Italia, Venecia, otras facetas.

Venecia, otras facetas

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Patricio Orellana Vargas, El puente de Rialto, (óleo, 40 x 50 cms)

VENECIA, OTRAS FACETAS

La armonía veneciana
La virtud principal de Venecia es su armonía. Esta armonía se refleja en toda la ciudad y especialmente en lo más notorio objetivamente: su arquitectura. Sin embargo, el fondo de esta armonía es política. Venecia fue una república donde se estableció un sistema de pesos y contrapesos que evitaron durante siglos los conflictos internos. Había un Dux elegido por las familias aristocráticas y por períodos fijos. Junto a él, un consejo de diez nobles, un senado, seis asesores adjuntos (uno por cada barrio o sestier de Venecia) y finalmente una asamblea de unas dos mil personas, exclusivamente de las familias inscritas en un libro especial. Ninguno de estos organismos podía concentrar un poder absoluto.

Este modelo fue tan exitoso que se convirtió en fuente de inspiración de los padres fundadores de los Estados Unidos para redactar su constitución.

Un objetivo central del sistema veneciano era la justicia, la que juzgada con ojos actuales parece monstruosa, había denuncias anónimas, el acusado a veces no conocía los cargos, no había apelación, etc. Pero comparada con los sistemas judiciales vigentes en gran parte de Europa, resultaba ejemplar ya que en algunos estados el Rey era el juez único y supremo.

Otro factor que influyó en la mencionada armonía fue la paz externa que logró durante largos períodos.
Finalmente, las expresiones de esta armonía tienen bases físicas: la calidad arenosa de los suelos obligó a los arquitectos e ingenieros venecianos a crear cimientos sólidos enterrando decenas de miles de troncos de árboles de madera muy dura sobre los cuales construyeron sus casas, palacios, talleres, astilleros e iglesias. Este factopr obligó a hacer construcciones livianas, especialmente de ladrillo y mármol, en una época en que el material principal de estas construcciones era la piedra.

Si se comparan los edificios de Florencia con los de Venecia, los de Florencia son inmensos, pesados y parecen fortalezas. Se ha comparado la Señoría florentina, un verdadero castillo medieval, con la elegancia y liviandad del palacio veneciano de los Dux. La explicación está en que Florencia tuvo una historia turbulenta con revoluciones y revueltas. Venecia no tuvo esos problemas, el sistema judicial parece haber sido una máquina represiva eficiente.

La armonía veneciana se basa, entonces, en que todas sus construcciones, de distintas épocas y estilos, tienen un factor similar: son ligeras, livianas y delicadas. La paz interna y la seguridad hicieron desaparecer la arquitectura militarizada que predominaba en otros lugares. La excepción son algunas construcciones como la iglesia La Salute, que está en Dorsoduro, sestier llamado así, precisamente porque era de suelo sólido y estable.

La seguridad que brindaba la laguna en la cual está ubicada Venecia hizo innecesarias las murallas, que caracterizaba a todas las ciudades europeas en esa época.

El otro factor que brinda una armonía evidente son los canales (aunque Venecia sostiene que sólo tiene un canal: el Gran Canal, a los demás se les llama “ríos”) y los 434 puentes que existen actualmente. Todios estos elementos dan cierta uniformidad armonizadora así como la altura casi igual de los edificios, en general de unos tres o cuatro pisos.

Perderse en Venecia
Venecia es un cofre lleno de joyas arquitectónicas: el Gran Canal  es un desfile de bellos palacios; la plaza de San Marcos, un conjunto espectacular que incluye la Basílica bizantina-ojival de San Marcos; el palacio de los Dux, la misma plaza de San Marcos con tres costados de los elegantes edificios de las Procuradurías, con sus corredores con decenas de tiendas y cafés; etc. Entre éstos últimos se destacan dos: el café Florian y el café Quadri, ambos de vieja data. Sin embargo, las joyas más modestas y atractivas de Venecia son sus calles y canales. Constituyen un laberinto que ofrece sorpresas inesperadas cuando se camina sin rumbo: aparece un canal, pequeños puentes, palacios e iglesias imponentes, tiendas oscuras que ofrecen máscaras o bordados, calles estrechas que casi obligan a caminar de lado y donde hay que aplastarse contra la muralla para permitir el paso de otra persona, hasta que aparece un pasaje que desemboca en un campo, es decir un espacio amplio pavimentado, sin ningún árbol y con un par de bancos para descansar.

Las calles y túneles que pasan por debajo de las casas aparecen solitarios y en un profundo silencio que despierta un temor reverencial, hasta que sorpresivamente se sale a una calle muy transitada y el silencio total se transforma en el rumor de la multitud y las voces francas de los italianos se imponen. Se trata, generalmente, de calles estrechas o amplias que en todas las esquinas indican la dirección: San Marco y Rialto con flechas opuestas o Rialto-Stazione o Academia-Stazione. La gente camina en flujos opuestos y mi nieta me dice que siempre hay dos tipos de personas, unos siempre apurados y formales y los otros que caminan lento, mirando todo y vestidos de las formas más variadas que se puede imaginar. Ahora en invierno casi todos con parkas y gorros de todo tipo, los jóvenes con ropas más livianas y los viejos con abrigos, bufandas y guantes. Yo le explico a mi nieta que los dos tipos de personas que vemos son venecianos (los apurados) y turistas (los que caminan lento). Hay excepciones, de vez en cuando aparecen algunos turistas apurados, pero se identifican por sus maletas y bultos y se supone que van a la estación.

Las guías de viaje y los libros sobre esta ciudad recomiendan perderse en Venecia porque siempre se harán descubrimientos impensados: llegarán al patio de una casa o terminarán a orillas del Gran Canal o a una calle que es un túnel sin salida. Pero siempre al cabo de unos minutos, desembocarán en otra calle más estrecha pero con el flujo intenso de las dos corrientes que se dirigen a donde indican las flechas. Sin embargo, perderse en Venecia es aterrador para algunas personas porque no hay como buscar referencias, el sol no penetra en las calles y se puede estar dando vueltas y vueltas y llegar siempre al mismo lugar sin salida. Los mapas sirven de poco porque no registran todas las calles, callejas, pasajes y túneles porque parecen ser infinitos. Perderse debe ser un juego. Pero perderse de noche ya es distinto, puede resultar aterrador como lo presentan Patricia Highsmith o Daphne Du Mourier en sus cuentos y novelas.

Comer en Venecia
Como todas las ciudades turísticas, Venecia es cara, especialmente sus innumerables hoteles. Hay una gran oferta de restaurantes y los precios más bajos resultan ser los menús turísticos, ninguno a menos de diez mil pesos chilenos. Aparentemente hay pizzerías más baratas, pero si además de la pizza bebe algo o se sienta, el precio va a resultar superior porque en toda Italia existen, fuera del precio de la comida, el precio del “servizio”, el recargo por “el cuperto” y hasta por el pan. De manera que al final el menú turístico de dos platos y bebida con “tuto incluso” es la solución más económica.

Hay que insistir que se trata de la comida más barata, pero jamás en ninguno de esos restaurantes he encontrado comida mal preparada o de mala calidad. Todo ha resultado siempre excelente porque en Italia existe el culto más popular: la buena mesa.

Me parece que es difícil comer por menos en Italia, aunque no sea en una ciudad turística. Un amigo italiano que es camionero me dice que es posible y él conoce en toda Italia y Francia lugares más baratos, pero se trata de locales ubicados en los caminos e inaccesibles para nosotros.

Tomar café en Venecia e Italia
El culto a la buena mesa también se expresa en los vinos, la cerveza y el café. Hay vinos de todo tipo y de todo precio, algunos más baratos que los más económicos de Chile. El café es el mejor de Europa, según nos decía una guía de un tour y eso es innegable si se compara con las bebidas aguadas que se sirven en Francia o Inglaterra como café; sólo España intenta imitar al café italiano. ¡Y no es tan caro! Un café “normal” cuesta seiscientos pesos chilenos tomado de pie en la barra, pero es un café expreso muy espeso que apenas cubre uno o dos centímetros de la taza. Es excelente pero se bebe de un sorbo. Para tener un café parecidos a los expresos chilenos hay que pedir un café “lungo” que es menos espeso.

Cada vez que vamos a Venecia, nuestro café preferido es el “Chat qui rit”. Pero ahora estaba cerrado por vacaciones invernales y en otras visitas ya lo habían cerrado definitivamente.

Los café Florian y Quadri en la plaza San Marcos no cobran por el café. Cobran por la historia, el decorado y la elegancia. En la cuenta incluyen hasta la música. De manera que hay que ir preparado para una sorpresa si se toma café donde lo hicieron los grandes viajeros y literatos que visitaron Venecia.

Para Sol, mi nieta de diez años, el mejor restaurante es el “Marciana”, frente a la estación, al otro lado del Gran Canal. Allí Sol encontró un amigo poco cordial pero interesante, se trata de Livio de Marquis. Es una estatua tallada en madera, de tamaño natural, de un hombre que distraidamente ha seguido caminando frente a la pared y se ha incrustado en ella, de manera que siempre está de espaldas. El dueño del restaurante nos contó que es un autorretrato del escultor Livio de Marquis, claro que es el autorretrato más original que hemos visto pues sólo se ve la espalda del artista.

En ese restaurante y otros, Sol siempre pide platos distintos del menú turístico, de manera que ya es una experta catadora de comida italiana.

Venecia, marzo de 2003.
Patricio Orellana Vargas
Patoorellana@vtr.net

 

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