Alemania, Berlín.

Dos imágenes de Berlín

Visitas a Alemania.
Desde hace más de  veinte años he visitado a Alemania en varias oportunidades y he estado en Colonia, Tréveris, Hamburgo, Bremen, Oldenburgo, Leipzig, Postdam, Hannover, Dresden, Frankfurt, Bonn, Munich, Kehl, Weimar, Freiburg, Heidelberg y Fussen. Entre ellas hay bellas joyas urbanas como Colonia, Weimar, Bonn. Freiburg y Heildelberg, pero son tantas y tan interesantes que estas crónicas serían interminables si describiera a cada una de ellas, de manera que hay que seleccionar a una sola y es evidente que Berlín no puede ser dejada de lado porque es y fue la capital de Alemania, también de Prusia y durante la guerra fría fue uno de sus puntos neurálgicos más importantes.

 Mi vivencia como turista es haber conocido los dos Berlín, esta experiencia del contraste entre capitalismo y socialismo real  en esta ciudad, determina que debo incluirla en estas Crónicas.


La primera visión es que la inmensa destrucción que se ve en los noticiarios y películas de la Segunda Guerra Mundial ha sido totalmente borrada y resulta increíble encontrar barrios con manzanas completas de edificios que aparecen incólumes  y evidentemente son viejas construcciones de mucho antes de esta guerra. La casa de unos amigos que viven cerca de Zoologischer Garten, en Birken Strasse en un departamento en el cuarto piso de un edificio tiene estas características  e incluso tiene una inmensa estufa de varios metros cúbicos, que es como una pieza recubierta de azulejos  y que evidentemente es anterior el siglo XX. Este sector cuyo nombre en alemán significa refugio, fue un barrio donde vivieron refugiados que huían de persecuciones religiosas y después fue un barrio obrero. La mayoría de los edificios son antiguos y las llagas de los bombardeos, es decir los edificios destruidos, ahora son pequeños parques y plazas que se intercalan a las viviendas que no sufrieron graves percances.

En otras zonas de Berlín hay (o había) amplios espacios, que evidentemente son antiguos barrios que debieron ser demolidos a consecuencias de su destrucción en la guerra. En el centro de Berlín se mantuvo en el estado en que quedó después de la guerra una de las iglesias principales y es casi un símbolo de Berlín, esta iglesia está en Kurfurstendamm, calle moderna y con modernos edificios y próspero comercio, aunque a la mencionada iglesia se le ha agregado nuevos pabellones y sigue prestando servicios religiosos.

La transformación de Berlín, después de la reunificación es espectacular, pero yo sólo pude ver el comienzo de estos cambios cuando se trataba de conectar y modernizar el sistema de transporte del sector oriental para compatibilizarlo con el avance logrado en el sector federal. En esos años, inmediatamente después del derrumbe del muro se ponía énfasis en mostrar el atraso del comunista en comparación con el progreso evidente del capitalista. 

En mis visitas al Berlín Oriental sólo había visitado los barrios nuevos de altos edificios, todos iguales. En la visita que realicé después de la reunificación, fui a visitar barrios viejos que estaban muy deteriorados aunque conservaban el lustre de lo antiguo.

Entre bosques y lagos.
Berlín está en una región de bosques y pequeños lagos. Es una ciudad que se lleva bien con su entorno. Basta tomar el metro y llegar a una de sus estaciones terminales y ya se está en este ambiente silvestre. En la época de la guerra fría, hubo una política deliberada de las autoridades de Berlín occidental de mantener este equilibrio, de otra manera, la expansión de la ciudad habría acentuado su situación de ciudad sitiada y quizás habría producido una claustrofobia generalizada.

Los lagos contribuyen a tener perspectivas más amplias y brimdan a una sensación de tranquilidad y amplio espacio, olvidando la situación de encierro que se vivía.  En estos lagos abundan los cisnes blancos. Incluso uno de estos lagos se llama Zwansee o sea, mar de cisnes o de los cisnes. Aunque estos bosques son más húmedos y verdes que los de la Selva Negra, que es más tenebrosa recuerda los cuentos alemanes de hadas, duendes, brujas y niños perdidos en la floresta.

En una oportunidad, un amigo me llevó a un aldea en estos bosques y estuvimos en un viejo café  que era una construcción de madera de varios siglos de antigüedad y el dueño preservaba con especial cuidado las pesadas mesas, donde había numerosos tallados a cuchillo vanagloriando al Führer y al nazismo, que por razones evidentes el dueño trataba con cariño, habiendo colocado gruesos cristales en las cubiertas, para proteger estas reliquias que parecía añorar. 

Chilenos en Berlín.
Cuando visité Berlín, en todas las oportunidades fui recibido por una familia chilena que se habían exiliado a raíz de las persecuciones y sufrimientos que vivieron durante la dictadura militar. El padre, era un abogado que había estado en el campo de Concentración de Chacabuco, en el desierto de Atacama y en centros de tortura. Después de algunos años lograron salir de Chile y fueron aceptados como refugiados en Berlín Occidental. Es increíble lo bien que se adaptaron a su nueva vida, ambos estudiaron alemán y lo aprendieron con gran facilidad. Él hizo un  doctorado y ahora es Herr Doctor y ella trabaja en una Universidad enseñando español, los dos hijos, como llegaron pequeños, casi parecen alemanes. Mi amigo el Herr Doctor es alto, muy rosado y de ojos azules y habla el alemán con la violenta entonación prusiana y nadie pensaría que es un chileno. Se han adaptado totalmente a su nueva situación y la familia estaba más unida que nunca.

Algunos de los eventos a los cuales me invitaron estos amigos fue al Teatro de la Ópera de Berlín, teatro moderno con varios miles de aposentadurías, todas las cuales permiten una perfecta vista del escenario y no tiene los inconvenientes de los viejos teatros operáticos, donde habitualmente la mitad de los puestos obligaban a mirar desde posiciones muy incómodas viendo parcialmente el escenario, basta recordar el Teatro Municipal de Santiago como ejemplo de este tipo de teatros.

En otras oportunidades asistimos a conciertos en el aire libre y a representaciones de ballet y a agradables reuniones con amigos alemanes, generalmente profesores.

En un viaje fui con mi hijo menor, cuando éste terminó su enseñanza media. En nuestra estadía en Berlín estableció una excelente relación con los hijos de mis amigos y en algunas oportunidades salió de paseo nocturno con ellos. Nunca supe que hicieron porque las costumbres de los jóvenes alemanes me eran desconocidas, pero parece que lo pasó muy bien.

La comunidad de chilenos en esta ciudad era muy numerosa y me parece que todos los que vivían en el Berlín oriental regresaron a Chile, mientras que los del otro Berlín, en su mayoría se quedaron para siempre en Alemania. Éstos siempre tuvieron muy buenas relaciones con grupos e instituciones políticas y culturales de la Alemania Federal y ellos mismos crearon comités y hasta restaurantes y cafés para compartir. Cuando llegaron eran militantes de diversos partidos democráticos, mientras que los de Berlín oriental eran exclusivamente militantes de los partidos comunista y socialista y toda su actividad se realizó acorde a lo establecido por sus partidos y sospecho que conforme a las orientaciones de los comunistas alemanes.

Yo tenía amigos en ambas ciudades, de manera que pude conocerlos conviviendo con estos exiliados y comparando ambas situaciones. En todo caso, los de los dos lados siempre me recibieron con gran cordialidad.

Los museos de Berlín.
Entre las ciudades europeas con importantes museos, sin duda están Londres, París y Madrid. Sin embargo, en Berlín hay muchos museos espectaculares. Aquí mencionaremos separadamente a algunos de ellos porque cuando los visité aún existían los dos Berlines y cuando fui después de la reunificación aún no se actualizaban los museos de Berlín Oriental. La otra virtud de los museos de Berlín es que están en primera línea en materias de presentación y museología.

En primer lugar el museo de Dahlem es muy rico en pinturas de maestros holandeses, alemanes y belgas. Es un museo que tiene varias secciones de otros temas fuera de la pintura: esculturas, dibujos, libros, etc. Todo ello en ambientes de perfecto orden y limpieza.

El museo de Etnografía es muy importante porque es una presentación de objetos de gran valor cultural traídos de todos los rincones del mundo. Visitando sus innumerables salas se puede comprender la universalidad del hombre a la vez que sus diversidad cultural. Los objetos de Oceanía muestran una tradición separada de la occidental y la oriental y su originalidad es impactante, pues contiene, no sólo pequeños objetos sino que grandes botes, esculturas, viviendas, etc.

En el parque de Charlottenburgo se encuentra otro complejo de museos más tradicionales: el Museo de Antigüedades que contiene hermosas piezas de  Grecia antigua, de los etruscos, romanos y escitas. Todo está presentado con explicaciones y folletos que le permiten a las visitas disfrutar plenamente de la riqueza expuesta. Además es muy placentero recorrer los jardines de este palacio que son al estilo francés, aunque en otras partes se transforma en bosques más silvestres por donde corre el río Spree.

Junto al museo mencionado está el Egipcio, cultura que yo siempre he mirado con prejuicio porque su religión tan inhumana siempre me chocó y muchos de sus monumentos  los encontraba monstruosos, especialmente las inmensas pirámides que destruyen la armonía del desierto, su estatuaria tampoco me agrada por la posición hierática de sus figuras inmóviles y carentes de sentimientos. Tampoco me han conmovido sus momias ¿A quién le gustan?  Y poco sus féretros. Lo único que me agrada es la pintura y la juguetería. La pintura, especialmente sus escenas de caza son bellísimas y alegres. Sus juguetes (en especial los del Museo Británico) son una muestra ingenua de la vida común en el Egipto antiguo.

Este museo contiene una de las piezas más hermosas de toda la cultura egipcia: el busto de Nefertiti. Está en una vitrina cúbica de cristal en la penumbra y la gente queda embelesada mirándola. Mi fijación fue tan grande con esta figura que todas las veces que he ido a Berlín la he pasado a visitar y para mí existe siempre la enseña: Nefertiti me espera en Berlín y cada vez que vuelvo a verla la encuentro más bella y girando en torno a ella no he podido decidir desde qué enfoque su belleza es mayor.

Hay otros muchos museos que no deben dejar de visitarse: el del palacio de Charlottenburgo, el de Artes Decorativas, el de Tradiciones Populares y muchos otros especializados.  Ellos merecen a lo menos una semana de dedicación exclusiva, especialmente porque ahora están modernizados los mayores museos que conforman la Isla de los Museos que estaban en el sector oriental, ellos merecen una nota separada.

Un año nuevo en Berlín.
La noche de Año Nuevo que pasé en Berlín occidental fue algo espectacular. En primer lugar, como corresponde a la tradición, nevó copiosamente y hacía un frío terrible, pero repentinamente la cortina blanca desapareció y surgió el reino de las tinieblas, pero a medida que se aproximaba la medianoche hubo un zafarrancho de cohetes en el cielo. No son fuegos artificiales  organizados, sino que surge desde todas partes, el cielo se llena de luces y estallidos por todos lados. A mí me daba la impresión que era como una forma de liberar la claustrofobia que sufre la población de una ciudad que se sabe cercada. Con mis amigos chilenos salimos a caminar y sus hijos estaban deseosos de lanzar petardos y cohetes, lo que sus padres no miraban con simpatía, pero como ocurre siempre, los dos muchachos sacaron de sus bolsos los petardos y empezaron a lanzarlos. De repente nos llegaban algunos petardos corredores que nos lanzaban niños y muchachos que se escondían rápidamente. No se veía a nadie en la oscuridad de la noche y probablemente los adultos estaban en las cenas de navidad. Pero niños y jóvenes se habían escapado de esos rituales y estaban encendiendo la noche con sus fuegos de artificio, a pesar de lo cual las calles se veían solitarias y sólo de los rincones o de entre los matorrales se veían los chispazos de los petardos y cohetes que se lanzaban.

Esa noche recorrimos el barrio turco, que se formó con la masiva llegada de inmigrantes kurdos que el desarrollo de la industria alemana requería, ya que había escasez de mano de obra. Ahora la situación ha cambiado y hay esfuerzos para lograr que regresen a su país natal, lo que evidentemente ya no es posible pues son segunda y tercera generación. En este barrio había gente en las calles, en algunas casas había celebraciones pero todo en sordina y parecía que el orden y la disciplina germana ya se habían impregnado en estos nuevos contingentes poblacionales. Pero algunos niños y jóvenes lanzaban petardos y cohetes sin ocultarse.

Actualmente en Chile están prohibidos estos juegos, pero antes, era común ver en las calles a niños y adultos prendiendo petardos y lanzando cohetes, sin que nadie se ocultase. En Berlín  no era así, quizás por temor o por una manifestación de la cultura germana o de su típico humor.

El pasado nazi está presente.
Cuando pienso que en Chile, muchos torturadores y violadores a los derechos humanos no han recibido ninguna sanción, me parece que en Alemania es mucho peor considerando la magnitud de los crímenes cometidos. Me parece que los criminales de guerra condenados fueron muy pocos y la inmensa mayoría escapó o se sumergieron en la misma sociedad germana con el amparo de la opinión pública. 

 Así me lo contaban varios profesores alemanes a los que conocí. Sostenían que hay una tendencia a considerar que lo mejor es olvidar o justificar sus crímenes con los que cometieron sus enemigos. La aparición de grupos neonazis es una muestra terrible de cómo los criminales se han transformado en héroes para algunos.

Estos mismos profesores me invitaron a visitar la prisión de Plotzensee, donde fueron ejecutados gran parte de los confabulados en el atentado en contra de Hitler en su campo militar “la Guarida del Lobo” en Prusia Oriental. Esta prisión se había transformado en  un memorial donde se guarda tierra de los campos de concentración y donde se podía visitar las salas de ejecución, donde se ven unos ganchos en lo alto, en ellos se colocaron cuerdas de piano, con los cuales se ahorcó a los condenados. Este tipo de ejecución fue exigencia directa del Führer y se les negó hasta la asistencia espiritual de un sacerdote.

Los mencionados  profesores me contaron que existía la intención de demoler este memorial por razones urbanísticas, las que evidentemente eran políticas y tenían como finalidad el olvido. Ellos estaban organizando acciones para impedir esta destrucción.

En todo caso hay que reconocer que al menos 40.000 alemanes opuestos a Hitler fueron ejecutados durante su gobierno, lo que muestra que siempre existió gente digna con convicciones humanistas en las peores condiciones. Otros varios miles de resistentes fueron ajusticiados  en Grecia (unos 30.000), en Francia e Italia  cantidades similares y 70.000 en Checoslovaquia.

El Reichstag.
En las oportunidades que visité Berlín, el Reichstag o Parlamento del pueblo Alemán ya se había reconstruido totalmente y aunque allí no funcionaba el Parlamento, si  se efectuaban reuniones de Comisiones y dependencias parlamentarias, También había secciones que contenían los elementos propios de un museo y que contaban la historia parlamentaria alemana. Allí se podía apreciar la evolución de una monarquía que aceptaba un cuota limitada de participación parlamentaria y que en muchas oportunidades logró la adhesión casi total del pueblo y lo más terrible era apreciar como el nazismo fue instalándose en las instituciones democráticas para socavarlas y con la anuencia de la aristocracia y la derecha, finalmente las destrozó, creando un sistema que nada tuvo de socialista y muy poco de nacionalismo y también contó con la adhesión masiva del pueblo alemán, aunque siempre hubo opositores que llenaban las cárceles. La información sobre el incendio del Reichstag, que sirvió de pretexto para instalar la dictadura nazi es presentada con todo detalle como un montaje descarado en el cual nadie creía pero que muchos aparentaban creer y aplaudían.

El Reichstag  está en un amplio campo que destaca la magnificencia de la época parlamentaria. Detrás del Reichstag  y a poca distancia estaba la muralla de Berlín y había un mirador para ver el otro Berlín y toda la parafernalia de la muralla, mientras que por el lado occidental era un pizarrón popular donde había innumerables graffiti.

Cerca del Reichstag aparecían de vez en cuado tropas rusas, ellos tenían un monumento en las cercanías dedicado a sus triunfos en Berlín y diariamente había un cambio de guardia del destacamento ruso. Creo que también tenían derecho a patrullaje porque de repente se veía un par de vehículos militares rusos en las proximidades del muro.

El otro Berlín.
Visitar el otro Berlín fue una experiencia muy impactante, en pocos metros se pasaba de un mundo a otro muy distinto. De un capitalismo exuberante se pasaba a los intentos complicados de construir una nueva sociedad donde se alcanzase mayor igualdad y justicia social, pero con la dirección de un partido único y la prohibición de la existencia de cualquier divergencia que era considerada de inmediato una “maniobra de la CIA”.

La visita a ese socialismo, donde la burocracia había usurpado el poder popular, me hizo ratificar la grandeza del intento de construir un socialismo con democracia como trató de hacerlo en Chile el gobierno de Allende, con el cual yo me había comprometido totalmente.

Charlie Check Point.
La muralla que separaba los dos Berlines tenía algunas puertas o pasadas, una de ellas era la “Charlie Check Point” que en algunos libros la llaman Check Point Charlie. Esta pasada, mencionada en muchas novelas sobre el espionaje que mutuamente se realizaban los países de las dos órbitas, era una de las preferidas de estos espías. Al mismo tiempo era una obra maestra de imagen por parte de los norteamericanos y a la inversa, de pésima imagen por parte de los rusos.

Un día de invierno, con fuertes nevadas debí ir al Berlín oriental pasando por la Charlie Check Point. Iba premunido de mi pasaporte y de los marcos necesarios, al llegar a la garita de control fronterizo norteamericano presumí que había que hacer algunos trámites, habituales en las fronteras, pero en la pequeña garita había un par de soldados norteamericanos, los que simplemente me indicaron con las manos que siguiera hacia el sector ruso sin ninguna exigencia. Después venía un amplio espacio desnudo y cubierto de nieve, por el cual caminé hasta llegar al puesto fronterizo rusos. Allí el suelo estaba cruzado de barras de fierro con puntas aguzadas capaces de reventar los neumáticos de cualquier vehículo y el paso de peatones era estrecho, alambrado y con vericuetos y puertas que se cerraban cuando uno pasaba y terminaba en un edificio donde había numerosos militares rusos, como era invierno, todos tenían altos gorros de piel y usaban gruesos abrigos que los hacían aparecer como macizos y grandes con sus metralletas apuntando a Occidente. Me indicaron que fuera a un mesón donde una mujer uniformada me pidió el pasaporte y me empezó a gritonear en alemán, sin que yo entendiera nada excepto algo así como Turist, lo que me hizo presumir que me preguntaba si era turista  ¿Qué otra cosa podía ser? ¿Un espía? a lo que le respondí en inglés, pero ella siguió la perorata en alemán y lo único que entendí fue “marks”, lo que entendí que me pedía que pagara en marcos (había que pagar en marcos occidentales una suma diaria por entrar a la RDA.) y finalmente le indiqué los días que iba a estar y ella me paso una cuenta con la suma por pagar, una vez que lo hice así, se fue con mi pasaporte y antes, yo le entregué un papel que en alemán que solicitaba que no me timbraran el pasaporte, pues a mi regreso a Chile podría tener graves problemas (estaba la dictadura de Pinochet) y unos quince minutos después volvió, mientras yo esperaba afuera, en un pasillo bajo la nevazón. Finalmente me devolvió el pasaporte sin timbrar y un papel y me empujó para que entrara al sector soviético.

El frío había aumentado terriblemente desde el sector occidental hasta este lugar, lo que evidentemente no podía ocurrir, pero yo lo sentía así. Estaba en una amplia explanada y las casas más próximas estaban a unos cien metros y el panorama era desolador ¿Qué podía hacer? ¿Adonde dirigirme? Entonces vi un bulto que se aproximaba en la cortina de nieve… era el amigo que me había invitado y me decía que avanzara y no me quedara allí. Así me dirigí hacia él, cuando ya estaba a punto de congelarme y lo único tibio era el pasaporte que sujetaba en mi mano dentro del bolsillo. Mi amigo, parece que adivinó lo que pensaba y me dijo, el pasaporte está calentito porque lo acaban de fotocopiar (la atrasada tecnología exigía cierto calor para la fotocopia) y me explico que él ni nadie podía aproximarse a ese puesto a esperar los visitantes, de manera que debió hacerlo afuera, a prudente distancia y bajo la nevazón.

El contraste entre el puesto yanqui y el ruso era notable, el primero aparecía como un ejemplo de libertad e informalidad (a mi no me pidieron nada) y el segundo era aterrador. Se notaba que los rusos sabían muy poco de técnicas como las relaciones públicas que en el capitalismo han adquirido enorme desarrollo.

 El contraste capitalismo / socialismo.
La mayoría de las veces que visité Berlín fue durante la época de la Guerra Fría y vi el contraste entre capitalismo y socialismo real. Esta competencia era evidente que la ganaría el capitalismo por su pujanza y creatividad y la perdería el socialismo real por su rigidez y falta de participación a pesar de que había más igualdad y justicia social, pero menos prosperidad y calidad de vida.

Los comercios de Berlín occidental estaban repletos de los más variados productos mientras que al otro lado faltaba de todo, menos lo imprescindible. Para un turista era evidente que podía pasarlo mucho mejor en el lado occidental pues todo funcionaba: buenos hoteles, excelentes medios de transporte, restaurantes y diversiones a granel. Excelentes museos, parques y centros culturales. En el oriental había dificultades para todo, hasta para encontrar donde comer. Nunca estuve en hoteles de manera que no puedo juzgarlos, pero en materia de museos: eran excelentes en su contenido y pésimos en su administración y presentación: sucios, polvorientos y oscuros.

Sin embargo, hay que destacar que en Berlín occidental se veía gente pobre, especialmente vagos y había jóvenes drogadictos y prostitutas, numerosos en los lugares públicos. En el otro Berlín nada de eso se veía. Era una ciudad de apariencia solitaria y triste, en la cual no se veía ni vicio ni pecado. Tampoco vida y alegría.

La isla de los museos.
Los museos más espectaculares de Alemania estaban en Berlín Oriental. Configuraban lo que se llama la isla de los Museos, isla formada por dos brazos del Spree en donde están el museo Pergamon, el Altes, el Bode y la Galería Nacional, los cuales fueron severamente dañados durante los bombardeos de los aliados. Cuando yo los visité su magnificencia estaba opacada por una pésima administración y cuidado. Los edificios conservaban todas las huellas de las balas y granadas que allí habían llegado y sus interiores eran oscuros, tétricos y polvorientos. Los más bellos tesoros de muchas culturas acumulados aquí eran menoscabados en esas condiciones y además había  sólo algunos días específicos para visitar determinadas salas. Cuando visité Berlín, después de la reunificación estos museos estaban en proceso de recuperación. Ahora deben ser esplendorosos.

El Museo Pergamon se llama así porque en una sala inmensa, todo un pabellón está ocupado por el Altar de Pérgamo, el cual se reconstruyó aquí pieza por pieza con las ruinas que se trajeron de Turquía (la zona de la antigua Jonia griega), fue un rompecabezas que demoraron veinte años en armar, pero el resultado es hacer revivir en todos sus detalles el templo griego dedicado a Zeus y Atenea. Se compone de un edificio en forma de U, con todos sus exteriores de columnas uniformes,  levantado en lo alto de una plataforma que con una gran escala de todo lo ancho del edificio que permite llegar al corazón de la mencionada U y ver las alas de esa construcción en las cuales hay frisos con esculturas de tamaño natural que describen mitos de la cultura griega. Es un trabajo de reconstrucción que alcanza la perfección y nos lleva a lo más glorioso de la cultura griega. Pero lejos está de ser lo único notable. Además está la puerta del Mercado de Mileto, que corresponde a la época romana y es de extraordinarias dimensiones. Pero hay otra maravilla aún: la puerta Ishtar de Babilonia, también una reconstrucción con las piezas originales de ladrillos esmaltados de azulejos brillantes y de un color celeste intenso con relieves  de franjas decorativas, y de animales. Puerta que es de un inmenso tamaño que muestra el poder de esa ciudad de la antigua Mesopotamia. Estas tres obras arquitectónicas permiten calificar a este museo como el primero del mundo en arquitectura en competencia con el Museo Británico. Pero Además hay otras numerosas salas con esculturas y piezas de arquitectura helenística, romana, griega y de la Magna Grecia y hay pabellones dedicados al Cercano Oriente y a Asia.

Los otros museos también son muy interesantes y el Museo Bode tiene excelentes colecciones de esculturas griegas y romanas, mosaicos bizantinos y  un vasto conjunto de objetos del Antiguo Egipto, que incluye varios miles de papiros pintados, que constituye la colección más valiosas de éstos en el mundo. El famoso busto de Nefertitis estaba en este museo, pero durante la guerra desapareció y finalmente apareció en el museo Egipcio de Berlín occidental que hemos mencionado. Es de esperar que los museos egipcios sean refundidos y pasen a ser uno de los mejores del mundo en antigüedades egipcias desde la prehistoria hasta la época de la dominación romana.

Una manifestación popular.
Un primero de mayo tuve la oportunidad de ver una concentración de trabajadores en Berlín del Este, mi amigo me dijo que debíamos ir para que yo viera el respaldo popular del gobierno. Tomamos el metro que iba semi vacío, porque era un día feriado, pero poco a poco se fue llenando con grupos de personas, todas ellas bien vestidas y que parecían dirigidas por algunos de ellos. Al llegar a la estación donde empezaba la marcha, todos los grupos se bajaron y observé que los que se habían destacado como jefes miraban y marcaban en unas planillas.

El desfile era efectivamente masivo, todo muy bien organizado, con pancartas muy uniformes y algunos letreros muy bien hechos. Todo esto contrastaba con el recuerdo de las marchas en Chile durante la Unidad Popular, cuando había mucho desorden, gente muy pobremente vestida y otros mejor trajeados, afiches y pancartas de la más diversa naturaleza, algunos hasta mal escritos y el griterío y la alegría era manifiesta y se complementaba con cantos, consignas y hasta saltos de toda la gente, había vehículos como bicicletas, triciclos y hasta carretelas y camiones enflorados y con gente gritando arriba de ellos. Aquí era totalmente distinto, personas casi elegantes, formales y disciplinadas, calladas y que ordenadamente formaban grupos compactos. Nada de desorden ni alegría. No había silencio sino un leve rumor, pero nada de gritos.

Yo me preguntaba si el contraste era porque nosotros los chilenos éramos latinos y ellos eran germanos o porque los dos socialismos que habíamos tratado de construir unos y otros eran completamente distintos.

Los chilenos en Berlín Este.
Las veces que estuve en Berlín oriental había sido invitado por ex alumnos y profesores de mi Facultad de la Universidad de Chile. Todos eran militantes del Partido Socialista chileno y me invitaron a la sede del mencionado Partido. Era una casa grande, en los suburbios, con grandes jardines y dependencias, se notaba que alguna vez perteneció a algún rico burgués, pero ahora no había muestras de lujo, excepto por el tamaño. Fue muy grato conversar con antiguos colegas que estaban ansiosos de saber noticias del “interior”, pero yo no era una fuente fresca pues hacía varios meses que estaba en Europa y creo que fui una desilusión para todos. Ellos soñaban con una insurrección y el retorno de un gobierno popular. Me invitaron a almorzar y  el almuerzo fue un gran plato de tallarines con carne, una ensalada y una manzana. La bebida: agua.

Todos los chilenos que visité vivían en departamentos que me parecían exactamente iguales, en edificios también iguales. Me contaron que vivían bien y que había muchos buenos servicios sociales, cada conjunto de edificios tenía sus escuelas y jardines infantiles, había buena movilización. Mi apreciación era que vivían modestamente y carecían del más mínimo lujo, aunque la dictadura militar chilena había inventado y divulgado el concepto de “exilio dorado”.

Uno de ellos me contó que la prensa, la TV y la radio eran muy aburridas y que la noticia más importante de la semana había sido que un ciclista había atropellado a un  perro (supongo que era broma).

Había una tendencia a justificar las ineficiencias del sistema, por ejemplo yo les solicité información para ir a comprar algunos regalos para mis hijos y me dieron los datos y como llegar allí. Pero en el supermercado, fuera de alimentos y algunas ropas sólo tenía estanterías vacías y no encontré nada que llevar.

Otra vez que fui a la isla de los museos, me indicaron que en la plaza principal, creo que en la Marx Engels Platz había un gran restaurante popular. Después de visitar los museos fui al restaurante que era autoservicio, era inmenso, con mucha gente y después de hacer largas colas logre conseguir un plato, lo chocante era que tenedores, cuchillos y cucharas eran de pésima calidad y se doblaban solos. Después me dijeron que tenían que ser así para que no se los robaran. Otro día fui a tomar té a un lugar que me habían indicado, pero todos los café del sector estaban llenos y no había donde estar en ninguno de ellos. Finalmente, un día que andaba caminando muy hambriento, vi llegar un carrito donde vendían salchichas, inmediatamente se formó una cola y yo me integré, pero al llegar al carrito el vendedor dijo algo en alemán porque ya no quedaba nada y se fue.

En otro viaje que llegué por la entrada del metro (no por Check Point Charlie), siguiendo las instrucciones que había recibido salí a buscar un taxi y me coloqué en la cola respectiva, pero en más de una hora sólo apareció un taxi. Después observe que pasaban taxis por otro lugar y finalmente opte por atrapar uno, ocurre que los inexistentes taxis eran los oficiales, los otros eran, digamos “extraoficiales” y cobraban una tarifa de mercado. Cuando le conté esto a los amigos que me habían invitado me miraban extrañados, como si no supiesen de la existencia de cómo funcionaba el sistema.

Una destacada dirigente política y ex senadora me dijo que quería invitarme a comer a un restaurante y me  fijó el lugar, fecha y hora. Era la semana siguiente, cuando yo estuviera en Berlín occidental y en un restaurante de esa ciudad. Parece que en Berlín Oriental no era fácil encontrar un restaurante.

La reunificación.
Lamentablemente no estaba en Berlín cuando se produjo el derrumbe del muro de Berlín, fui algunos meses después y había gran actividad en construcción y reparaciones para conectar los trenes, los metros y hasta las calles, lo que implicaba profundos cambios tecnológicos en el sector de la antigua RDA. 

 Mis amigos del Berlín occidental ahora decían que el derrumbe era previsible e inevitable y lo miraban como un triunfo de la democracia. No simpatizaron mucho conmigo cuando les dije que además y principalmente era el triunfo del capitalismo y que nunca me habían hablado de la inevitabilidad del derrumbe cuando estuve con ellos en los otros viajes.

Los amigos de la RDA ya no existían, todos habían vuelto a Chile y empezaban a copar los altos cargos en los partidos que asumirían el gobierno, excepto los comunistas que no tuvieron participación en el nuevo gobierno chileno.

Es necesario destacar que Clodomiro Almeyda, que era el Secretario General del Partido Socialista que funcionaba en Berlín Oriental fue muy leal con Hoenecker y su familia, que les había dado refugio y protección y como Ministro de Relaciones Exteriores de Chile les brindó refugio en nuestro país. Yo era colega de Almeyda en la Universidad de Chile y siempre sentí mucha admiración por él y me dejó la duda de si ese comportamiento era coherente con lo que exigíamos en Chile: juicio y castigo a los violadores de los derechos humanos y Hoenecker, sin duda, también había sido un violador de los derechos humanos, pero Alemania mantuvo su política de perdón y olvido en estas materias y jamás solicitó la extradición de la esposa de Hoenecker.

Patricio Orellana Vargas
26 de junio de 2008

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