El anillo de los señores.

EL ANILLO DE LOS SEÑORES.

 

El señor de los anillos busca un anillo especial para completar su poder absoluto sobre el mundo de aquellas épocas. El hobbit Bilbo ha conseguido este anillo y después de muchas aventuras se lo traspasa a su sobrino Frodo, sabiendo que dicho anillo se necesita para derrotar al mal, aunque en sí contiene el mal, lo que lo hace muy peligroso. Por su parte Sauron tiene varios anillos pero le falta el que tiene Frodo y trata de conseguirlo a toda costa para obtener el poder total. Esta es la saga de Tolkien.

Este anillo que todos los señores desean es el poder. La capacidad de dominar a los semejantes y hacer que éstos hagan lo que el señor desea. Es por eso necesario mantener los anillos separados. La aspiración de los dictadores es tener todos los anillos porque con anillos se construyen las cadenas.

El poder es la droga más adictiva que existe, quien lo tiene ya no puede separarse y cada día quiere más. Pinochet gobernó 17 años, pero quería seguir a través de cualquier subterfugio; Franco, que se creía inmortal, tuvo el poder 40 años y no lo soltó ni siquiera el último día. A pesar de que Estados Unidos es la única potencia hegemónica actualmente, Bush ha desahuciado el convenio anti nuclear para tener más poder.

En el otro bando virtual, Stalin, cuando llegó al poder lo acrecentó a límites absolutos sólo comparable con Ceaucescu; Fidel Castro, que llegó al poder en brazos de un pueblo hastiado de la larga dictadura de Batista, cuando logró el poder no lo soltó más.

Un caso paradigmático de adicción por el poder es el caso de Carlos Menem: Llegó al poder, lo disfrutó plenamente y para continuar en él hasta modificó la Constitución. Apoyado por el Partido Justicialista, que es el partido de la corrupción en Argentina, realizó un gobierno en el cual el financiamiento se logró a través del endeudamiento, dejando al Presidente siguiente todas las cuentas impagas. De la Rúa fue el inocente que no pudo pagar las cuentas ni detener la corrupción.

Menem salió libre de polvo y paja, hasta se libró de la acusación enriquecimiento por tráfico de armas, porque lo había previsto, nombrando como jueces de la Corte Suprema a algunos de sus amigos.

Ahora es el candidato seguro para las próximas elecciones. Para asegurar su futuro triunfo, buscó nuevos trucos de marketing: rejuvenecerse y casarse con una mujer fotogénica y de sonrisa fría, con la cual espera revivir el mito de Evita. Olvidó las investigaciones sobre la muerte de su hijo, le dirigió algunos retos a su hija y se lanzó a la campaña para seguir con su adicción de poder.

La drogadicción del poder en Chile.

En Chile la adicción por el poder es el vicio de los políticos y muchos se enloquecen con él. Pablo Longueira, que reiteradamente se negaba a volver a ser candidato, al fin dijo ¡Bueno ya, por pedido del público! Y se lanzó en la campaña por Conchalí, donde triunfó. Cuando sabe que la UDI ha subido su votación y aumentado sus diputados, habla con voz más fuerte y reitera que él no miente, habla con la verdad y todo lo que dice es la absoluta y total verdad, porque la verdad aumenta con el poder y obviamente siempre está a la derecha ¡Pero bien a la derecha!

Los políticos son los que ansían el poder, pero en Chile, muchos de ellos se llaman a sí mismos apolíticos. Pinochet nunca se consideró un político, quizás porque fue el político que más poder ha tenido en la historia de Chile. Su discipulo, Lavín, sigue las enseñanzas del maestro y también se identifica como apolítico y califica a sus rivales como políticos, sin embargo, su deseo de poder es evidente y con el objeto de alcanzarlo recurre a las más expertas asesorías en marketing, inventando atractivos shows como bombardear las nubes, transformar las fuentes de la ciudad en piletas de baño o instalar hospitales de emergencia sin agua potable en la calle Ahumada. Estas tretas le han resultado bastante bien ya que estuvo a punto de alcanzar la presidencia.

Eduardo Frei Montalva se operó de una dolencia menor, para poder estar apto para alcanzar nuevamente el poder, pero murió en el intento (¿o lo mataron?). Su hijo, Eduardo Frei Ruiz Tagle, quien decía que no le gustaba el poder, cuando llegó a saborearlo en la presidencia, también se hizo adicto y ahora se prepara para intentar volver a esas alturas en las próximas elecciones.

El Ministro del Interior, José Miguel Insulza, que ha disfrutado de poder en el plano ministerial como canciller y como Jefe del gabinete, quiere probar el poder de más arriba y ya se perfila como candidato para presidente.

En todos estos casos se busca el poder limitado, dividido y legitimado.

El problema es que, como decía Lord Acton, el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. De allí que el gobierno más corrupto de la historia de Chile sea la dictadura de Pinochet.

El poder en sí es perverso, pero parece necesario y hasta imprescindible. Pensar en una sociedad sin poder, una sociedad anárquica ni siquiera está en el campo de las olvidadas utopías.

De todo lo cual se debe concluir de que si el poder es necesario, también es imprescindible que sea limitado, lo que es uno de los intentos de la democracia. Estos límites son a través de la división de poderes (poderes ejecutivo, legislativo y judicial) y su equilibrio y en el tiempo, dando plazos fijos para su ejercicio y limitando la reelección. La legitimación del poder es la participación del pueblo en las elecciones, pero incluso esto no basta, el poder en el mundo moderno debe estar para aplicar y respetar la declaración Universal de Derechos Humanos. Si un gobierno fuera elegido popularmente y violase los derechos humanos, deja de ser legitimo, ya que su legitimidad se basa en los dos elementos señalados: su origen en el sufragio universal y su acción dentro del marco de la Declaración Universal.

Sin embargo, en Chile hay una democracia limitada y siguen existiendo rasgos de la herencia de la época del poder absoluto. Este poder nocivo sigue incólume en la autonomía de las fuerzas armada.El más terrible poder es el de las armas, porque no necesita razones para actuar. Otros aspectos son menos evidentes pero significan expresiones del poder nocivo pero disfrazado de servicio.

La burocracia, sistema administrativo imperante en Chile y cuestionado encasi todas las administraciones públicas del mundo se basa en la jerarquía, es decir en la concentración del poder en los jefes. Este modelo burocrático se exacerbó durante la dictadura militar y con el retorno a la Democracia casi nada se ha hecho para cambiarlo. Los nuevos jefes, provenientes de las filas de partidos democráticos, asumen el poder de que disponen, en la misma forma que en la dictadura: van a gozarlo.

Para un gran mal, una solución sencilla.

Como se ha señalado, el poder es en sí perverso, el intento de la democracia profundizada es limitarlo y legitimarlo.

Pero se puede hacer mucho más. La negación del poder no es la anarquía. La negación positiva del poder es la participación. Participar significa en su esencia compartir el poder con los demás.

Es una tarea difícil, porque esta adicción al poder es un goce onanista, es una droga para uno solo.

En Chile, falta mucho para que el poder se comparta territorialmente, las regiones son meras divisiones administrativas. El Presidente designa a los Intendentes, que son los que tienen el poder en la región. Para asegurar ese poder centralizado los ministros designan los SEREMIS a propuesta del Intendente. Total, el poder regional no existe, en su esencia es la representación del poder central en la región.

En el plano de la acción, los servicios públicos son jerarquizados de acuerdo con el modelo burocrático vigente. Los usuarios no tienen nada que decir, los funcionarios menos. El poder administrativo, poder que ejecuta lo que el poder político decide, pero siempre con cierta flexibilidad, está en mano de políticos que gozan de este poder como un derecho divino. Ellos deciden solos, sin ninguna injerencia de los actores interesados (usuarios y funcionarios).

No cabe duda que si Ud. le consulta a algún jefe de la Administración Publica chilena, éste le dirá: “En mi servicio hay amplia participación”… “Yo escucho a todos y hay Comité Paritario de Capacitación y Comité Paritario de Seguridad”. Pero la verdad es que el jefe escucha, pero como el alcalde de la Pérgola de las Flores, a todos dice que sí pero después hace lo que le conviene a él. Y los comités mencionados… no funcionan en ninguna parte.

Érase una vez un Jefe, que imbuido en el espíritu democrático de la Concertación asumió su pequeño poder y estableció la participación. Esta consistía en efectuar reuniones con los miembros del equipo todos los días jueves en la mañana: Se hizo la primera reunión de participación que resultó excelente. A continuación , en las 260 semanas en que el jefe esperó ser ascendido, nunca asistió al trabajo los jueves en la mañana. Pero a todos los que lo visitaban les decía.. “Aquí tenemos un sistema de participación… nos reunimos todos los jueves”.

La participación más elemental es la información, pero en nuestra Administración el secretismo es la regla. Un funcionario del Ministerio del Interior que solicitó información a su jefe, creyendo en lo que dispone la Ley de Probidad y Transparencia. le dieron 15 días de vacaciones y le recomendaron que viera al siquiatra (Es un caso cierto).

El tema del poder es más largo que la saga de Tolkien y es un continuo viaje por tierras peligrosas y lo único que hay que hacer es encontrar un volcán donde arrojar el anillo del poder para que éste se pueda fundir y desaparecer. En nuestra realidad es separar los poderes, subordinar el poder militar al civil, descentralizar, regionalizar, establecer sistemas de participación, transformar el poder administrativo en servicio público y establecer un sistema electoral proporcional.

Patricio Orellana Vargas