2. INTRODUCCIÓN. La invasión de los bárbaros

LA INVASIÓN DE LOS BÁRBAROS

 

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Ilustración: Patricio Orellana Vargas, copia del cuadro de Edward Hopper, “Entrando en la ciudad”, óleo 40×50 cms.
 

INTRODUCCIÓN: LA INVASIÓN DE LOS BÁRBAROS.

La inevitable invasión.

Europa, al igual que Estados Unidos, Canadá y Australia, está siendo invadida por los bárbaros. Todas las medidas adoptadas, como la muralla metálica construida en la frontera con México o el uso de las más sofisticadas técnicas para detectar personas en la oscuridad de los bosques del norte de Alemania y el reforzamiento con nuevos equipos para las policías marítimas italianas y españolas, no tienen los resultados deseados. Toda esta parafernalia de los más modernos métodos y artefactos es superada por dos factores: el ingenio humano y el surgimiento de un lucrativo negocio delictual: el transporte clandestino de carga humana.

En Marruecos y Albania hay mafias que tienen escuadrillas de botes súper rápidos y hasta barcos de gran tonelaje que transportan a decenas de miles de indocumentados y logran dejarlos en los países desarrollados. En Australia, el país con la costa más extensa del mundo, se debe enfrentar a mafias chinas que transportan a filipinos, indonesios y malayos hacia el paraíso australiano.

En Canarias llegan barcos y botes cargados de mujeres africanas embarazadas y a punto de dar a luz, y no pueden ser rechazadas por razones humanitarias.

Ni los rayos láser, ni el control satelital han podido detener la avalancha de “bárbaros” hacia los “centros de la civilización”.

El origen del problema.
Cuando el Reino Unido, Holanda, Bélgica y Francia liquidaron sus imperios, después de la Segunda Guerra Mundial, debieron admitir a un gran número de personas de sus colonias por razones legales (tenían la nacionalidad de la metrópoli) o por lealtades (personas de las colonias que habían servido en los ejércitos imperiales en contra de sus pueblos). Estas personas se transformaron en la cabeza de familias extensas que trajeron, poco a poco, a sus parientes.

La otra fuente para la inmigración hacia Europa Occidental fue la llegada de refugiados de las dictaduras que proliferaban en el mundo y de fugitivos del área socialista.

Estados Unidos, Canadá y Australia por su parte habían tenido una política favorable a la inmigración y se definían como “crisoles de razas”. Cuando modificaron esas políticas, los flujos de inmigrantes se redujeron desde Europa, pero se acrecentaron desde los países subdesarrollados.

Economía y población.
Los movimientos migratorios están en directa relación con la economía. Según los economistas tradicionales, hay una tendencia al equilibrio entre los factores de la producción, aquellos países con abundantes recursos naturales pero con escaso capital y tecnología, requerían de éstos y de la mano de obra correspondiente. Las últimas expresiones de estas tesis fueron las demandas de mano de obra por parte de países en expansión como Alemania después de la Segunda Guerra Mundial, llegando centenares de miles de turcos, especialmente kurdos. El ciclo económico cambió y estos inmigraciones se hicieron innecesarios pero ya estaban allí.

La causa de los problemas.
Para los racistas europeos y de otros países desarrollados, la causa de sus graves problemas es la invasión de inmigrantes del tercer mundo.

Estos últimos, que trabajan por poco dinero, desplazan a los trabajadores europeos y generan la cesantía entre ellos.

La expresión xenofóbica se alimenta, además, atribuyendo a los “extracomunitarios” (los que no son miembros de la Comunidad Europea y, por extensión, que no son de países desarrollados) toda clase de defectos: son los responsables del aumento de la delincuencia y el tráfico de drogas, la propagación de religiones e ideologías foráneas, el desaseo y la suciedad de las ciudades, etc.

Éstas son las banderas que agitan los racistas y nacionalistas que les dan buenos dividendos electorales en casi todos los países.

Los Nuevos Bárbaros.
Los antiguos griegos llamaban bárbaros a los que no hablaban el griego, sino que idiomas inentendibles. Los romanos consideraban bárbaros a los que no estaban dentro de la cultura greco-latina. Hoy los nuevos bárbaros se distinguen por su condición de provenir de países pobres, aunque muchos de ellos compartan lengua, religión y cultura con los europeos. Así, por ejemplo, los latinoamericanos estamos en esa condición, pero, de todas maneras somos bárbaros, aunque ya no usan ese concepto y nos denominan “extracomunitarios” y le agregan el apodo de “sudacas” o “cabezas negras” (en el norte de Europa).
Sin embargo, para un turista es difícil apreciar la discriminación existente. Sólo ráfagas fugaces, como por ejemplo, el caso de dos ecuatorianas que se subieron al bus en que viajábamos, cuando abordaron dos inspectores y descubrieron que no tenían boletos, las dos jóvenes que hablaban algo de italiano argumentaban que no sabían que había que pagar pasajes (lo que es una simple lesera). Los inspectores exigieron la documentación o el pago inmediato de una fuerte multa, las ecuatorianas decían que no tenían documentos, pero finalmente sacaron sus permisos de residencia y les aplicaron la multa con la amenaza de que si no pagaban, cancelarían sus permisos y se avisaría a sus embajadas. Los italianos que iban en el bus miraban a estas extracomunitarias como bárbaras violadoras de las normas mínimas de convivencia.

En otra oportunidad, en un tren, se nos acercó una hermosa muchacha y nos dijo que nos había oído hablar en español. Pronto nos contó su vida, era casada con dos niños, pero el marido no tenía trabajo en Ecuador y ella había resuelto venir a probar suerte en Italia. A través de otros ecuatorianos consiguió un trabajo como asesora del hogar, a cargo de una anciana “ubriaca” (alcohólica) y trabajaba la jornada completa, sólo con un día de descanso a la semana y, por supuesto, le pagaban la décima parte de lo que cobraría una italiana. Ella enviaba ayuda mensual a su familia y añoraba a su marido e hijos. Era una persona que había entrado como turista, pero ya hacía dos años que vivía clandestinamente en Italia realizando este trabajo negro, el que evidentemente convenía a sus patrones.

Las Nuevas Mafias.
En otra oportunidad conversaba con dos italianos que me contaban -y se quejaban- del aumento de la delincuencia debido a los extracomunitarios y decían que la mafia albanesa era extraordinariamente peligrosa y que en Francia, especialmente en la Provenza y la Costa Azul, las mafias marroquíes y argelinas habían copado a la policía y se referían a hechos muy truculentos realizados por esos extracomunitarios.
Yo les pregunté qué opinaban de la mafia siciliana, la ndrangheta calabresa y la camorra napolitana. Me miraron con molestia y uno dijo que eso era cosa de novelas, el otro que eso era en el sur (para muchos italianos del norte, los del sur son flojos, pobres e inútiles, por eso quieren separarse de ellos, como propuso la Liga del Norte).

Finalmente uno de ellos me preguntó “¿Y ustedes en Chile, no tienen el problema de los extracomunitarios?”

Entonces debí reconocer que sí, porque para muchos chilenos los inmigrantes peruanos son extracomunitarios. ¿Y los mapuches son extracomunitarios?

Como dice una amiga española: “En todas partes se cuecen habas y en mi casa a calderadas”.

¿Se Repetirá la Historia?

El imperio romano utilizó tropas regulares, después mercenarios y hasta llegó a acuerdos con tribus bárbaras para que protegieran sus fronteras. Todo fue inútil, los bárbaros se infiltraban por todas partes y finalmente fueron una causa fundamental en el derrumbe del imperio.

A pesar de la avanzada tecnología, el reforzamiento de las policías de frontera, los bárbaros (nosotros) están invadiendo el imperio norteamericano y los otros países desarrollados. ¿Acabarán por derribar estos sistemas? ¿Se llegará alguna vez a aceptar que la tierra es de todos? ¿La verdadera globalización no implica que el planeta es uno y único para todos?

Patricio Orellana Vargas
patoorellana@vtr.net
Venecia, febrero de 2003.

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