Italia, Liguria, Rapallo, San Michele di Pagana.

San Michelle di Pagana

SanMichele

Patricio Orellana Vargas, “San Michele di Pagana” (óleo, 40 x 50 cms)

SAN MICHELE DI PAGANA.


Un barrio de Rapallo.
San Michele di Pagana es un sector de la comuna de Rapallo en la Liguria.  Allí se llega con el bus que va de Rapallo a Santa Margherita o simplemente caminando desde la Pasaggiata por el borde del mar, pasando por el puerto de yates y por algunas cuadras de camino costanero. En esta parte del trayecto,  las edificaciones no siempre están a la vista,  sólo se observan las paredes exteriores, lo que permite imaginar que son casas elegantes y con grandes jardines. Después se presenta a la vista una pequeña bahía y un frontis de varios edificios genoveses  que respaldan una reducida playa, más allá, el borde marino es rocoso y se alzan colinas cubiertas de bosques y entre los árboles sobresalen algunas villas elegantes y edificios que parecen ser hoteles y se divisa un castillo y una torre.

Desde la carretera, la imagen que se presenta es muy atractiva. En el pasado aquí hubo una caleta de pescadores y su nombre “pagana” creo que proviene de que aquí se establecieron los bárbaros longobardos que eran arrianos, lo que era considerado paganismo por los romanos cristianos. Ahora las pocas embarcaciones que allí se ven son para deportes náuticos ya que la pesca artesanal  e industrial no existe pues el Mediterráneo ha sido sobre explotado, y ahora esta zona marítima es un fondal protegido para lograr que nuevamente se desarrolle la flora y fauna marina. Incluso la navegación de barcos está prohibida.

Un amigo tenía un departamento en los coloridos edificios que están frente a la playa y nos contaba que a veces el mar furioso llegaba hasta la puerta de su vivienda, pero yo siempre he visto un mar calmado que no anuncia ningún temporal.

Gabriela Mistral en Rapallo.
Aquí fue donde vivió Gabriela Mistral, cuando fue Cónsul de Chile en Italia. La escritora Matilde Ladrón de Guevara   fue a visitarla a este lugar y escribe: “Estamos frente a una villa y miro con emoción el escudo chileno (Gabriela Mistral era Cónsul de Chile). Se aspira paz y tranquilidad. El mar besa suavemente el roquerío que se divisa a través del vetusto pinar. Y al llegar a la península que corta el espejo del Mediterráneo…” Y Matilde continúa describiendo la vida de Gabriela Mistral en esa casa: “Gabriela es una mujer de costumbres sobrias y sencillas. En general come frugalmente. Le gustan de preferencia las empanadas, el jamón, el pescado, las frutas, especialmente, los higos, fruta de su pueblo natal,”. Matilde la conoce profundamente, son amigas y ella escribió en esa época su obra “Gabriela Mistral, Rebelde magnífica“. Su hija, Sybila (que permaneció muchos años en las prisiones de Fujimori), cuando era niña, vivió con Gabriela en esta casa, Gabriela la consideraba su ahijada.

La casa está junto a la carretera que la separa de una franja de parque junto al mar, allí hay unos árboles, un banco y más abajo una minúscula playa, desde donde se divisa el poblado de San Michele: sus casas de tres o cuatro pisos, cuya belleza radica en que todas las ventanas tienen pintados grandes marcos falsos que imitan frisos, relieves y esculturas,  pintura típica de muchas casa de esta región. Todo ello en los colores pastel, especialmente en todos los tonos damasco: damasco verde, pintón, maduro, asoleado y ya casi excesivamente maduro. Siempre hay algunos pintores con sus caballetes pintando la escena llena de colores con el azul del mar, los diversos verdes de los montes totalmente arbolados y del cielo celeste  y las casas damasco, que enfrentan. Es muy agradable ver las distintas visiones de los artistas y los diferentes coloridos que emplean, pero casi siempre son cuadros muy alegres que reflejan la belleza de la localidad. Mi esposa y yo cuando estamos en ese lugar e imaginamos que Gabriela está en el banco mirando ensoñadoramente el pueblo. Después vamos al frontis de la villa de tres pisos que está detrás de esta plazuela y en la pared  de piedras exterior hay una placa de mármol que dice en italiano y español: “En esta casa vivió en los años 1951-52 la poeta chilena Gabriela Mistral, primer Premio Nóbel de Literatura (1945) de  la República de Chile y de la América Hispana, quien fue Cónsul de Chile en Rapallo.  En su homenaje,  Consulado de Chile en Génova y Comune de Rapallo, 1986” 

Francesca la conoció.
Nuestra amiga Francesca, una italiana que se dice chilena porque vivió sus primeros dieciocho años de vida en Chile, pero hace más de   cincuenta que vive en Italia, conoció a Gabriela y una vez fue a visitarla y tomaron onces juntas recordando a Chile. Francesca le cuenta estos recuerdos a mi esposa, quien fue orientadora del Liceo donde Gabriela Mistral fue Directora  y vive estos instantes con profunda emoción, porque en su velador siempre hay algún libro de poemas de Gabriela y así parece conocerla más.

Francesca nos cuenta que ella conoció mucho a la secretaria italiana que Gabriela Mistral tenía y que la acompañaba cuando iban de compras al centro de Rapallo. 

Este hermoso lugar, parece haber sido elegido por alguien de la sensibilidad de la poeta pues la vista desde las ventanas de la residencia es la misma que podemos apreciar desde el parquecillo descrito. Es un pueblito pequeño, no hay grandiosidad ni lujo a la vista y la pequeña bahía es íntima y silenciosa, quizás porque no estamos en el verano, pero la luz es brillante y los colores se disfrutan nítidamente. Es un lugar que llama al descanso y la meditación, pero no convoca ni a la tristeza ni a la melancolía, al contrario, parece calmar cualquiera preocupación. Inevitablemente tratamos de pensar qué sentiría Gabriela Mistral aquí y no podemos dejar de pensar que lo eligió para disfrutar de la calma y la tranquilidad que tanto necesitaba, después de vivir en Chile muchos odios y envidias, especialmente de algunos sectores aristocráticos que cuestionaban su origen modesto.

Los amigos italianos. 
Aquí también conocemos amigos de  Francesca, en cuya casa en Rapallo vivimos, es una pareja de mediana edad. Ella se llama Sabrina y es blanca, dorada y casi siempre sonriente. La imagino como una de las pinturas de Rubens mientras que Franco es un  señor alto, dedicado a los negocios financieros y que entiende de los movimientos de la bolsa, compró muchos títulos argentinos a precios muy bajos cuando Argentina no pudo cumplir sus compromisos financieros. Supongo que le fue bien en estas operaciones, Pero su biografía es más diversa, como es muy alto, fue carabinero (hace años, la altura era un requisito, auque él lo niega), después trabajó en un  banco y allí creo que aprendió su actual negocio. También compra departamentos y estacionamientos y parece ser otro negocio exitoso. Ellos nos invitaron un día a su departamento en San Michele di Pagana y fuimos con Francesca. Fue un almuerzo opíparo, varios platos, empezando por una mesa cubierta de muy variados entremeses o,  como se llaman aquí, antipastos, después diversas clases de pastas con deliciosas salsas y finalmente varios postres a elección, yo preferí un  tiramisú con amareto. Finalmente el excelente café italiano.    

Después del almuerzo fuimos a caminar por la costa a partir de la caleta que antes mencionamos. Este camino, Franco lo recorre todos los días como rutina y en verdad es un bello ejercicio, porque el sendero serpentea por la costa rocosa que sube y baja según los obstáculos, se acerca a los bosques o al mar y va variando según cada vericueto, teniendo al frente la costa por la cual llegamos y más lejos  se alcanza a divisar parte del centro de Rapallo. 

Con estos amigos mantenemos contacto por Internet y Sabrina nos tiene al tanto de sus actividades musicales pues canta en el coro de la iglesia y toca la guitarra, además de haber actuado en la Televisión Italiana.

Patricio Orellana Vargas
patoorellana@vtr.net
18 de enero de 2003
13 de junio de 2008

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