Italia, Liguria, Portofino

Portofino

portofino

Patricio Orellana Vargas, “Portofino” Liguria, Italia. (óleo 40×50 cms.)

 
 
 
PORTOFINO
 

La pobreza transformada en lujo.
Portofino es lo que en Chile llamaríamos una caleta de pescadores, algo parecido a eso y en esa dimensión geográfica lo fue en el siglo XIX y antes.  Hay una pequeña península formada por una  cadena montañosa que se interna en el mar, en forma casi paralela a la costa, formando una estrecha entrada de mar. Los dos costados más largos de esta U son cerros escarpados y en parte suaves cubiertos de bosques, en el fondo de la U hay una pequeña playa y un reducido espacio plano donde se asienta parte de la población, la iglesia, las tiendas y el espacio suficiente donde llegan y salen los buses que conectan Portofino con Santa Margherita. En alguna medida su nombre  describe la topografía del lugar, es un puerto pequeño y delgado, quizás el sentido de fino implica delicado, sutil. La entrada del mar  no es más larga que unas tres cuadras, pero configuran uno de los lugares más bellos de Italia. Los dos lados paralelos de la pequeña bahía son muy diferentes, uno es una continua serie de las casas típicas de los pescadores, edificios de cuatro o cinco pisos, pegados unos a otros y que dejan una estrecha vereda junto al mar. El lado opuesto, en cambio, no tiene tantas construcciones y hay una costa donde se estacionan botes y pequeños barcos. En ambos lados, donde es posible, hay embarcaciones más grandes, pues es un punto del Mediterráneo que es escala obligada para los yates de los millonarios que disfrutan de esta belleza.

Antaño fue una caleta pesquera con la pobreza de la Italia del siglo XIX, pero la combinación de este entorno natural de una bahía con el marco verde de sus costados y con el azul transparente de sus aguas se combinan a la perfección con las construcciones tradicionales, que pintadas con los típicos colores genoveses (colores damascos y pastel) se multiplican con sus reflejos en las quietas aguas. El conjunto constituye una fiesta de armonía y equilibrio.

En consecuencia, la pobreza del pasado, empujada por estas características, transformó a Portofino en un imán turístico visitados por los ricos navegantes, los intelectuales y artistas que allí parecen encontrar inspiración y ahora por los turistas más modestos que vienen por el día en los buses mencionados. Siempre hay pintores que están retratando el lugar desde los tres lados que les brindan estupendas perspectivas diversas.

Actualmente Portofino se ha extendido por las laderas de las montañas y allí hay grandes y lujosos hoteles, también elegantes villas de los millonarios, que sabiamente, la naturaleza los oculta con sus florestas.

Un balneario de lujo.
Hay algo de contradictorio en ese pasado de pobreza que hoy es disfrutado por los ricos, que desde sus yates miran el pequeño puerto mientras son atendidos por el mayordomo de su yate en cubierta, quien les sirve tragos y delikatessen que parecen deliciosos desde los ojos de los turistas más populares que deambulan por la calles costanera o los bosques próximos, los que constituyen un amplio parque con senderos para hacer caminatas y llegar a lo alto de los cerros y desde allí ampliar las visiones del lugar.

Como lo exige el turismo moderno, gran parte de las viejas casas se han transformado en tiendas de lujo, allí se exhiben las marcas más renombradas y los precios son siderales.

Cuando se visita Portofino se entra en un pequeño mundo mágico e íntimo. Es un pasado de reyes y artistas que por razones diversas debieron refugiarse allí y ahora hasta se pueden ver los rostros de los nuevos reyes de los negocios y del espectáculo, así como científicos como Marconi  y escritores como Truman Capote que de este bello lugar hicieron un retiro para pensar y escribir.

Yo he visitado Portofino en varias oportunidades, ninguna de ellas ha sido en verano, supongo que en esa temporada debe estar repleto de turistas felices. Por distintas razones he ido en las otras estaciones, a veces en invierno y a medida que el débil sol se movía, las sombras de las montañas transformaban al lugar en una nevera, los colores cambiaban y empezaban a surgir los grises y negros, sin embargo, la tranquilidad y soledad reinante exaltaban su belleza. También he estado en otras estaciones más suaves. Con mi esposa y con mi nieta recorrimos el lugar de un extremo a otro y a medida que nos desplazábamos se nos presentaba una vista distinta, pero siempre atractiva.

Hay una iglesia que es un refugio sombrío en los días de calor aunque, naturalmente su función es exclusivamente religiosa, pero que en invierno es más helada que el exterior.

Santa Margherita Ligure.

El viaje de ida desde Santa Margherita y el de retorno por el mismo camino es pegado al mar y tiene bellas vistas. Como el ferrocarril no llega a Portofino, la única posibilidad terrestre es este bus  o naturalmente, el automóvil, aunque no parece haber lugar para estacionarse en Portofino. El otro camino, aún más bello, es tomar el barquito que regularmente une a Santa Margherita con Portofino.

La visita a Portofino, obliga pasar por el balneario de Santa Margherita Ligure, al cual nos hemos referido. Es un balneario más grande, espacioso y que goza también de gran renombre como un lugar de estadía muy aristocrático y que con Génova y Rapallo se disputan ser el lugar de nacimiento de Cristóbal Colón. Su paseo junto al mar, su marina, sus iglesias, los restos de un castillo y sus elegantísimas tiendas y restaurantes son  atractivos importantes para el turismo de lujo  y hasta hay trozos de playa, lo que no es habitual en estos pueblos que viven estrechos entre el mar y las montañas. Lo que puede ser habitual es encontrar algunos artistas de Hollywood paseando por este “lungomare“.

 portofino3 Patricio Orellana Vargas, óleo, 40X50 cms.Portofino, Vista  del frontis


Patricio Orellana Vargas
patoorellana@vtr.net
27 de junio de 2008
 

 

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