante  que disfruté junto a un mezzo litro de vino rosso. El restaurante era pequeño, no muy limpio y atiborrado de comensales que se apretaban en diminutas sillas y mesas. Allí escuché durante una hora el hablar en el dialecto napolitano y comprobé que no se hablaba, sino que efectivamente se cantaba.

Los mercados  napolitanos.
Ese día visité una feria y allí de nuevo me encontré con la alegría napolitana, conversaban en voz alta, se reían y hasta parecían cantar, era la primera vez que observaba que el comprar y  vender se podía transformar en una diversión. Además la calle era fresca y sombría, en un día en que hacía muchísimo calor.  En esa época, todavía se veía pobreza y había muchos vendedores callejeros insistentes. Era una ciudad simultáneamente alegre y triste como su canto, su alegría parecía que ayudaba  a soportar la pobreza de los humildes. Las casas altas parecían florecer pues había ropa tendida de lado a lado de la calle y  era de todos los colores alegres imaginables.

Varias veces volví a Nápoles en años posteriores y la imagen de mi primer viaje quedó grabada para siempre y fui observando como, poco a poco, la ciudad cambiaba, había más prosperidad, las tiendas eran más formales y la gente mejor vestida. Sin embargo, por lo menos, la cara de la ciudad no cambiaba y sus edificios eran los mismos, los que siempre me parecieron algo barrocos, especialmente las iglesias y los palacios. Siempre relacioné la arquitectura rococó con Nápoles, a pesar de que los edificios de viviendas antiguos de varios pisos no tenían un estilo definido y sólo parecían funcionales, mejorados por su vejez. 

La última vez que visité Nápoles había una gran campaña en contra de las mafias y algunos amigos italianos me recomendaron que no fuera, pero yo volví a mi ciudad preferida. Había cambiado su rostro, ahora primaba el silencio, la gente se veía más seria y había carabineros en todas partes, incluso controlaban la identidad de las personas. Sin embargo, algo me parecía indicar que en realidad todo era un montaje para mostrar que se perseguía a la mafia, que en Campania es la “camorra”, la que sigue teniendo muy buena salud. Ahora me pregunto qué validez tienen estas persecuciones, cuando el propio Berlusconi acaba de aprobar una ley que lo exime de responsabilidad penal por los delitos que era juzgado. 

El museo de Nápoles.
En otro viaje que hice con mi hijo, decidimos ir a visitar el museo Nacional de Nápoles pues había una anunciada exposición sobre Pompeya. Llegamos temprano y ya había una larga cola de visitantes, pero ella avanzó con rapidez y una hora después estábamos dentro del Museo. Para mí este museo era un mito que conocía desde mi niñez, pues uno de los pocos libros que había en mi casa era uno muy viejo y deshojado que se llamaba algo así como “El gabinete secreto del Museo de Nápoles”. Este libro siempre se mantenía oculto para que los niños no lo vieran, pero naturalmente que cada cierto tiempo descubríamos el escondite y lo mirábamos a hurtadillas. Eran dibujos de estatuas y cerámicas de desnudos, parejas en actos sexuales y enanos monstruos con penes mayores que su propia estatura. He de advertir que mi padre era dibujante y que el libro no se conservaba por razones pornográficas, sino por que los desnudos eran útiles para su trabajo. 

La exposición era espectacular. Había numerosos objetos de notable belleza que habían sido encontrados en Pompeya, desde estatuas y muebles hasta joyas diminutas. La exposición estaba muy bien presentada con explicaciones muy claras y en estantes o lugares con excelente iluminación, Yo había visitado el museo muchos años antes y era oscuro y desordenado, pero ahora había un cambio radical, Como aún tenía la obsesión de ver el Gabinete Secreto, me informé que había que inscribirse para visitarlo, así lo hicimos con mi hijo y nos tocó un turno un par de horas después. Para mí fue muy interesante y hasta divertido ver los objetos reales que tantas veces había visto dibujados. Visitar este gabinete es como penetrar en la intimidad de la vida pompeyana y la significación e importancia que tenía la vida sexual pare ellos. Había cosas muy bellas, pero también muchas monstruosidades que en cualquier época pueden ser consideradas de mal gusto o pornografía, como joyas con amuletos que se colgaban en los collares, el amuleto era un pene. Con el catolicismo reinante cuando se hicieron las excavaciones y se descubrieron estos objetos, deben haber provocado un gran escándalo y contribuyeron a fundamentar las visiones de que era una ciudad del pecado como lo presenta el autor de “Los últimos días de Pompeya”. Parece que en la época de la erupción del Vesubio, en Pompeya existía mucho comercio sexual y la prostitución era una actividad masiva, hay pruebas que los comerciantes atendían a sus clientes con cenas que incluían la presencia de prostitutas para el placer de los agasajados.      

El barrio antiguo.
En un tour que realicé con mi esposa por Italia, también vistamos rápidamente Nápoles, para embarcarnos a Capri. Esa vez, con las explicaciones de una buena guía la vistamos más completamente y desde lo alto de una gran avenida vimos el espléndido panorama de la ciudad que bajaba escalonadamente hacia el mar y muy próximo se veía la masa gris y amenazante del Vesubio. A continuación  visitamos el barrio antiguo y  admiramos externamente la inmensa mole del  Castillo Nuevo que es un solo bloque altísimo, rodeado de fosos que lo hacen aparecer más imponente aún. El arco triunfal que está a su entrada es el anticipo de su grandeza. Lamentablemente no había tiempo para visitarlo, porque está abierto al público. Allí hay un museo y creo que funcionan ahora organismos culturales. En la gran vía que esta en la orilla del mar había una multitud porque se realizaban carreras de ciclismo y de nuevo escuché el alegre rumor del hablar el italiano de Nápoles.

La guía nos indicó donde estaba el barrio popular más allá de Vía Emanuelle II, donde yo había ido otras veces y nos indicó que por ningún motivo nos acercáramos a él porque era muy peligroso. Me alegró saber que había vivido mi vida peligrosamente, sin sospecharlo siquiera. Finalmente entramos a la  stazione marítima para embarcarnos.                                              

Santiago, 25 de julio de 2008.

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