Italia, Venecia, la única

VENECIA, LA ÚNICA

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Patricio Orellana Vargas, Gran Canal, La pesquería. (óleo 50×40 cms.)

VENECIA, LA ÚNICA.

A encontrarse con la belleza.
Hay ciudades muy bellas y espectaculares: París, Londres, Praga, Amsterdam, Estocolmo, Viena, Budapest. Hay otras que tienen mucha belleza dispersa: Atenas, Roma, Florencia, Berlín, Dresden, Córdoba , Madrid. Otras tienen el tiempo detenido entre su murallas: San Giminiano, Ávila, Carcasone, Arezzo, Segovia, Rodas, Perugia, Lucca.

Otras tienen monumentos sobresalientes: Pisa, Toledo, Lisboa, Granada. Otras están enclavadas en lugares excepcionales: San Sebastián, Innsbruck, Ginebra, San Michel, Santorin, Lindos, Taormina. Otras son pequeñas ciudades acogedoras y de dimensión humana: Tarquinia, Cinque Terre, Exeter, Tréveris, Mikonos, Weimar, Capri, Portovenere, Rapallo. Pero Venecia es única. Tiene imitaciones pero son pálidos reflejos de canales y poco más.

La primera vez que llegué a Venecia fue un verano muy caluroso, era muy temprano en la mañana y bajando del tren salí a la plataforma de la estación Santa Lucía, todo estaba cubierto de una bruma blanca, espesa y caliente. Se podía ver sólo a pocos metros. Allí estaba el embarcadero de los vaporetti, los buses acuáticos de Venecia y las góndolas, inaccesibles para un mortal normal. Me subí al vaporetto, donde cabe un centenar de personas, pero sólo tenía una decena de viajeros en esa ocasión, de manera que me senté cómodamente a proa. El barquito partió entre los gritos del par de marineros que lo operaban y que indicaban las paradas principales: Rialto, San Marco, Lido. En su navegación el barco penetraba la niebla blanca y luminosa. De repente, algo ocurrió y la bruma empezó a romperse a jirones y surgieron ante mi vista trozos de un gran canal, casas con puertas en el agua, callejones estrechos, trozos de palacios que brillaban al sol. Era como penetrar en un mundo mágico. En un instante desapareció toda la niebla y se abrió ante mí el Gran Canal, por el cual desfilaban palacios que mostraban su vieja nobleza, su diversidad de colores y estilos. Cada edificio era bello, cada embarcadero estaba lleno de gente que hablaba fuerte y sin inhibiciones, como si fuera normal vivir en medio de tanta belleza, cada palacio superaba al anterior, sin importar que algunos estuvieran anegados, deteriorados o muy envejecidos. Otros estaban renovados, pero no por ello superaban a los anteriores. Grandes iglesias blancas sobresalían y en algunos lugares se veían pequeñas plazas. Las góndolas negras contrastaban con tanto color como golondrinas en primavera.

Esa fue mi primera visión de Venecia y creo que nunca en mi vida he sentido la belleza de manera más total e impactante.

Ahora es invierno, pero Venecia es bella en cualquier estación, Cuando está nevada es una belleza distinta, especialmente en época de carnaval. Caminar por las calles nevadas y llegar al hotel bien calefaccionado le permite reunir energía para salir otra vez. Incluso cuando llueve y Venecia está inundada por las mareas es un espectáculo deslumbrante. Parece invadida por extraterrestres envueltos en impermeables amarillos, rojos, azules y verdes que se compran en cualquier esquina y que hace a todos iguales en la variedad de colores contrastando con las construcciones húmedas y de colores grises, amarillos o rojizos

Venecia vive.
Muchos escriben, piensan y dicen que Venecia está muerta, que existe sólo para el turismo. Yo creo que si está muerta, no hay belleza mayor que esta muerte. Pero no es así, Venecia es turística porque tiene mucho que orgullosamente puede mostrar.

Mientras que ciudades muertas como Pompeya, Paestun o Agrigento, están repletas de turistas en el día, en la noche las recupera la soledad de la muerte. Venecia vive permanentemente, de día y de noche, es distinta, vigorosa y luminosa, tenebrosa y oscura, pero siempre llena de vida.

La vida está resonando en las calles, en todos los idiomas, con jóvenes bellísimas venidas de todas partes del mundo, con parejas felices, con niños que hablan tres idiomas simultáneamente al conocerse y hacerse amigos, con viejos, como yo, que caminan pausadamente, gozando cada vista y cada rostro. Aquí nadie parece sufrir, porque la mayoría son turistas y los turistas no están para sufrir. Pero además hay italianos hablando como si fueran los dueños de casa, con franqueza y rotundamente. Son los y las más elegantes y distinguidos. En los mercados predomina su lengua, su voz y su alegría de vivir. Hay barrios donde hay ropa tendida en las ventanas y se ve que los venecianos no son un mito: existen.

Venecia íntima.
Pero Venecia no sólo es sólo grandes panoramas como el Gran Canal, la plaza San Marcos, la perspectiva de las grandes iglesias en las islas opuestas de donde uno está. Venecia es una ciudad íntima, con un laberinto de calles y callejones estrechos donde no hay espacio para estirar los brazos porque choca con ambas paredes. Calles llenas de tiendas de joyas, vestidos, zapatos, mantelería, librerías, etc. y por supuesto turistas que miran y miran incansablemente. Pero también abundan los cafés (mi preferido es Le chat qui rit, ubicado detrás del museo Cívico Correr) donde se puede tomar de pié un excelente café italiano, apenas un centímetro de líquido espeso a un precio similar que en Chile, pero mejor que el del Haití (puede pedirse café lungo, que es parecido al que se toma en el centro de Santiago). Abundan los restaurantes de todos precios, algunos, frecuentados por venecianos, sirven un plato rápido que se acompaña de una copa de vino espumante (los franceses han prohibido llamar champaña al espumante italiano, igual como se hará en Chile.) Pero en las calles más anchas hay restaurantes con mesas en la calle, bajo toldos o en salones y patios interiores: Los precios están a la vista y uno puede elegir donde meterse para evitar salir aterrorizado con la cuenta. Pero no hay que temer que todos los precios sean estratósféricos. La calidad es casi siempre excelente y mirando la lista de precios, hasta se puede tomar un campari soda como aperitivo y acompañar el almuerzo con mezzo litro de vino rosso, incluido en el menú turístico. Como hombre de costumbres, yo siempre iba al mismo restaurante, Il Gazebo, en Río Terra San Leonardo (los río terra, son calles que eran antiguos canales que han sido tapados y rellenados de tierra), en el distrito Cannaregio, cerca de la estación ferroviaria, pero la última vez que fui a almorzar allí con mi esposa, todo era igual, pero todo había cambiado. La regia comida, bien preparada, era totalmente distinta ¿Qué había pasado? Unos árabes habían comprado el restaurante a sus antiguos dueños italianos y aunque mantuvieron todo igual, la comida era malísima: hasta los spaghetti estaban recocidos, lo que es inconcebible en Italia, donde siempre se sirve la pasta al dente, en el punto exacto.

Pero para los turistas modestos, como el que escribe, basta con una comida caliente al día. En la noche uno puede comprar algunos alimentos fríos en el supermercado La Standa (que a pesar de que pertenecía a Berlusconi, tiene los mismos precios que en el resto de Italia), cerca de la parada Ca d”Oro de los vaporetti.

La calidad y variedad de los alimentos es óptima y se encuentran muchos alimentos listos para los turistas, que como yo, a veces comen en el hotel o las plazas (pero está prohibido hacer pic nic en los lugares públicos). De manera que el gasto en alimentos es muy secundario comparado con el hotel. El transporte también es muy barato y es recomendable comprar un abono por uno, dos, tres días o una semana para el vaporetto. No vayan a cometer la gracia de viajar sin boleto, porque las inspecciones son muy ocasionales, pero cuando a algún chilensi pasado de listo lo atrapan sin boleto, debe pagar unas multas atroces.

Los hoteles venecianos.
La cantidad de hoteles que existe en Venecia es increíble, aunque no se ven. Hay hoteles de todas clases y ahora es sumamente fácil averiguar a través de INTERNET los precios y hacer las reservas. Claro que hay que estar actualizado y tener tarjeta de crédito, como yo no tengo en Venecia me complica las cosas (sólo en Venecia y París he tenido esos problemas). Pero hay muchos hoteles cerca de la estación a precios razonables, aunque en la tarde es posible que todos estén completos, en ese caso hay que acudir a la agencia de hoteles que está en la Estación, son hoteles más caros y generalmente ubicados en lugares alejados del centro, pero los barrios también son bellos. Yo prefiero generalmente ir a hoteles pequeños como el Airone (frente a la estación) o Al Gobbo (Al Jorobado) a un par de cuadras o el Marte, que fue cerrado, pero posteriormente fue reabierto. Son familiares, pocas personas, atendidos por sus dueños, con excelentes piezas y baños. Relativamente económicos, dependiendo el precio de la temporada. (generalmente unos 30 ó 40 dólares diarios por persona, excepto en agosto y en la época del carnaval). Claro que hay que saber que Venecia está siempre llena de turistas: verano, primavera, otoño y hasta en invierno. En algunas oportunidades no hay ni una sola cama libre en toda la ciudad y hay que echar a los turistas que no tienen reservas. Pero casi siempre es fácil conseguir hoteles en Venecia Mestre (a 15 minutos en tren), donde hay espacio y grandes edificios modernos con hoteles que valen la mitad que en Venecia propiamente tal.

 

Venecia, febrero de 2003
Patricio Orellana Vargas
patoorellana@vtr.net

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