Afán de lucro (caso de la discoteca República Cromagnon.

Afán de lucro

 

Afán de lucro

Patricio Orellana Vargas

No los mató la bengala, los mató la corrupción.
Así dicen los argentinos que reclaman por la muerte de sus parientes en el incendio de la discoteca República Cromagnon. En efecto el local mencionado carecía de los permisos actualizados de bomberos; había elementos de pirotecnia en el local; no se solicitó la presencia de bomberos ni se contrato dotación adicional de policías; no había detector de metales en las puertas como lo requiere la ley; había reparaciones en marcha; se permitió el acceso de niños, lo que está prohibido; se admitió a tres mil personas más de las permitidas y finalmente, ni siquiera se informó a las autoridades de la realización del recital. Todas estas irregularidades se deben al afán de lucro de los propietarios, con ese público iban a duplicar o triplicar las utilidades previstas y el fin de la empresa es maximizar las ganancias. En las prioridades del empresario las utilidades ocupan el primer lugar, después y muy después, pueden haber consideraciones sobre la seguridad de los asistentes, los derechos de los niños, las condiciones higiénicas y de comodidad. En esas circunstancias, el Estado es llamado a regular y sus instituciones fiscalizadoras deben verificar que se cumplan. Cuando el empresario viola las normas y el Estado no puede hacerlas cumplir por ineficiencia o corrupción el resultado son estas catástrofes.

La expresión más espantosa del afán de lucro es que las salidas de seguridad estaban cerradas para impedir que algunos se filtrarían sin pagar. Es la misma explicación que se dio en el incendio de un supermercado en Paraguay hace algunos meses. Las puertas de emergencia estaban cerradas para impedir que algunos clientes traten de salir sin pagar. La ganancia está por sobre la vida humana según el afán de lucro extremo.

En Chile también se cuecen habas.
La catástrofe argentina ha hecho reaccionar a nuestras autoridades en buena hora. El empresario que organizaba una fiesta de año nuevo en Quintero debió suspender el acto por la carencia de medidas de seguridad. Él declaró “Imagínense la rabia, me vine desde Santiago, saqué la plata de mis ahorros y me encuentro con nada” (EL MERCURIO, o6-0105, Pág. B5) Claro que el enojo del empresario se justifica, en un evento de mil personas se puede ganar un millón de pesos y cuando llegan 4000 se alcanza a los 7 millones. Otra empresaria reclama que las autoridades “obligan a que uno tenga todo instalado con tanta anticipación: Generalmente uno reúne los requerimientos el último día”. De manera que ya saben las autoridades, deben hacer las inspecciones en el último momento, conforme a la idiosincrasia empresarial chilena.

En Villarrica se suspendieron otros eventos similares por las mismas razones: una de las sedes tenía sus puertas de emergencia cerradas con candados. Una ex reina de belleza y personaje de la farándula que veranea en ese balneario declaró con gran sabiduría que evidentemente era mucho más barato un candado en la puerta que contratar a un guardia de seguridad.

¿Es el afán de lucro lo que mueve a los seres humanos?
Desde que el hedonismo se desarrolló en Cirenaica como escuela filosófica griega, se ha mantenido y desarrollado la tesis de que los hombres son movidos exclusivamente por el afán de maximizar su placer con el menor esfuerzo posible. La Teoría Económica tradicional ha tomado esta tesis como su principio fundamental y es la que permite construir leyes económicas pues se sabe cómo se comportarán los seres humanos en el mercado. El neoliberalismo ha llevado este principio a dogma fundamental indiscutible. El papa del neoliberalismo Milton Friedmann dice que la responsabilidad social de los negocios es aumentar sus utilidades y sólo podrá haber consideraciones sociales si son para lograr esa maximización (York Times Magazine, 131070) El utilitarismo de Rawls lo fundamenta sosteniendo que al tratar de maximizar cada uno su placer, se logra que las mayorías lo maximicen.

El límite del lucro.
Es claro que debe existir un límite en el lucro y éste lo establece la ley del Estado. Las ganancias no pueden obtenerse a costa de la salud y la seguridad de las personas y del país. Ésta es la razón por la cual se acepta al Estado como el encargado de regular, para que estos límites no se transgredan. Pero simultáneamente el neoliberalismo sostiene que el mejor Estado es el Estado más pequeño posible. Es decir acepta que el Estado debe regular, pero a continuación no le otorga los medios para hacerlo.

En Chile es notorio que la facultad reguladora se realiza con deficiencias notables, generalmente por la escasez de recursos que se asignan a esos fines. En efecto, las instituciones fiscalizadoras como la Dirección del Trabajo, las diversas superintendencias, el Servicio de Impuestos Internos, los servicios municipales de inspección, etc. carecen de personal para verificar si las empresas entregan productos y servicios sanos y seguros a la población. El Colegio de Arquitectos teme que un nuevo sismo muestre las deficiencias en la construcción de las últimas décadas, el Colegio Médico ha denunciado las limitaciones en el control de medicamentos y alimentos. En los países desarrollados cada alimento producido por una empresa es fiscalizado, en Chile sólo se fiscalizan las instalaciones de la planta en que se producen y esas inspecciones pueden hacerse muy a lo lejos o cuando sobreviene una crisis. En materia de medioambiente, la CONAMA tiene una política descarada de considerar el desarrollo económico por sobre la protección del medioambiente. Permanentemente, en la prensa, se van a encontrar sesudos artículos donde se critican severamente las trabas que existen para la creación de nuevas empresas, ya que deben conseguir varios permisos de salud, impuestos, de seguridad, protección del medio ambiente, etc. A pesar de que estas exigencias son de las más permisivas del mundo, los aparatos ideológicos de los empresarios exigen que sean cada vez menos.

¿Afianzando el lucro?
¿La supresión del SESMA y la destitución de su directora se deberá a la presión de los grandes supermercados porque fueron multados por faltas sanitarias graves en los alimentos perecibles? Si es así, seguimos retrocediendo y dándole al afán de lucro el rol central en nuestra subdesarrollada sociedad neoliberal.