EL PAÍS DE LA POESÍA.

EL PAÍS DE LA POESÍA.

Patricio Orellana Vargas*

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Casa de Neruda según el pintor A. Ludwig
(copia de Patricio Orellana)

En la mentalidad neoliberal que nos impera hay un tema muy mercantil y de poca relevancia intelectual: el vender el país. No es explícitamente vender la patria, sino, simplemente lograr que el país Chile entre en los mercados como marca aceptable, Así como Alemania es reconocida por la calidad de sus manufacturas, Estados Unidos por su capacidad inventiva y Francia por su cultura y otros simplemente por sus defectos, como los llamados países tropicales o los subdesarrollados, hay que buscar algo que muestre sintéticamente la calidad de Chile y lo chileno. Piñera ha tratado de convencer al mundo de que Chile es un país serio y responsable, en sus múltiples viajes ha tratado de difundir este concepto que ya estaba en la mente de algunos gobernantes de la Concertación cuando se les ocurrió enviar un iceberg a la exposición universal de Sevilla para ilustrar de que no somos un país tropical, sino uno más frío y serio. Esta imagen calzaba perfectamente con el auge del neoliberalismo en Chile. Sin embargo, Carlos Vorgeler, director regional de la Organización Mundial de Turismo sostiene que Chile es el secreto mejor guardado en turismo a nivel mundial.

El marketing y las relaciones públicas ponen énfasis en encontrar la virtud significativa que tiene el país y que le da una imagen más competitiva en el mercado mundial. Algunas décadas atrás habíamos logrado la reputación de ser una de las democracias más antiguas y estables en el tercer mundo, pero la dictadura de Pinochet destruyó esa imagen para muchos siglos. Desde entonces estamos buscando una nueva imagen.

Hay empresas especializadas en medir la “marca país”. En la última encuesta de Future Brand, Chile es el cuarto entre 21 países latinoamericanos, superado por Argentina, Brasil y Costa Rica. Chile es considerado por su marco legal estable, y calidad de vida. Los aspectos desfavorables son el turismo, el patrimonio y la cultura.

Mi versión es que siempre- desde que se crea Chile- este es el país de la poesía. En primer lugar, desde su nacimiento, sus pañales son los versos de la última canción de gesta: “La Araucana”. Hemos nacido como nación en un manifiesto poético.

Los mapuches, por su parte cultivan la oratoria y la poesía. También hay una larga tradición de poesía popular de varios siglos e incluso se publicó durante varios años la Lira Popular. Otras vetas son la paya entre dos poetas populares o los versos a lo humano o lo divino, que habitualmente también se improvisaban y la letra de las canciones, cuyo exponente máximo es, sin duda, Violeta Parra.

En nuestra época, nos enorgullece destacar que tenemos premios Nobel en este. De acuerdo con ese galardón, la poesía es el único arte en el que nos hemos destacado y dos nombres: han quedado grabados en la historia de la cultura chilena: Pablo Neruda y Gabriela Mistral.

Pablo Neruda en su “Canto General” y Gabriela Mistral en su “Poema de Chile” dedicaron gran parte de su poesía a la geografía y la historia de su patria.

Para muchos críticos y estudiosos literarios, Neruda es el gran poeta universal del siglo XX. Gabriela Mistral es un ejemplo de una poesía tierna y femenina. Pero hay otros poetas, quizás de tanta relevancia como estos, que si bien no recibieron ese galardón, están en la cima de la poesía universal, empezando con Alonso de Ercilla (chileno antes de existir Chile) y en el siglo XX tenemos, empezando con Vicente Huidobro y culminando con Nicanor Parra e intermedios, a lo menos, a Gonzalo Rojas y Violeta Parra. Pero la lista de nuestros grandes poetas detalladamente es innumerable. Quizás los otros que hasta aquí no hemos mencionado son Carlos Pezoa Véliz, Andrés Sabella, Pablo de Rokha, Miguel Arteche, Alfonso Calderón, Efraín Barquero, Armando Uribe, Floridor Pérez, Jorge Teillier, Oscar Hahn, Raúl Zurita y la lista se hace interminable.

Sin chovinismo de ningún tipo, entre nuestros múltiples defectos, sólo sobresale una virtud: la poesía.

Hay intentos de destacar a novelistas, pintores, historiadores y juristas chilenos como sobresalientes, pero, lo son solo a nivel local. Para escándalo de los mercantilistas del neoliberalismo, nuestra única relevancia universal es en la poesía. Es por eso, que en contra del marketing comercial, creemos que Chile destaca por su poesía que es su “producto” más significativo.

En el plano político y pragmático, Chile se venderá mejor en el concierto mundial como el país de la poesía que como país serio y ejemplo del neoliberalismo salvaje. Es un intento de recurrir al intelecto de las personas y no a su afán de lucro. Es colocar la belleza por sobre la economía.

Este país de la poesía debe ilustrarse en dos ámbitos, el nacional y el internacional.

En el plano nacional significa reconocer una política pública de la imagen del país en los términos mencionados y presentar símbolos de todo tipo que lo ilustren y lo fomenten. Volver a las fiestas florales nacionales y municipales otorgando premios destacados a la poesía, recuperando una tradición olvidada. Exaltar la importancia del premio “Pablo Neruda” de nivel hispanoparlante, para lograr que sea el más importante de nuestra lengua.

 

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Vicente Huidobro
Casa y tumba
(dibujo de Picasso, poster y copia de Patricio Orellana)

Hacer de la poesía una práctica permanente, por ejemplo incorporando versos breves en todos los lugares públicos, especialmente el transporte. Establecer programas radiales y televisivos de poesía. Concursos escolares de poesía, etc. Editar libros baratos de antologías poéticas, etc. ¿Qué tal si una de las nuevas líneas del metro solo tenga estaciones con nombres de poetas? Así, los recordaríamos todos los días. En Francia, país de la cultura, la ciudad de Niza, por ejemplo, tiene un verso en cada uno de los paraderos de sus tranvías.

Como la poesía es el arte más elevado, habría que contemplar en un plan nacional de cultura el dar el nombre de poetas a todos los aeródromos de entrada al país, para que sea el primer impacto del viajero que llega a Chile. Desde luego cambiar el de Merino por el de Pablo Neruda y el de La Serena por el de Gabriela Mistral, el de Concepción debería llamarse Gonzalo Rojas y el de Temuco o Puerto Montt debería llamarse Alonso de Ercilla. La misma medida debería aplicarse con calles importantes de todas las ciudades (ahora hay calles marginales con esos nombres). Al llegar los aviones a Chile, debería repartirse junto con los formularios del SAG una poesía chilena.

Durante la Unidad Popular se editó un libro con los poemas de Neruda en un tiraje de un millón de ejemplares y la poesía fue un nuevo habitante en la casa de los pobres. Promover la publicación económica de poesía es una urgencia, más aún que asegurar la ganancia de los bancos. Divulgar la existencia de las casas y museos de la poesía, que son, ya actualmente atractivos para los extranjeros.

 

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Casa de Nicanor Parra
(caricatura de Roque Orellana, poster de
Patricio Orellana)
Ojalá que una política de este tipo, con muchas más actividades creativas se implementara oficialmente, lo que no implicaría costos significativos y probablemente contribuya a construir un alma nacional y una identidad más precisa de lo que somos y quizás sería muy atractiva como imagen hacia el exterior, especialmente en las políticas de turismo.

Suponer que la idea de que la imagen de Chile es la poesía, es ir en contra del neoliberalismo que todo lo reduce al lucro. Imponer la poesía es derrotar el monetarismo y exaltar el espíritu humano.

Esta idea preliminar puede ser enriquecida y desarrollada por aquellos que se dedican a una actividad tan mercantil y cotidiana como hacer marketing, dándole calidad técnica, para lograr el objetivo de hacer que Chile sea más atractivo para extranjeros y también para los chilenos. Ojalá esto fuera considerado como parte del programa de la Nueva Mayoría, reconociendo que la política no sólo trata del poder, sino que también de los grandes valores de la humanidad.

Pero como en todo cambio, hay riesgos. Esta dignificación de la poesía en nuestro espacio ciudadano serviría a muchos para burlarse o denigrar este intento. No olvidemos que se intentó en su oportunidad el lema “La alegría ya viene” y a los pocos años, la alegría se transformó en objeto de burla y sólo se pensó en términos monetarios.

Santiago, agosto de 2013

* Profesor de la Universidad de Chile, retirado