Singer, Peter, Ética práctica.

Peter Singer, Ética práctica

 

Peter Singer, Etica práctica, Barcelona, Editorial Ariel, 1984, 287 págs.

¿Que es la ética práctica?
Para Singer, la ética y la moralidad son sinónimos y su tarea es aplicarla a problemas concretos de relevancia en el mundo contemporáneo y especialmente significativos en los países desarrollados. Estos temas son: las minorías raciales, el aborto, la eutanasia, la obligación de los ricos de ayudar a los más pobres y el uso de los animales con fines de alimentación y experimentación.

El primer paso del análisis consiste en definir lo que no es la ética. No es un conjunto de prohibiciones referidos a cuestiones sexuales, ni es una teoría noble y abstracta. Tampoco es un conjunto de reglas de comportamiento generalmente inaplicables: no mentir, no robar, no matar. ¿No mentir en el caso de que la gestapo nazi entre a tu casa buscando judíos y tú entregues a los judíos conforme a la regla ética de no mentir?

La ética utilitarista define el acto ético como aquel que produce un aumento de la felicidad de todos aquéllos a quienes la acción afecta, igual o mayor que cualquier otra alternativa. Es mala en el caso contrario. Según esta ética es malo mentir, en ciertas circunstancias y bueno hacerlo en otras, según las consecuencias.

La ética es independiente de la religión.
Para los teístas “es bueno lo que Dios aprueba”. Platón ya discutió ésto y sostuvo que si los dioses aprobaban una acción era porque ésta era buena, no podía ser la aprobación de los dioses la que la convirtiera en buena. De otra manera el Dios podría haber aprobado como buena cualquier acción, como la tortura, y por esa aprobación pasaría a ser buena. Los teístas dicen que Dios es bueno, por lo cual no puede calificar de bueno algo que no lo sea. ¿Pero quién dijo que Dios era bueno? El comportamiento ético no exige creencia alguna en el cielo o el infierno.

Finalmente descarta la idea de que la ética es relativa o subjetiva, la que se popularizó en el siglo XIX con el conocimiento de nuevas culturas con variadas moralidades. La gazmoñería de la época victoriana fue sacudida por la libertad sexual de otras culturas y fue una simiente de libertad sexual. El marxismo adhirió a la relatividad ética: hay una ética burguesa y una ética proletaria ¿Pero cuál es la ética? ¿La una o la otra?, ¿ambas? Engels resolvió el conflicto: la moralidad de una sociedad de clases será dividida y relativa. La ética dominante será la da le clase dominante (pero seguirá siendo relativa), sólo dejará de ser relativa cuando la ética sea realmente humana (de la humanidad) y ésto se lograra cuando se acaben las divisiones de clases. En consecuencia la ética será expresión de la sociedad sin clases: la sociedad comunista.

Si aceptamos el relativismo ético, no hay ética. Si aceptamos que la esclavitud es mala aquí, pero buena en otra sociedad, no hay base para decidir si la esclavitud es buena o mala.

El camino para superar el relativismo ético es el razonamiento en el campo de la ética. Desde la Antigüedad los filósofos han sostenido que la idea de la conducta ética es aceptable desde un punto de vista universal. La regla de oro es que debemos trascender a nuestros propios intereses personales. Kant sostenía que hay que actuar conforme “solamente a aquella máxima de la que al mismo tiempo puedas querer que se transforme en ley universal”. La teoría del “observador universal” y de la universalidad de los juicios morales de los filósofos ingleses del siglo XVIII está en esta orientación, así como la concepción de los utilitaristas de que “cada uno cuenta como uno, y ninguno como más de uno”. En consecuencia la ética exige trascender al “tú” y al “yo” para universalizarse.

Singer termina esta parte de su obra declarando: “considero que el aspecto universal de la ética proporciona, en efecto, una razón convincente ─aunque no concluyente─ para adoptar una posición ampliamente utilitarista”. La acción debe provocar las mejores consecuencias para todos los afectados, “de aquello que, habida cuenta de todas las circunstancias, favorece los intereses de todos los afectados” y no en el sentido de aquello que aumenta el placer y reduce el dolor según, los utilitaristas clásicos como Bentham y Stuart Mill.

¿Somos iguales?
La igualdad, cada vez más aceptada en nuestro siglo, exige un cambio de actitudes frente a las desigualdades. Ya nadie puede calificar a otros pueblos como “razas inferiores y sin ley”, como lo sostenía el poeta inglés Rudyard Kipling. En su libro “A theory of justice”, John Rawls ha fundamentado la igualdad con el concepto de “propiedad difusa”, entendiendo por tal un círculo, que separa un conjunto del universo. Algunos puntos pueden estar más o menos lejos del centro, pero todos aquellos que están dentro del círculo son “puntos del círculo”. Con esto ilustra que la igualdad no significan que sean iguales en todo, sino que todos tienen “una personalidad moral” entendiendo por tal aquella persona a la cual se le puede hacer una apelación moral, con una esperanza razonable de que será atendida. La igualdad puede fundarse en que los atributos asignados a un grupo considerado superior no son iguales en el grupo y ocurre inevitablemente que miembros del grupo inferior superarán a muchos del grupo superior, por lo cual no es lógico la superioridad de tal grupo. Por ejemplo, los negros son considerados inferiores porque algunos tests de inteligencia o CI los ubican, en promedio, en un nivel inferior al grupo blanco, pero, sin embargo hay muchos negros que penetran los niveles de los blancos, alcanzando altos puntajes, así como hay blancos que obtienen bajísimos puntajes. Lo que existe es diferencia promedio entre ambos grupos, pero esto no atenta al principio de la igualdad, porque en cada grupo hay personas distintas, ya que la diferencia individual no se opone a la igualdad. Nadie puede sostener una igualdad en todos los planos: niños y adultos, mujeres y hombres, gordos y flacos, viejos y jóvenes, etc. Estas diferencias especifican la individualidad, pero desde el punto de vista ético interesa la igualdad de derechos o según otra teoría la igualdad de intereses (el interés por evitar el dolor, la satisfacción de las necesidades básicas, etc.). Thomas Jefferson dijo: “sea cual fuere la medida del talento, no es medida de los derechos”. A continuación el autor trata el tema de la igualdad sexual e insiste que si hay diferencias, ellas sólo existen entre promedios de grupos.

Hay desigualdades genéticas o culturales casi insuperables que justifican pago de salarios diferenciados y ello no es posible de resolver en términos reales. La base de la igualdad es la igual consideración de los intereses.

La discriminación inversa que se ha utilizado como compensación para aquellos que no tienen igualdad de oportunidades ha significado, un efecto opuesto, le ha dado oportunidades a quienes no tenían los méritos y desplazado a otros meritorios. Si el 16% de la población son negros y sólo hay 2% de médicos negros, quiere decir que hay discriminación. Pero la solución no es admitir un 16% de estudiantes negros en las Escuelas de Medicina, porque se desplaza a gente con más méritos o inteligencia y en Estados Unidos hay jurisprudencia de la Corte Suprema rechazando esta discriminación positiva. La solución no es discriminación ni positiva ni negativa, porque en el fondo son lo mismo. Lo que puede hacerse es establecer requisitos que favorezcan a los grupos postergados, pero no cuotas raciales.

En inglés todos los sustantivos referidos a cosas son masculinos (excepto unos pocos, como barco) y el autor propone usar el femenino para todos, lo que será incómodo durante un tiempo, pero será una discriminación positiva que no afecta ningún derecho ni ético ni jurídico, sólo una norma gramatical.

¿Igualdad para los animales?
Una vez planteada la igualdad de los seres humanos, el autor se lanza a la tarea de “establecer la igualdad como sólida base con aquellos seres que no pertenecen a nuestra especie, es decir con los animales no humanos”.

¿Cómo puede haber alguien preocupado de la igualdad con los animales cuando hay tantos seres humanos a los cuales se les niega la igualdad? se pregunta el autor. Esto es una mera expresión de prejuicios, como los de nuestros abuelos sobre los esclavos.

El fundamento de la igualdad más allá de nuestra especie es también el de la igual consideración de los intereses. Este principio implica que nuestra preocupación por los demás “no debe depender de cómo sean ni de las capacidades que posean”.

El hecho de que algunos animales sean menos inteligentes, no nos da derecho a explotarlos.

Pero la relación moderna con los animales se da a la hora de la comida, cuando usamos a los animales como comida. Hubo épocas o lugares donde se justificaba esta comida. Ahora no, hasta la medicina ha probado que la carne no es necesaria para mantener la salud ni alcanzar la longevidad y es antieconómica pues sólo el 10% de los cereales que gastamos en alimentar animales se transforma en carne. Un problema esencial es que los animales son sometidos a sufrimientos para ser transformados en carne: la castración, la separación de madres e hijos, la marca, la disgregación, el transporte, hasta finalmente la matanza. En defensa de los animales, también el autor rechaza los experimentos con ellos, que llegan al extremo de producir monas neuróticas que aplastan y frotan contra el suelo la cara de sus hijos.

A continuación el autor discute las siguientes objeciones: -¿Sufren dolor los animales? -Si los animales se comen entre ellos ¿Por qué no hemos de comerlos?

Estas objeciones son erradas porque se cree que el consumo de carne es parte del proceso evolutivo, cuando éste es que nos permite liberarnos de ese consumo de carne. Además animales y hombres somos un todo continuo y las diferencias son de grado y no de género.

Para algunos autores, la ética es un contrato social. Si es así ¿cómo acordar contrato con animales? Pero este razonamiento se invalida al analizar el caso de los infantes y otros seres humanos desvalidos ¿Pueden participar en el contrato? ¿Quedan fuera de él?

¿Qué hay de malo en matar? La doctrina de la santidad de la vida humana sostiene que la vida de un miembro de nuestra especie tiene un valor especial y que hay un valor especial en la vida de una persona. Aquí la diferencia es entre miembro de la especie y persona. Pero para ambos la vida es sagrada.

Desde el punto de vida kantiano el respeto a la vida es una expresión a la autonomía, ya que si se ha elegido seguir viviendo, se está violando esa autonomía con la muerte.

Para los utilitaristas quitar la vida es dejar sin realizar el futuro de la persona y su felicidad, esta felicidad es la que se pierde y hay que compararla con los otros efectos. Para Tooley, filósofo contemporáneo norteamericano, la vida no puede quitarse cuando se trata de un ente que se concibe a sí mismo como perceptibles y existiendo en el tiempo, en otras palabras, personas. Hay una relación entre los deseos de un ser y los derechos que puede afirmar.

El problema de la vida consciente y la no consciente es enfrentado por Albert Schweitzer con la posición de que hay que ayudar a la vida que es sagrada en todos los casos. Cabe preguntarse el problema de Schweitzer cuando salvaba vidas humanas en Africa y para hacerlo tenía que eliminar vidas de microbios y gérmenes.

Si la vida consciente es sagrada ¿Lo es la de los animales? Según los estudiosos hay animales que son capaces de tener conciencia de sí mismos separados del tiempo, hacen planes a futuro y toman precauciones para que el plan no sea descubierto. Si éstos son los requisitos de la persona, hay animales que son personas y por lo tanto tienen derecho a la vida. Hay otros animales no conscientes pero su eliminación puede significar una reducción de felicidad -conforme al utilitarismo- y sólo se justifica si genera más felicidad (si hubiera hambruna).

El aborto y la eutanasia son analizados como dos formas específicas de eliminar la vida exponiendo la posición conservadora y la liberal.

¿La pobreza es equivalente al asesinato?
La pobreza es analizada con la misma argumentación del derecho a la vida. MacNamara ha desarrollado el concepto de pobreza absoluta, distinta de la pobreza relativa que es aquella que sufren algunas personas en una sociedad rica. La pobreza absoluta es la condición de vida en el margen mismo de la existencia. El problema no es que no se produzcan los alimentos necesarios para todos ni que los norteamericanos consuman 2000 libras de cereal al año, mientras que los países pobres se consumen, en promedio 400. La diferencia se debe a que se desperdicia hasta el 95% al transformar los cereales en carne leche y huevos.

La conclusión es que los habitantes de los países ricos están dejando que los habitantes de los países pobres mueran de pobreza absoluta aunque la víctima no sea identificable.

Un consecuencialista es aquel que establece la obligación de ayudar, la que planteada formalmente es: Primera premisa: Si podemos evitar algo malo sin sacrificar nada de significación comparable, debemos hacerlo. Segunda premisa: La pobreza absoluta es mala. Tercera premisa: Hay parte de la pobreza absoluta que podemos evitar sin sacrificar nada de significación moral comparable. Conclusión: Debemos evitar parte de la pobreza absoluta.

Las objeciones a este juicio moral abundan: la caridad empieza por casa, el derecho a la propiedad, no hay que ayudar al exceso de población, es tarea del Gobierno, ayudar es una carga insoportable. Sin embargo, con cualquier patrón ético que se mida, el deber de ayudar es el mínimo.

Los fines y los medios.
Este problema debatido desde antiguo en el ámbito de la ética es presentado rechazando el principio de que “el fin nunca justifica los medios”. Un ejemplo trivial es la actitud que se asume cuando se recibe un regalo horrible ¿Ha de decirse la verdad o alabar el regalo? El replanteamiento es de qué fines justifican qué medios. Esto lleva a la legitimidad de la ley. ¿Hay que aceptar una ley injusta? Entre el individuo y el Estado, quien predomina.

Thoreu contestó: La única obligación que tengo es hacer lo que considero justo. ¿Por qué debo someter la conciencia al legislador? …entonces ¿Por qué tengo conciencia? La solución de Henry Thoreau es la desobediencia civil. Pero esto lleva a la necesidad de la ley y el orden, entendiendo que la ley es buena. La democracia abre caminos para cambiar la ley injusta, aunque a veces son caminos impracticables, lo que puede justificar la desobediencia y hasta los actos ilegales. Los consecuencialistas sostienen que hay que ver los efectos de la desobediencia, si afecta a la esencia de la democracia y la pone en riesgo es absurdo recurrir a la desobediencia, por lo tanto es diferente según la fortaleza de la democracia en cada país.

Se analiza a continuación la naturaleza y justificación de los medios pacíficos y violentos y relativiza el problema estableciendo que hay distintas clases de violencia.

¿Hay que actuar moralmente?
Con esta discusión termina la obra, reconociendo que es una pregunta muy difícil, como todas las que surgen en ética. Sin pretender dar solución, el autor sostiene que conviene adoptar un punto de vista universalista, postergando los intereses personales e inmediatos, de esta manera se logra menos confusión y se actúa de manera más natural, lograr ser el espectador imparcial es un camino y otro es actuar racionalmente. Para Kant ambos son lo mismo, pero otros, como Hume, sostienen que la razón en la acción se aplica sólo a los medios, no a los fines, los fines deben estar dados. Finalmente el autor concluye que a esta pregunta no se le puede dar una respuesta contundente, pero los comportamientos éticamente indefendibles son siempre irracionales.

Comentario.
Esta obra es de una riqueza dialéctica innegable, el análisis y discusión de problemas fundamentales de la vida del hombre son hechos con rigor, pero sin la pretensión de haber encontrado la respuesta a los problemas que surgen, pero sí exponer las distintas respuestas surgidas de diversos pensadores que abren amplias avenidas al pensamiento. Su sentido práctico es inmediato, se trata de discutir la posición que debe asumirse diariamente ante los problemas morales que debemos enfrentar, algunos de los cuales tienen poca relevancia en nuestra sociedad, pero que son universales y que han adquirido urgencia en los países desarrollados, tales como los derechos de los animales, la discriminación racial, la eutanasia, el aborto, la violencia, la desobediencia civil, la democracia, el respeto a la vida, la obligación de los ricos con los pobres, etc.

Su enfoque, inspirado principalmente en los utilitaristas ingleses, le permite salirse de posiciones absolutistas, aunque reconoce la importancia de las universalizaciones y la adopción de la posición del espectador neutral que supere nuestros egoísmos.

Patricio Orellana Vargas

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