Túnez.

TÚNEZ

 

La oportunidad del viaje.  
Hace algunos años me invitaron a un congreso sobre estadísticas en materias sociales que se realizaba en Túnez. Como es mi costumbre aproveché el viaje para tomar mis vacaciones en Europa, lo que teníamos planeado hacía meses con mi esposa. De esta manera el viaje resultaría mucho más barato pues a mí me pagarían el pasaje y una semana de estadía en Túnez. Mi pasaje costaba menos si era para dos meses y más si estaba sólo una semana  y necesariamente debía hacer escala en Roma para ir a Túnez, de manera que podríamos quedarnos en Italia seis u ocho semanas, sin costo adicional en el pasaje. Finalmente nuestro programa fue llegar a Túnez una semana antes del Congreso para echar una mirada al país, ocupar la segunda semana en dicho evento y retornar a Roma para pasar siete semanas en Italia y Francia.

En realidad si yo pudiera haber elegido un destino en el norte de África, difícilmente habría seleccionado a Túnez, mucho más atractivos me eran Marruecos o Egipto.

Una mirada a Túnez en Túnez.
En español, Túnez es la capital de Túnez, lo que parece algo confuso, en cambio en otros idiomas Túnez es la capital de Tunisia, lo que parece más comprensible, pero no podemos cambiar nuestro idioma y resultará que el país y su capital son lo mismo, aunque actualmente se acepta el nombre de Tunicia en español. Podría pensarse que la capital es el país, como Singapur, pero aquí la capital es una ciudad bien precisa y el país es bastante más grande que estados como Singapur. Pero probablemente hay una vieja tradición de nombrar al país por la ciudad que lo creó, como el caso de Roma en la Antigüedad que no sólo identificó a la ciudad y al país, sino que hasta al imperio. En términos formales el nombre oficial del país es República Tunecina, lo que  resolvería el enredo entre el nombre del país y de su capital.

Gran parte del país, casi la mitad, es desierto y actualmente está la moda de hacer tours en carpa a esta zona para gozar de una absoluta soledad bajo las estrellas. Yo conocí a un grupo de franceses y españoles que estaban preparando ese viaje, que yo miraba como algo absurdo ya que no hay ni  brizna de vegetación y las únicas especies animales que por allí existen son el escorpión venenoso y una serpiente cornuda. Sin embargo, la otra mitad costera es muy fértil y desde la Antigüedad fue el granero de varios imperios, pues es un gran productor de trigo. 

Los colonizadores de la ciudad fenicia de Tiro se establecieron aquí y crearon una ciudad que compitió con Roma y estuvo a punto de derrotarla. Lamentablemente poco queda de ese pasado y las ruinas de Cartago son de poca trascendencia a pesar de que fue posteriormente la capital de África, nombre de la provincia romana que incluía casi todo el norte de África.

Pero existían interesantes museos y  sería el primer país árabe que visitaría mi esposa (yo había estado en otros). Túnez fue una colonia francesa y desde su independencia ha seguido muy apegada a esa metrópoli y es un lugar de veraneo para muchos franceses que pasan sus vacaciones allí. También Túnez tiene interés porque es un estado árabe laico y hay un partido nacionalista que lo dirige desde su independencia y que se ha preocupado por desarrollar el turismo y es un país seguro aunque la democracia que allí existe es muy limitada, su primer presidente gobernó como treinta años y el segundo trata de superarlo. 

Llegada.
Un amigo francés muy querido, que había nacido en Túnez y conocía bien ese país me recomendó visitarlo y además me indicó que su hermana aún vivía allí y podía ayudarme si era necesario. Ella se encargó de reservarme hotel, dado que llegaríamos con una semana  de anticipación a la fecha de inicio del congreso mencionado El hotel se llamaba ” La Maison Dorée” y era modesto y barato, aunque parece que en el pasado había tenido días de esplendor que aún se apreciaban en parte del mobiliario y de sus salones y en su elegante restaurante que era muy concurrido y especializado en comida francesa. Una noche comimos en él y tenía excelente atención, buenos vinos franceses y comida muy bien preparada que difícilmente se podría diferenciar de un buen restaurante en París. Había una nutrida concurrencia y era necesario reservar las mesas, dispuestas en dos niveles, con una pequeña pista central para baile, que ahora estaba ocupada con mesas. Fue muy agradable esta comida y se tenía la ventaja de que bastaba caminar unos pocos metros para llegar a descansar al dormitorio. Además los precios eran muy aceptables, de manera que acudimos varias noches a cenar allí y nunca nos defraudamos.

Era un hotel agradable con un personal muy gentil y atento. Como corresponde a una antigua colonia francesa, el francés era la segunda lengua después del árabe y mucha gente lo hablaba habitualmente. Estaba en un lugar muy central, próximo a la gran avenida que atraviesa la ciudad y a pocas cuadras de los edificios gubernamentales y de una importante estación ferroviaria. Esta ubicación era muy cómoda pues nos permitía salir y volver fácilmente. 

El centro de la ciudad era bastante occidental, pero claramente del tercer mundo, aunque no se veía una pobreza extrema. Las tiendas eran al estilo europeo pero más modestas y abundaban los cafés, cines y restaurantes.

Existe un metro, que es un ferrocarril urbano que utilizamos varias veces en el tramo que recorre la costa y permite disfrutar de un bonito panorama y llega hasta Cartago, lo que está en las afueras de la ciudad. 

El machismo musulmán.
Un rasgo cultural que choca es la evidente superioridad masculina. Esto se observa en primer lugar en la gente. La mayoría de los hombres viste al estilo occidental, pero al revés, la mayoría de las mujeres viste la ropa tradicional árabe con velos que le cubren la cabeza casi completamente, exceptuando los ojos, que adquieren una relevancia extraordinaria. Sólo una minoría, especialmente muchachas jóvenes visten a la moda occidental y parecen ser estudiantes. Otra expresión del machismo es que se ven muchos más hombres que mujeres en las calles. Probablemente ellas están en sus casas en las tareas domésticas.

El otro rasgo machista que me recalcó mi esposa es que hay muchas tiendas bien surtidas y hasta elegantes de ropa masculina, mientras que las de vestuario femenino eran muy escasas y modestas. También se notaba una presencia masculina muy mayoritaria en tiendas y restaurantes. En los cafés había exclusivamente hombres. 

La Medina.
El mercado árabe es la Medina, un barrio compuesto exclusivamente de tiendas, donde es fácil orientarse y no es un  laberinto intrincado como otros similares, allí se ofrecen toda clase de productos: vestuario, telas, zapatos, muebles, alimentos no perecibles, artículos eléctricos, artesanías, alfombras, libros, etc. Aproximarse a una tienda y mirar las mercaderías es un imán para el vendedor, que inmediatamente sale del negocio e inicia una animada charla con el cliente potencial. Como en otros lugares sorprende la cantidad de idiomas que manejan estos vendedores. Quizás conozcan sólo las palabras extranjeras apropiadas para realizar la venta, pero las manejan con tal habilidad que parecen que las supieran en profundidad. Para empezar deben identificar la nacionalidad del cliente y les basta oír lo que conversan (si son varios) para percatarse si hablan inglés, francés, alemán, español y quizás cuantos idiomas más. Distinguen inmediatamente a un yanqui de un británico y a un español de un hispanoamericano y hay casos que hasta adivinan de que país de Hispanoamérica viene, siempre que sean argentinos, venezolanos, chilenos o peruanos  Apenas nos escucharon hablar y nos preguntaron en correcto español : ¿De qué país son? E insinúan ¿Argentinos? ¿Chilenos?

Una vez identificado el país hacen un lindo comentario sobre el país en cuestión, supongo que es una frase igual para todos los países: ¡Es un país muy bonito! ¡Yo tengo un primo que vive allí! A continuación hablan de la calidad y buenos precios de sus mercaderías aconsejando que aprendamos a distinguir las diversas calidades para que otros comerciantes no nos estafen.  Si uno entra en la tienda, ya no hay salvación posible. Le ofrecen asiento y le traen un vaso de té o de agua caliente de menta y cuando uno muestra interés por algún producto, le traen una diversidad de modelos, calidades y precios. A continuación viene una larga discusión sobre el precio del artículo elegido y el precio va bajando paulatinamente, hasta llegar a un punto en que paran las rebajas, mientras tanto usan las manos para palmotearle la espalda, tomarle del brazo o de la mano, lo que resulta empalagoso y desagradable. Finalmente cuando se finiquita la compra, le estrechan la mano y hasta lo abrazan y le juran que nunca habían conocido a una persona tan simpática y que desde ahora son amigos para toda la vida. Cuesta harto zafarse porque lo acompañan varios metros fuera de la tienda rogándole que vuelva, sólo para conversar.  

Otro rasgo interesante es que casi todos los vendedores eran hombres, no vi a vendedoras mujeres aunque sí había muchos niños trabajando en la Medina.

Yo he estado en bazares griegos, turcos, egipcios, marroquíes y ahora en uno tunecino y son muy distintos, como lo he intentado describir en otras crónicas. Los más exagerados son los egipcios y le siguen los tunecinos. Los turcos no son amigos de mucho regateo y los griegos, más occidentalizados (a pesar que quinientos años bajo dominio turco influyen) son los más cordiales y formales al mismo tiempo. En todos estos mercados, el precio es muy ambiguo y uno choca con esa vaguedad pues está acostumbrado a que los precios estén a la vista y sean invariables.  ¡Al final uno sabe que en todas partes estafan al pobre turista! 

La Medina es bastante grande y se compone de centenares de tiendas una junto a otra en un complejo laberinto de calles, pasajes y plazoletas, que sin embargo, era fácil orientarse y volver a las puertas que eran grandes entradas en antiguas murallas. Esta Medina fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1979, aunque mi impresión es que se trata de un gran mercado bastante modesto, sin la necesaria grandeza o belleza para merecer ese título, aunque su éter cultural parece ser una combinación de los atributos árabes para el comercio potenciadas con las raíces cartaginesas, ya que los fenicios fueron los más grandes comerciantes de la Antigüedad.

Cartago.
Sin duda, Cartago debe haber sido una de las ciudades más espléndidas de la Antigüedad ya que fue capaz de competir con Roma y porque  había sobrevivido muchas crisis que amenazaron su existencia y las había logrado superar y reconstruirse. Cuando finalmente los romanos la derrotaron y ocuparon,  se preocuparon de cumplir la consigna que había orientado la guerra según su más brillante orador, Catón: “Cartagho est delenda” “, que significa: Cartago debe ser destruida (aunque los eruditos difieren de la frase exacta pues no hay registros).  Y los legionarios romanos cumplieron a cabalidad la orden no dejando piedra sobre piedra. Después los romanos la reconstruyeron como una ciudad distinta, pero de ambas no queda mucho a la vista: sólo algunas paredes de piedra y unas pocas columnas de la época romana. Su museo, que para mí representaba un gran interés, tampoco tenía muchas muestras del pasado cartaginés o romano, sólo piedras talladas, restos de pisos de mosaico y estatuas dañadas y escasos objetos domésticos como vasos, cerámicas, armas y joyas. Lo m ás atractivo era el lugar en que estaba emplazado, un sector muy verde, con árboles y prados desordenados. 

Bizerta.
Después de haber recorrido muchas veces el centro de Túnez y visitado Cartago decidimos ir a visitar otra ciudad y la más importante y cercana es Bizerta, allí fuimos en el ferrocarril que partía de la estación próxima al hotel. Fue un viaje interesante, en gran parte por la costa o atravesando inmensos campos de trigo muy verde. De vez en cuando se veían algunos campesinos con burros o llevando algunos camellos. También pasaban rebaños de ovejas con pastores vestidos a la usanza árabe más tradicional.

En nuestro vagón, cosa excepcional, iban varias mujeres con sus vestimentas típicas, pero muy abiertas para conversar y darnos informaciones y hacernos preguntas en un clima de mucha cordialidad. 

La ciudad de Bizerta se nos presentó como una ciudad con anchas calles, de edificios bajos y muy poco tráfico y escasa gente en las calles. Supongo que es una ciudad reconstruida después de la segunda guerra mundial porque creo que paso de manos alemanas-italianas a británicas en varias oportunidades.

Frente al mar existe una amplia explanada y un parque que la soledad tornaba un poco triste. Contribuía a ello un viento helado que obligaba a buscar refugio, para lo cual entramos en un gran café, donde habría un centenar de clientes en mesas bajas tomando café o fumando en sus narguiles y algunos niños les llevaban carbones ardiendo para prender el tabaco. Al llegar había un fuerte murmullo de las conversaciones, pero al cruzar la puerta, paulatinamente bajaron los tonos hasta que reinó un silencio casi absoluto. Nos sentamos en una mesa y pedimos café, entonces nos percatamos que todos los clientes eran hombres. No había ni una sola mujer. Suponemos que la entrada de mi esposa al café fue lo que provocó el silencio. Quizás no era costumbre que las mujeres entraran en esos negocios. Sin embargo, nos sirvieron el café con toda amabilidad y de nuevo, paulatinamente regresó al rumor de las conversaciones de voces exclusivamente masculinas. 

Dado que el frío aumentaba decidimos volver a Túnez, pero sabíamos que faltaban varias horas para el próximo tren y como vimos que había una larga fila de taxis colectivos, averiguamos que era una línea regular a Túnez que partían según se completaban la capacidad del vehículo. Así regresamos a la capital por un camino un poco distinto cruzando diversos pequeños pueblos todos similares, de casas rectangulares blancas de uno o dos pisos. Lamentablemente el paradero final de los taxis colectivos quedaba lejos del centro y allí debimos tomar otro taxi, después de percibir que estábamos en las afueras, lo que nos permitió ver la gran dispersión de la ciudad que en todos sus suburbios era muy baja y extensa.

Un balneario con ventiscas.
De acuerdo con el programa, el día que comenzaba el Congreso, al cual estaba invitado, nos dirigimos al aeropuerto pues desde allí salían los taxis que llevarían a los asistentes a Gamarth, un balneario cercano, en el cual se encontraba el gran hotel Corintia, sede del evento y llegamos bajo una lluvia intensa y con ventarrones que parecía que nos harían volar, de manera que el refugiarnos en el ambiente templado del moderno edificio fue muy agradable y restaurador. Se trataba de un gran hotel ubicado en una zona de dunas, frente a una larga playa de arena. Este balneario, como muchos otros que existen en esta costa, está diseñado para el turismo masivo de europeos, especialmente franceses: Es un conjunto de dos edificios de  veinte pisos cada uno, con otras dependencias distribuidas en semicírculo en torno a una gran piscina.

Desde el hotel se podía ir a la playa en menos de cinco minutos, pero como era fin de invierno, ella estaba desierta y como en otras partes de Túnez no se veían turistas, que entre junio y agosto repletaban estos lugares. 

Además, el tiempo era frío, lluvioso y casi siempre corría mucho viento de manera que pocos se aventuraban a dejar la calidez y comodidad del hotel, donde se escuchaban los idiomas diversos del centenar de delegados que asistían. Al registrarme insistí en que yo venía con mi esposa, pero que como correspondía, pagaría separadamente su estadía, en lo que no hubo problema, porque además todas las habitaciones eran para dos personas.

Rara vez he estado en un hotel tan lujoso, limpio y agradable. Todo funcionaba según los estándares internacionales de un hotel de cinco estrellas. Nuestra pieza era un departamento compuesto de una pequeña sala, el dormitorio, el baño y un  amplio balcón que nos permitía ver el vasto panorama de las dunas y otros hoteles similares, pero a bastante distancia y el mar  que se veía espumoso por el viento que lo agitaba permanentemente. Este viento fue un acompañante permanente y era hasta divertido mirar la piscina en las mañanas, pues amanecía con numerosas sillas, mesas y poltronas flotando, pues el viento las había lanzado hasta allí. 

Las comidas eran muy cómodas ya que había autoservicio y mi esposa se deleitaba eligiendo pastelillos árabes, de los cuales había una gran variedad así como dátiles preparados de diversas formas. El  autoservicio es excelente en estas circunstancias pues uno puede elegir la comida habitual o los platos tunecinos que para nosotros eran desconocidos. Creo que la única ausencia notoria era la del vino.

Como yo debía presentar una ponencia, debí asistir durante la semana a todas las reuniones plenarias y de comisiones. Los organizadores me recomendaron que en mi intervención no hiciera referencia a la falta de efectiva democracia en Túnez, como una deferencia especial hacia el país que nos brindaba el hospedaje. Yo no les hice caso y mencioné este hecho como una exigencia a cualquier país y que no se podía excluir a Túnez. Esto no les gustó nada a los que dirigían el debate y me interrumpieron para que abreviara mi intervención. Pero este hecho no pasó más allá. 

Otros paseos.
En estos congresos o seminarios se acostumbra trabajar durante todo el día, pero se organizan algunos paseos en la noche a lugares cercanos, para lo cual se dispone de la movilización necesaria y de guías si corresponde. En estas actividades se desarrollan amistades en un plano de mayor cordialidad y no en la formalidad de las  serias sesiones.

Durante el congreso fue muy agradable encontrar a amigos que había conocido en otros eventos similares y en especial a una señora que también estaba en representación de Chile y que éramos viejos amigos, así como a una querida amiga guatemalteca y un holandés que era uno de los que había creado la institución patrocinante, así como muchos otros con los cuales había tenido correspondencia. 

Mi esposa, aprovechó de descansar mucho y asistió a algunas sesiones plenarias donde se exponían temas de su interés. Pero todas las tardes, después  de los debates íbamos a pasear a la playa, siempre bajo un viento fortísimo. En estas actividades conocíamos a muchos otros delegados de los lugares más diversos del mundo, aunque naturalmente, entre los latinoamericanos había gran afinidad.

Una noche se realizó una visita, después de las sesiones de trabajo, a un pueblo situado a orillas del mar. Era un balneario con una arquitectura, que en nuestra ignorancia podríamos calificar de morisca, se trata de Sadi Busaid, con casas de un piso, con techos planos con almenas y adornos en su contorno. Todas las ventanas y puertas eran de color calipso o azul intenso. Había un centro artesanal, con numerosas pequeñas tiendas en torno a una plaza, pero como era de noche e invierno estaban cerradas, sin embargo, algunas abrieron a la llegada de nuestros buses  y encontramos hermosas artesanías en cerámica y tejidos aunque el ambiente era muy frío y oscuro ya que la iluminación de los locales era muy débil.   

En la embajada.
La otra delegada chilena, señora de una familia muy distinguida, nos invitó a un cóctel que se realizaría en la casa del embajador de Chile. Naturalmente que aceptamos pues es interesante ver a compatriotas y saber como viven en un  país tan distinto al nuestro, aunque no somos personas que tengan amigos en los niveles diplomáticos.

La reunión se realizó una noche en casa del embajador, quien vivía en el barrio de las embajadas en una linda casa con amplios jardines, aunque no era una residencia lujosa. La  fiesta había sido preparada por el ama de llaves de la embajada, una chilena de origen modesto, alta, maciza y muy buena moza, en contraste, el embajador era pequeño, delgado y ágil. Fue un gran placer tomar una copa de pisco sour y comer algunos canapés “a la chilena”. La asistencia era casi exclusivamente de miembros del cuerpo diplomático y lo que me pareció sobresaliente fue que una funcionaria de la embajada de Francia me dijo que era una reunión de latinos, en este concepto incluía a italianos, franceses, españoles, portugueses y a la amplia gama de latinoamericanos. En Estados Unidos, en cambio se considera como “latinos” exclusivamente a los latinoamericanos. Otra funcionaria, creo que de España, me dijo que ellos estaban muy cómodos en Túnez porque era un país tranquilo y recordaba con horror su anterior misión en Guatemala, donde debía contratar guardaespaldas hasta para mandar a su hijo a la escuela. Consideraba que estas reuniones de latinos que se celebraban rotativamente en las embajadas de los países calificados como tales, eran muy agradables pues constituían una vivencia cultural muy distinta a la árabe de Túnez. 

El embajador chileno era un intelectual muy destacado por sus convicciones de izquierda, además aparecía como un caballero muy amable y a la vez modesto. También le pregunté sobre su ambientación en Túnez y me comentó que  recientemente se había separado de su esposa y la soledad se acrecentaba en un país tan distinto ya que sólo había tres o cuatro chilenos allí. Cuando le consulté si la embajada realizaba alguna actividad en pro de los derechos humanos en este país, me indicó que su calidad de diplomático le impedía intervenir en cualquier asunto de la vida interna del estado ante el cual representaba a Chile. Me chocó esta declaración porque durante la dictadura de Pinochet en Chile, sólo gracias a la intervención de numerosos embajadores se logró salvar la vida de muchas personas.

Me pareció que el embajador era antes que nada diplomático y su pasado socialista era… pasado.   

Fin del Congreso.
Llegó el día final del congreso, con un programa recargado de sesiones plenarias y elección de la directiva de la organización patrocinante. Se había acumulado un gran número de ponencias y a los organizadores les quedaba el trabajo de producir un documento con toda esta información ordenada.

En estos eventos, generalmente se termina con una cena de gala con baile y así ocurrió en esta ocasión. Muchos de los participantes aparecieron con sus trajes típicos, especialmente los africanos, negros muy altos con túnicas muy coloridas y árabes con  túnicas sencillas blancas o grises. La mayoría vestía las ropas informales de la cultura occidental globalizante, muy pocos estaban vestidos formalmente.

La comida fue amenizada con una orquesta que tocaba música árabe con sus instrumentos típicos: flautas y tambores. Esta música a mí me parece muy monótona y difícilmente la puedo apreciar. La comida, en esta ocasión no era el autoservicio habitual,  era servida en cada puesto y en un momento determinado se anunció que venía el plato principal: se trataba de un gran cántaro sellado, en cuyo interior se había cocido en una fogata carne de cordero al estilo tunecino. Claro que para comerla era previo la ceremonia o fiesta de quebrar el gran cántaro, lo que se realiza casi como un ritual sagrado, provocando una quebrazón que no produzca pedacitos pequeños de cerámica que pueda mezclarse con  la carne. Inmediatamente después se anunció la culminación de la fiesta con un baile típico tunecino: Apareció una rubia con vestimenta de bailarina árabe que bailó la famosa danza del vientre acompañada de dos músicos que de cuclillas tocaban un pequeño tambor y una flauta. El baile fue recibido con un aplauso cerrado. Después se cambió la orquesta y llegó otra más occidental que tocó música más universal que al término de la comida se coronó con un baile general. 

Fin de viaje.
A la mañana siguiente todos los congresistas estaban en el hall del hotel realizando los últimos trámites para volver a sus países de origen. Yo fui a solicitar el desembolso  de mi pasaje aéreo, para lo cual tenía la factura correspondiente. Mi esposa estaba preocupada porque temía que no me lo pagasen. El tunecino a cargo de la caja me dijo que no figuraba en la lista de devoluciones, yo no me preocupé y llamé al Secretario General de la organización, el que aún dormía porque era muy temprano y los tunecinos no querían molestarlo. El mencionado funcionario habló con el cajero y le indicó donde estaba mi orden de pago, de manera que me devolvieron el costo del pasaje inmediatamente. A continuación le pedí la cuenta para pagar por la estadía de mi esposa y el cajero me indicó una suma inferior a la que yo había calculado, le indiqué el error y el me informó que mi esposa sólo había alojado cinco días y no los ocho días del congreso, reclamé insistentemente, pero para acabar la discusión, el tunecino me empezó a discutir en árabe, en tal circunstancia opté por aceptar que mi esposa sólo había estado los días que allí figuraban ¿Cómo iba a seguir discutiendo en árabe? De manera que me vi obligado a pagar la cuenta menor. 

Nuestro avión a Roma salía a las siete de la tarde, pero mi esposa que es obsesiva en puntualidad, le gusta llegar cuatro horas antes al aeropuerto y me exigió que informara que nuestro vuelo era a las dos. Fue un acierto, porque trasladar a un centenar de viajeros superó la capacidad de los tunecinos y los taxis y buses salían repletos de viajeros, todos atrasados, sólo de esta manera logramos salir hacia el aeropuerto a las cuatro, cuando nuestro falso vuelo ya había salido, de manera que llegamos al aeropuerto oportunamente, pues estaba muy cercano. 

 

Patricio Orellana Vargas
patoorellana@vtr.net
21 de junio de 2008

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