Italia, Liguria, Portovenere

PORTOVENERE

portovenere

Patricio Orellana Vargas. Portovenere (óleo, 40x 50 cms.), 2007.

 

Un pasado genovés.
En el extremo sur de la Liguria está un bellísimo balneario que tiene un largo y rico pasado: Portovenere.

Si se llega por mar, la perspectiva de la ciudad es impresionante y a la vez alegre. Impresionante porque la línea costera la configuran una fila disciplinada de edificios de cuatro a seis, pisos, de colores pastel que aparecen deslumbrantes al sol veraniego, típicos de la arquitectura genovesa. A los pies de esta línea, está una costa  con las construcciones propias de un pequeño puerto y en el otro extremo hay parques verdes que llegan hasta doradas playas. Si se mira hacia lo alto, detrás de los edificios costeros se puede apreciar la  imponente presencia de una fortaleza gris y en sus vecindades las torres de algunas iglesias.

La fila de edificios la hemos definida como “disciplinada” porque en realidad tiene su origen en la uniforme muralla que alguna vez protegió la ciudad  de los ataques de los piratas musulmanes y de los enemigos de Génova y que después se transformó en ese inmenso y colorido conjunto habitacional.

Portovenere tiene una posición estratégica. En la época de la República de Génova, estába en el extremo sur de su territorio y era la entrada al golfo de La Spezia. De allí que estuviera amurallado y que estuviera defendido por la gran fortaleza en lo más alto. Incluso actualmente es la puerta de entrada al principal puerto militar de Italia, La Spezia,  pero naturalmente que su rol defensivo ya no es el mismo.

Cuando flameaba la bandera blanca con la cruz de San Jorge, que era la enseña genovesa, era parte de un vasto imperio, ya que Génova tenía numerosas dependencias esparcidas por el Mediterráneo, en el Norte de África, en las islas de la antigua Jonia y en los países que baña el Mar Negro, lo que implicaba que los genoveses debían comerciar con los turcos y en Estambul había un barrio genovés que aún mantiene reliquias, como la gran torre de Galata, que se yergue  en la boca del Cuerno de Oro, donde estaban los edificios centrales y el palacio del gran Sultán de la Sublime Puerta, nombre que recibió el Imperio Turco hasta comienzos del siglo XX.

 Es evidente que ha habido transformaciones desde la Edad Media y los Tiempos Modernos, pero a la vez, quedan  vestigios muy importantes y casi incólumes de esas épocas, en primer lugar la mencionada fortaleza que es muy grande y se ve que ha sido mantenida en excelentes condiciones. En la ciudad existe una puerta, que es un conjunto medieval grandioso, con la gran puerta, las murallas  y algunos edificios de esos tiempos, Pero lo más impactante es entrar por esa puerta y seguir la calle que va paralela al mar y protegida por las murallas (ahora transformadas en edificios). Muchas de las casas son muy antiguas, de piedra y el conjunto crea una ambientación especial en contraste con el soleado frente marítimo que describimos antes. Aquí en cambio la sombra de los edificios crea un ambiente muy fresco que contrasta con el calor que reina en el exterior. En los calientes veranos, después de pasear por las playas y el lungomare, ingresar en la frescura de esta calle provoca una sensación deliciosa, pues no es ni sombría ni helada, simplemente fresca y agradable.  En esta calle hay algunas tiendas, que se nota cumplen servicios para los habitantes de la ciudad, mientras que las que están frente al mar sirven esencialmente a los turistas. Este contraste entre un balneario moderno y la inmediata proximidad del pasado medieval es muy impactante.

El Golfo de los Poetas.
Al terminar esta calle, de varias cuadras que sigue la línea sinuosa de la costa, pero que no tiene pasadas para el lungomare y es ajeno a él, termina en empinados senderos que conducen a una hermosa iglesia de mármol que parece velar por la ciudad, después de trepar y alcanzar la cima de la colina se recibe la sorpresa de ver un bahía opuesta al mar y las playas del frente de la ciudad. Aquí se está  en  la parte posterior de  la península de Portovenere. En esta bahía están diseminados grandes bloques de piedra que parecen cortados con líneas rectas, se trata de piedras muy parecidas al mármol, que muchos jóvenes utilizan como terrazas, donde, tendidos  en traje de baño toman sol. Otros se lanzan desde los bloques más altos al mar salpicado de la espuma que provocan los bañistas que nadan en estas aguas muy transparentes que permiten ver toda la estructura rocosa y variada del fondo. 

Existe un sendero para bajar la abrupta colina  y llegar a esa bahía. Yo disfrutaba la escena  y me imaginaba que en uno de esos bloques descansaba Lord Byron, que efectivamente le gustaba mucho nadar en este lugar con otros amigos y algunas de sus amantes. Pero Byron, que era un hombre muy bello se avergonzaba de un grave defecto que tenía en un pie, por lo cual, probablemente prefería estar sumergido en el agua para que no se destacara su limitación. Pero en el agua era un nadador excelente y se sabe que atravesó nadando el Helesponto, de manera que aquí debe haber lucido sus dotes natatorias para conquistar admiradoras, para que no sólo lo valoraran como el gran poeta que fue, sino que también como Don Juan (que también lo fue).

Byron amaba esta costa y vivió en las cercanías algunos períodos junto a Keats, Shelley y Mary Shelley. Por esta razón, creo que la parte interior de esta costa, que conforma la gran bahía donde está La Spezia, hoy se llama “El Golfo de los Poetas” en homenaje a los románticos ingleses que además, a menudo se embarcaron en luchas políticas progresistas o por la independencia en Italia, España, Grecia y Latinoamérica. Y donde, además naufragó y murió ahogado Percy Shelley. 

Para mí, visitar esta región es también rendirle un homenaje a los románticos ingleses y admirar la valentía que tuvieron para vivir en contra de todos los valores convencionales de la época, defendiendo el ateismo, propiciando el amor libre, exaltando la sexualidad y hasta practicando la homosexualidad.

Un balneario para disfrutar.
En verano, Portovenere, nombre que significa Puerto Venus, es un puerto de amor, en realidad un balneario que atrae a muchos turistas, especialmente italianos que disfrutan del bello lugar. En esa estación llegan permanentemente pequeños barcos que traen visitantes de las ciudades costeras de Liguria y Toscana. Muchos de estos barcos hacen recorridos con escalas en pequeños puertos y el tour culmina en Portovenere y al atardecer retornan a sus puertos de origen.

Muy próximo a Portovenere está la Isla Palmaria, separada sólo por un angosto brazo de mar, ella también se llena de veraneantes que en la estación cálida  aprovechan sus excelentes playas.

Como cualquier balneario concurrido, existe toda clase de servicios: hoteles, restaurantes, tiendas de todo tipo, entretenciones y presumo que en la noche, la costanera o lungomare como le llaman en Italia, se llenará de jóvenes que irán a los cafés, vinotecas, pubs y restaurantes y terminarán en las discos.

Yo visité Portovenere un solo día, pero su recuerdo e imagen me agradaron tanto que siempre lo he recordado con afecto, al estar allí imaginaba el ambiente de las playas italianas en la época del auge del cine italiano, en la época de los cincuenta y sesenta,  cuando algunas películas, especialmente comedias, se filmaban en estos lugares, donde una juventud alegre y sana corría ingenuas y divertidas aventuras.

La existencia de todo tipo de tiendas de comestibles, de gelaterías,  de comida rápida y de restaurantes tradicionales, brinda opciones a todos los bolsillos. También hay tiendas de souvenirs para los turistas y en algunas hay miniaturas de mármol de Palmaria.

Los parques próximos a las playas permiten aproximarse al mar sin tener que estar a sol descubierto cuando éste pega muy fuerte. Allí se puede hacer un simpático picnic disfrutando de la variada vista.

La arquitectura renovada.

La próxima isla Palmaria, que desde Portovenere se ve en detalle, en esta época con sus playas llenas de turistas y con abundante verdor, parece un lugar de veraneo exclusivamente, pero también existe un depósito muy rico de mármol que es famoso en todo el mundo, es un mármol negro o gris oscuro con vetas blancas, que es muy demandado, especialmente para construcciones religiosas y cementerios. Sin embargo, sus piezas de tono gris son muy elegantes y también pueden usarse en palacios y en casas lujosas.

Gran parte de los sectores antiguos de Portovenere están construidos en piedra gris, que supongo tiene algo de mármol.  La iglesia que está en lo alto de la colina, próxima a la bahía mencionada, está recubierta de este material marmóreo.

Lo más interesante es apreciar como la vieja muralla medieval que corre a lo largo del mar se ha transformado en una línea continua de edificios. Lo hermoso de este cambio es que los edificios están todos pintados al estilo genovés, es decir en tonos pastel: amarillo limón, ocre, amarillo radiante, rosado suave, rosado viejo, verde limón y especialmente tonalidades de color damasco.

La otra característica propia del estilo mencionado es que las ventanas tiene casi siempre un marco falso pintado en algún color que combina con el fondo, estos marcos son anchos y en algunos casos son simples y  rectos, mientras que otros son como grandes molduras torneadas. Estos adornos dan tonalidades diversas a los paños planos de color y   contribuyen a agrandar la imagen de la ventana. Todo el conjunto resulta finalmente con un colorido suave y alegre, resaltado por los rayos de sol cuando lo ilumina. Los edificios son distintos en altura, diseño y color, pase a lo cual configuran, desde lejos, una línea uniforme.

Este frontis alegre, contrasta, como hemos señalado con el gris de la calle interior, lo que se expresa también en el cambio de las temperaturas en cada sector.

La actualidad turística.
Creo que este balneario tiene la gran virtud de la diversidad, no es igual a miles de balnearios modernos que hay en muchas partes, aquí existe el balneario tradicional, pero en un marco hermoso y con un encuadrado de edificios de distintas épocas, de manera que  en un día puede estar en un balneario actual, en una ciudad medieval, en un paseo frente al mar de una ciudad genovesa del siglo XIX y si quiere, rememorar a los románticos ingleses en los lugares que ellos admiraban.

Ocasionalmente yo re-armo los recuerdo de la breve estadía en Portovenere, y esto de re-armar es exacto, pues tengo un puzzle de un colorido cuadro de Puerto Venere,  que  armarlo, pieza por pieza, revive los gratos recuerdos que me dejó ese lugar.

Patricio Orellana Vargas
patoorellana@vtr.net
3 de junio de 2008

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